Desde el afilador y el organillero, hasta los tamales y los fierros viejos, estos son lo sonidos más característicos de nuestra ciudad
Viví en la Ciudad de México toda mi vida, pero nunca pensé en cuánto amo sus sonidos hasta que, por la pandemia, tuve que mudarme fuera. Más allá de la contaminación sonora de la ciudad, abría las ventanas de mi nueva casa y no había ninguna grabación vendiendo tamales; ni campana anunciando el camión de la basura; y mucho menos, el sonido de turbinas anunciando la llegada de un nuevo avión.
¿En qué momento me enamoré de estos sonidos? No lo sé, pero nunca creí que extrañaría tanto el intenso silbido de los camotes en la noche o el fierro viejo a la mitad de mi junta virtual. ¿Cómo no extrañarlos si son parte inerte de nosotros? No solo nos avisan de los servicios que vienen, nos dan identidad, nos recuerdan de dónde venimos. A manera de añorar la banda sonora de la CDMX, aquí los 10 sonidos más emblemáticos.
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Este servicio de la Ciudad de México recorre las calles para recolectar los desechos. Con una estridente —y a veces desagradable— campana, anuncia su llegada y todos corremos
a sacar las bolsas a la calle. Tilín tilín por aquí, tilín tilín por allá,
no te olvides de separarla y que los domingos se llevan muebles. Recuerda darles para el refresco.
Tal cual cantante de ópera, los vendedores de gas licuado a presión recorren la ciudad para mantener las estufas y los calentadores funcionando. Para entonar el grito de “El gaaaaas” se necesita de unos buenos pulmones y una garganta entrenada, además de brazos fuertes para entregar los tanques que llegan a pesar hasta 50 kilos.
Por la cercanía del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a las zonas habitacionales, los aviones, al despegar y aterrizar, pasan muy cerca de colonias como Del Valle, Narvarte, Roma, Jardín Balbuena, Federal y Moctezuma. Los 110 decibeles que producen en sus vuelos hacen retumbar hasta los vidrios de las casas.
El Sistema de Transporte Colectivo, mejor conocido por Metro, es el principal transporte de los citadinos. Con 13 líneas y 195 estaciones, te lleva a cualquier parte de la CDMX por tan solo $5. Desde el sonido que anuncia el cierre de puertas hasta el rechinar de las vías con sus llantas, es inolvidable. Y qué decir de los vendedores y músicos ambulantes que amenizan tu viaje.
Este triciclo con una enorme vaporera, una anafre y un olla de atole calientito (de chocolate o arroz) resguarda uno de los manjares más consumidos por los defeños; tamales. La voz del “Ya llegaron los ricos y deliciosos tamales oaxaqueños” es de Elías Zavaleta, veracruzano que hizo una grabación para no regresar a casa ronco. Nunca pensó que se convertiría en símbolo nacional.
Es la adaptación del xilófono de origen griego, que llegó a América junto con los esclavos. Este instrumento de doble teclado fue creado en Chiapas por Corazón de Jesús Borras Moreno en 1892, desde entonces es uno de los intrumentos
principales del sur de México. En la CDMX la podemos encontrar en bares, cantinas y musicalizando las calles y los parques.
El “fierroviejero” va por la ciudad comprando muebles, aparatos
electrónicos, colchones y todo aquello que necesite una simple
reparación. En 2005, un recolector de fierros viejos le pidió a su hija María del Mar Terrón grabar un audio para dejar de gritar en la calle. El resultado es el jiggle emblemático de la CDMX: se compran colchones, refrigeradores, estufas...
Inventado en Inglaterra, este instrumento formado por un cilindro con púas que accionan cuerdas de piano, llegó a México vía Alemania en el siglo XIX. Rápidamente se convirtió en la banda sonora de los parques de la CDMX. A pesar de ser parte de la identidad de la ciudad, los citadinos han perdido el interés
en esta tradición y los organilleros poco a poco están desapareciendo.
En un horno móvil se cocinan delicias con leña; camotes y plátanos machos. Ya ablandados, éstos son cubiertos por leche condensada, cajeta o mermelada de fresa y coronados con chochitos de chocolate o de colores. Pero este manjar tiene un veneno, el vapor es liberado de vez en cuando por la chimenea, produciendo un silbido que supera los 55 decibeles.
Este personaje típico de Latinoamérica transita la CDMX en una bicicleta modificada, que hace funcionar el esmeril que lleva en la parte trasera para sacarle filo a los cuchillos. Va por la calle tocando el chiflo o silbato de afilador (usa flauta pequeña) para
anunciar que ha llegado.
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