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Cuando llegas, te parece más bien una cenaduría, pero subes las escaleras y la percepción cambia: un escenario de buen tamaño al centro, monitores y una consola enorme. La decoración consta de fotografías en blanco y negro de grandes del jazz. La comida es variada: ensaladas, pizzas, wraps, alitas, camarones y uno que otro postre, pero todos los asistentes están concentrados en el plato principal: la música.