La belle époque

Las figuras sinuosas y la exuberancia en las formas de estas tres construcciones art nouveau nos dejaron atónitos

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Gran Hotel de la Ciudad de México
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Si tuviera que resumir la pax porfiriana en un edificio, no escogería Bellas Artes ni el Castillo de Chapultepec, sino esta discreta joya enclavada a unos metros del Zócalo. Sería injusto destacar un aspecto de toda su belleza: su espectacular domo de vitral importado de Francia, la voluptuosa herrería que recubre su elevador o sus balcones ondulados. El Gran Hotel, su nombre corto y de cariño, fue construido entre 1896 y 1897 por arquitectos mexicanos al estilo de los grandes almacenes franceses. De hecho, fue un almacén hasta los sesenta, pero el domo, la guinda en el pastel, no fue colocado sino hasta 1908, obra del artista Jean-Jacques Grüber. Entre otros detalles distintivos del art nouveau en este edificio se encuentran letras “C” y “M” (las iniciales de la ciudad) sobrepuestas varias veces a lo largo del barandal, además de dos jaulas para aves a los costados de la entrada principal. La remodelación de 16 de Septiembre, culminada a principios de 2014, le hizo justicia a esta maravilla arquitectónica. El acento peatonal de esta vialidad pone al hotel como destino final de una simple caminata. Mi recomendación: subir a la terraza en domingo a desayunar.
Casa Prunes
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No es común en esta ciudad encontrar tantas flores en la fachada de un edificio, pero sí en este antiguo bloque de departamentos de la Roma. El inmueble, construido en 1916 por el despacho Arquitectura Prunes, consigue en un golpe de vista el propósito del art nouveau: llamar la atención. La casa no tiene nada que ver con sus edificios vecinos, sus formas son llamativas y sugerentes en comparación con el convencionalismo neoclásico del entorno. Hay un rasgo que definitivamente no se puede dejar pasar. Fuera de los barrotes verticales, en puertas, ventanas y en sus respectivos marcos es prácticamente imposible hallar líneas rectas. “¿Para qué hacer líneas simples si podemos retorcerlas y expresar tantas cosas con ellas?”, dice el pensamiento nouveau. Además de flores, las alusiones a la naturaleza se reflejan en una especie de racimos pétreos a los costados de cada balcón. Después de ser convertida en vecindad y permanecer deteriorada tras el terremoto de 1985, la Casa Prunes fue remodelada en 2006 por un grupo encabezado por Javier Sánchez (autor de varios proyectos similares en la zona). En lugar de sus cuatro departamentos originales, el edificio ahora alberga seis.
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Casa Guanajuato
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Si la juzgáramos por sus proporciones, esta casa -construida alrededor de 1920– sería la más importante de los testimonios del art nouveau en la Roma, pues su estilo abarca toda una fachada de tres pisos.  Aunque el estilo de estas construcciones es ecléctico, la fachada de este inmueble guarda totalmente la fidelidad al nouveau. Basta colocarse de frente a su entrada principal, una esquina en corte de 45 grados (pancoupé, dirían los técnicos), para apreciar dos costados saturados de trazos ondulados. Desafortunadamente, al igual que otras joyas arquitectónicas esta casa de departamentos permaneció semiabandonada por muchos años y todavía hoy se pueden ver secuelas de los daños: herrería faltante, marcos despostillados, introducción de materiales extraños o alteraciones con fines comerciales. Hasta hace pocos meses en la planta principal se podía ver un puesto de talachas y otros giros comerciales de poca pinta. No es por discriminar, pero soy de la idea de que una maravilla artística solo tiene vocación para ciertos usos. Afortunadamente hoy el principal establecimiento es un restaurante que, al menos con la comida, le rinde tributo a la belleza de su ornamentación.
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