Entrevista con The Drums

Jonathan Pierce llega a un acuerdo con sus propios pensamientos respecto a Dios y la vida después de la muerte, en Portamento

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Photoshop puede quitar los fantasmagóricos ojos rojos causados por el flash de una cámara. The Drums utilizó el software para pintarlos. El líder Jonathan Pierce descansa en la habitación de un hotel irlandés y me describe la portada del segundo álbum de su banda, titulado Portamento.

"La cruz colgando de la pared, la enigmática dama parada junto a mí, la atmósfera obscura, esa espantosa guirnalda azul", dice al teléfono. "Todo típico de mi niñez".

Pierce creció en Horseheads, Nueva York, pueblo de fabuloso nombre pero de menos fabuloso modo de vida.

"Era un hogar extremadamente religioso. Nunca me interesé en ello. Así que fui visto como un niño diabólico", dice al explicar sus corneas demoniacas.

Pierce dejó Horseheads por New York tan pronto como pudo, para timonear una banda de synthpop, Elkland, que fue firmada y rápidamente ignorada por Columbia Records. El hombre de 27 años ya no tiene contacto con sus padres.

"Hablo con algunos de mis hermanos, que han llegado a concordar con ciertas creencias que tengo", comenta Pierce. "Se vuelve difícil hablar acerca de cualquier cosa que no sea el clima y... el clima".

El cantante no tiene dificultad para abrirse en una entrevista, o en una canción. Book of Revelation, primera melodía en Portamento, inmediatamente ahonda en su lucha metafísica.

"I believe that when we die, we die, (creo que cuando morimos, morimos)", canturrea dulzonamente sobre la más alegrona de las tonadas. "There's no heaven and there's no hell. (No hay cielo ni hay infierno)".

Pierce bromea con que la canción llevó un proceso de 30 años para hacerse.

"Sin importar lo mucho que pudiera decir que no creía en esas cosas, aún había una flamita de miedo quemándome, era como, dios, ¿y qué tal si todo es real?" confiesa. "No fue sino hasta la creación de este disco que concordé en 100 % con lo que sentía".

Incluso algunos de los managers y encargados de la banda se incomodaron con la noción de iniciar con Book of Revelation. Podría ser polarizante, era su preocupación.

"Pero somos una banda a la que le gusta irritar deliberadamente", menciona Pierce.

Eso puede sorprender a los escuchas familiarizados con las soleadas melodías de su debut. "I wanna go surfing, (Quiero ir a surfear)" se convirtió en el estribillo más pegajoso del primer disco.

The Drums, como todas las buenas bandas, comenzó con un concepto completo y fantástico. Después de la desaparición de Elkland, Pierce se reconectó con un viejo amigo, Jacob Graham, y se retiró a Florida para construir a The Drums desde cero. Ambos escribieron canciones basados en escenas de películas, o escenas de películas que ellos elaboraban. La fórmula era simple: Imagina un híbrido de una bienamada influencia estadounidense, las Shangri-Las, y una influencia del Reino Unido, The Wake, una obscuridad pospunk.

Después de preparar algunos demos, los muchachos invitaron a la madre de Graham a su departamento para escuchar los resultados. Se fue silenciosa y amablemente.

"Jacob y yo pensamos, ok, bueno, tal vez a nadie le importe esta banda", recuerda Pierce.

La mamá estaba mal. The Drums se volvió rápidamente en el mayor éxito que pegaba en Inglaterra proveniente de Nueva York desde la aparición de The Strokes.

"No sé si ha habido otra banda en los últimos diez años tan ávidamente laureleada como The Drums", considera Pierce sin ningún dejo de fanfarroneo, casi suspirando.

Pierce gradualmente se cansó de lidiar con entrevistadores que preguntaban acerca de su corte de cabello de onda.

"Era tiempo de brincar de las nubes y poner los pies sobre tierra sólida".

El deceso de The Drums ha sido objeto de mucha atención casi tanto como su creación y su segunda fase.

"Me gusta la idea de sacar unos cuantos álbumes contundentes, luego irse para siempre", dice Pierce. Pero primero, está la cuestión de tener a miles de asistentes en un festival en Dublín coreando sus pensamientos acerca de la vida después de la muerte.

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