Cerro de la Estrella
Foto: Loops Sandoval

Iztapalapa: conocer para opinar

Reflexionamos sobre la importancia de la delegación más poblada en la historia de la CDMX

Aurélien Guilabert
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Iztapalapa suele ser discriminada por problemáticas como la inseguridad. Sin embargo, muchos de los que no han visitado el pueblo que protegía y abastecía la gran Tenochtitlán desconocen las grandes riquezas y oportunidades de desarrollo de la demarcación más poblada de nuestra ciudad.

Con cerca de dos millones de habitantes, la demarcación se caracteriza por su identidad multicultural: mezcla peculiar enriquecedora de la población nativa y de las distintas olas migratorias llegando por la puerta oriente de la Ciudad de México. Si bien los altos niveles de marginación económica, así como las dificultades geográficas del territorio hacen de la gestión pública de Iztapalapa un reto, no le restan ninguna cualidad a sus habitantes que diario demuestran su optimismo, combatividad y generosidad. Una población ingeniosa y resiliente que merece ser mucho más reconocida, valorada y apoyada frente al estigma.  

Además de un capital humano relevante para el crecimiento de la Ciudad de México, Iztapalapa representa una fuerza productiva estructural fundamental no solamente para la economía local, sino también siendo el motor de la vida cotidiana de millones de personas a nivel regional. Su Central de Abasto, una de las más grandes del mundo, provee más del 80% de la alimentación de la Ciudad de México y área metropolitana. En relación con ello, una parte de su población permite también el tratamiento y reciclaje de una gran parte de residuos sólidos producidos por los demás capitalinos.

El Cerro del Peñón o el Cerro de la Estrella gozan no solamente de una rica biodiversidad sino también de una vista panorámica natural envidiada por cualquier mirador artificial de la capital. Una perspectiva desde el oriente poco conocida y de las más interesantes, especialmente en el campo del urbanismo.

Iztapalapa, que albergó uno de los pueblos más antiguos de la cuenca, se distingue sin duda por su apasionante historia. Dicha identidad está reflejada por la presencia de santuarios, edificios religiosos y culturales, así como por las múltiples expresiones culturales de sus tradiciones, leyendas y distintas manifestaciones sociales de sus barrios típicos. Cada una de ellas tejiendo el vínculo intergeneracional. La zona supo conservar sus antiguas costumbres y marcar el campo cultural contemporáneo, especialmente gracias al auge del arte urbano. El Faro de Oriente o el Cubo son unos lugares productos y productores de esas efervescencias actuales reconocidas. Siempre tendiendo puentes comunitarios entre habitantes y visitantes. Siempre oxigenando ese sentimiento de pertenencia local. El orgullo de ser iztapalapense.  

A punto de realizarse, la famosa Representación de la Pasión, declarada Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México, y que recibió varios reconocimientos internacionales, es la máxima expresión sincrética de este fervor social y cultural. Un guion preciso y selectivo de personajes enfocados en su propia fe, en su propio destino pero con base en las mismas creencias, en esa identidad local. La multitud de lo individual hacia la expresión comunitaria del colectivo. Una iniciativa de empoderamiento ciudadano y territorial que fortalece la cohesión social mediante el reconocimiento, más allá de la libertad de culto o de expresión, de un derecho universal a la cultura; a la sociedad. Una imagen fuertemente positiva de lo que significa hacer y ser comunidad.

Iztapalapa propone una oferta cultural, social, gastronómica, festiva y turística amplia e insólita. Conocer a un pueblo apasionante y apasionado para vivir; para difundir su esencia.

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