
Bela Lugosi
El amor y señor de los vampiros. Su presencia, acento europeo y elegancia para destruir almas humanas, lo convirtieron en la primera estrella de terror. Nadie iguala su personalidad.
Los chupasangre más famosos (y ridículos) del cine
El amor y señor de los vampiros. Su presencia, acento europeo y elegancia para destruir almas humanas, lo convirtieron en la primera estrella de terror. Nadie iguala su personalidad.
Él transformó a un ser mítico de la literatura en una pesadilla de carne y hueso. Mucho se dijo sobre Schreck y su existencia sobrenatural, una idea alimentada por el filme. Sin duda, fue el Conde más tétrico y orginal.
Con mirada penetrante y una voz profunda, se convirtió en un Drácula profundamente sexual. Mitad seductor, mitad inmortal.
Cambió la concepción del vampiro. Hizo a un lado la fisonomía decrépita y los transformó en un romántico antropófago.
Un expríncipe africano es convertido en vampiro por el mismo conde Drácula. Dos siglos después, despierta en Los Ángeles, donde se convierte en un rey del funk sediento de hippies.
Este vampiro cayó en un letargo que duró de 1776 a 1972 y ni siquiera Johnny Depp logró darle vida –ni gracia– a la versión dirigida por Tim Burton de Sombras Tenebrosas.
En Only Lovers Left Alive, Jim Jarmusch demostró que los vampiros son los seres más cultos de la Tierra. Claro, con más de 100 años de vida conocen a todos los autores de la historia. Esos sí son hipsters.
Tiene varias décadas cumpliendo 17 años. Brilla con la luaz, bebe sangre de animales y tiene la valentía de una mariposa. Sucumbe por las cuatro horas que pasa frente a un espejo (que sí refleja su imagen) arreglando su peinado.
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