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En menos de cinco años el productor, actor, director y guionista ganador del Oscar Jordan Peele ha creado su propio universo terrorífico, en el que ha mezclado injusticia racial y supremacía blanca con situaciones que provocan pesadillas nocturnas. Ahora tomó uno de los pocos slashers situados alrededor de la cultura afrodescendiente, Candyman, para darle nueva vida en un momento en que el movimiento Black Lives Matters resuena en la sociedad americana.
La película nos lleva a Cabrini Green, en Chicago, Illinois (el mismo vecindario en el que se desarrolla la historia original). Ahora todo es muy distinto a hace 30 años; lejos quedaron los peligros que la pobreza ofrecía para ser el típico suburbio gentrificado construido sobre lo derruido. Ahí conocemos a Anthony McCoy (el siempre convincente Yahya Abdul Mateen II), un pintor emergente que se encuentra en un bloqueo creativo; él se acaba de mudar con su novia Brianna Cartwright (Teyonah Parris) a un gran departamento en dicha zona.
Un día les cuentan la historia de Daniel Robitaille, quien fue asesinado injustamente por la policía y ahora forma parte de la leyenda urbana Candyman. Se cree que si dices su nombre cinco veces frente a un espejo aparece con dulces y un garfio en la mano dispuesto a matar. Anthony siente una extraña inspiración por el relato, así que decide investigar más para crear su nueva colección de arte sin saber que no solo invoca al terrible asesino, sino también a un pasado que desconocía.
Esta entrega es secuela directa de la primera que salió en 1992, olvidando sus terribles continuaciones y respetando todo el universo que nos habían entregado (es emocionante tener tanto a Virgina Madsen, protagonista de la original, ahora como villana y al mismísimo Tony Todd dándole vida al empalagoso asesino) usando cuestiones actuales para darle más peso al terror social que tan bien maneja Peele, el cual se escondía en el discurso de primera. Candyman 2021 sigue la historia de The Forbidden, un relato que inspiró a la creación de la película de 1992 (un hombre de color que se enamora de la hija blanca de un millonario y termina siendo cruelmente asesinado), pero adhiriendo ese dolor cíclico que parece nunca terminar y poniendo por primera vez de protagonistas a actores de color.
La directora Nia DaCosta (quien actualmente prepara The Marvels) sabe jugar con elementos visuales para hacernos sentir que pertenecemos todo el tiempo a un mundo dentro del espejo, desde los títulos de entrada hasta las escenas más sangrientas, que son puestas desde un punto de vista que desconcierta y ayuda a entrar en la atmosfera de la historia.
Ella se arriesga con movimientos de cámara ingeniosos para entregarnos momentos pesadillescos que salpican sangre, pero que están hechas de una manera elegante en las que aprovechan el espacio y las formas simétricas para darle sentido al mundo estético en el que los personajes habitan. Aplauso a las secuencias con marionetas ya que son muy llamativas y no se detienen con la crudeza de lo que está aconteciendo provocando ansiedad mientras la observas.
Puntos en su contra es que tiene excesivos cuestionamientos que rompen con el ritmo a la mitad de la película, esto hace que la mitología no fluya de la manera adecuada y llega a cansar, alejándose de lo que fuimos a ver: sangre y tensión.
Al final es una secuela que enaltece a la primera y señala los abusos de poder que existen, tanto de la policía, como de las clases sociales altas. Jordan Peele logra entender que esta saga al final siempre se trató de como Estados Unidos ha tratado a las personas de color y minoras como monstruos haciéndolos vivir en constante miedo, un miedo que solo el asesino Candyman sabe transmitir muy bien.
Candyman Dir. Nia DaCosta. Estados Unidos, 2021. Con Yahya Abdul-Mateen II, Teyonah Parris y Nathan Stewart-Jarrett. Estreno: Jueves 26 de agosto.
