Daniel Hope.
Fotografía: Cortesía de la distribuidora. | Daniel Hope.
Fotografía: Cortesía de la distribuidora.

Platicamos con el reconocido violinista Daniel Hope

Desde el Festival PAAX en México, nos habla sobre el poder de la música, su vínculo con el cine y cómo conecta con las nuevas generaciones.

Escrito por: Stivi de Tivi
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Desde los escenarios más prestigiosos del mundo hasta el corazón de la Riviera Maya, Daniel Hope ha construido una carrera tan diversa como brillante. Nacido en Sudáfrica y criado en el Reino Unido, este violinista de formación clásica ha sabido combinar su talento con un profundo compromiso social. Además de su intensa agenda de conciertos, Hope ha explorado nuevos lenguajes narrativos a través de documentales como The Secrets of the Violin y, durante la pandemia, se convirtió en una de las figuras clave de la resistencia artística global con Hope@Home, una serie de conciertos transmitidos desde su hogar que lo acercaron a millones de personas.

Este 2025, su historia se conecta con México gracias al Festival de Artes Escénicas PAAX, donde participa como solista interpretando el Concierto para violín n.º 1 de Britten, bajo la dirección de Alondra de la Parra, además de compartir su experiencia en las charlas PAAX Talks.

Time Out México conversó con él sobre música, cine y evolución artística.

El violín, de cierta manera, es tu voz. ¿Qué es lo que dice cuando tocas?

La música, para mí, se trata de contar historias y conectar con las personas. El violín me da la voz para poder hacerlo.

Soy un músico antes que nada, y después un violinista, pero me siento afortunado de tener al violín porque es flexible, se mueve conmigo, me da la oportunidad de hablar y compartir el mensaje de los compositores con la audiencia. Estoy enamorado del violín de la misma manera en que estoy enamorado de la música. Poder hacer música para la gente es un gran privilegio, lleno de dicha.

La primera conexión de muchas personas con la música clásica es a través del cine. ¿Cuál es tu vínculo con las películas y qué diferencia hay entre hacer música para cine y para concierto?

De niño, estaba obsesionado con las películas. Iba al cine todos los sábados por la mañana y veía wésterns o filmes clásicos. Lo primero que me atrapó fue la experiencia de la pantalla grande y el cuarto oscuro. Pero luego fue la música.

Las grandes películas del mundo no pueden existir sin música o sin un soundtrack. Les falta magia sin eso. Me di cuenta muy joven de que el sonido y la música deben ir siempre con la imagen.

Con el tiempo me invitaron a participar en bandas sonoras y conocí a varios compositores de cine. Eso despertó mi interés en la historia del sonido y los soundtracks.

Cuando Hollywood hizo el gran cambio de películas mudas a películas habladas, fue una revolución. Antes solo había un pianista tocando en vivo en una sala silenciosa, y de pronto, los actores hablaban. Entonces necesitabas una banda sonora, y eso creó toda una nueva industria. Me parece un pedazo fascinante de la historia.

Has tocado en las salas de conciertos más importantes del mundo, pero también en la sala de tu casa. ¿Qué te dicen los espacios en los que tocas?

Cada lugar —incluso un festival— tiene su propia personalidad. Por ejemplo, este festival tiene una energía única gracias a la mezcla de sonidos de artistas que vienen de todas partes del mundo.

Alondra se ha encargado de ser una embajadora de la música y reúne aquí a sus amigos y colegas que respeta, sin importar si vienen de géneros distintos o si tienen técnicas diferentes.

Como músico, dependes mucho de las vibraciones de la ciudad y del espacio. Al salir al escenario, absorbes esa energía, y eso es lo que te impulsa. Sientes lo que el público siente.

Al final, tener un trabajo que amas es un privilegio, pero conectar con la gente es la razón de todo.

Hablando de conexiones, ¿cómo logras conectar con las nuevas generaciones? Están acostumbradas a la inmediatez y a consumir todo muy rápido. ¿Es fácil conectar con ellas, sobre todo tocando música clásica?

Tengo hijos, así que sé perfectamente de qué hablas.

La música clásica trata sobre el tiempo, y necesitas tiempo para entenderla. Lo triste es que los jóvenes ya no lo tienen; todo lo consumen en clips. Las redes sociales funcionan porque te permiten compartir un mensaje y llegar a la audiencia.

Pero creo que nada supera la experiencia de una sala de conciertos. Y más si tú te comunicas con ellos, si les hablas de lo que te inspira. Ese sentimiento no lo encontrarás en un clip.

Para mí, un concierto no es solo un hermoso recital, es un encuentro. De hecho, suelo hacer conciertos solo para niños, porque me interesa que las nuevas generaciones se involucren desde temprana edad. El simple hecho de captar su atención por 15 segundos ya es un logro para mí.

¿Ya sabes con quién irás a visitarlas?

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