Ritos de brujería en el DF
Foto: Alejandra Carbajal
Foto: Alejandra Carbajal

Métodos de brujería para encontrar el amor

Probamos cuatro rituales de brujería para conseguir el amor en 10 días. ¿Lo logramos?

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Le dimos una ayudadita a Cupido y retamos a nuestros colaboradores a encontrar el amor en 10 días, a través de hechizos, y mostrar aquello a lo que la desesperación puede orillar con tal de encontrar al ser amado.

Pasaron por experiencias esotéricas, citas inconclusas y bodas sin ramo, y es que desde este paraje de lo paranormal, cada embrujo pone de manifiesto la excentricidad inconfesable a la que se ciñen los enamorados: fragancias que prometen ser más potentes que la yumbina, calzones atados por un listón, contrahechizos que cuestan lo mismo que un PlayStation nuevo y velas con el nombre de la pareja. 

Sin embargo, muchas veces el amor vive al margen de la magia y la hechicería.

Por: Natalia Silva

"A ti te hicieron el vudú, el hindú y todos esos. Te vas a quedar sola", fue el ominoso veredicto de Lorena, una adivinadora que me leyó el tarot desde la comodidad de su departamento en Polanco.

Las cartas fueron cayendo sobre la mesa como si estuviéramos jugando a los tazos. Su lectura sonaba más a un discurso aprendido que a adivinación. Justo cuando pensaba eso, ella olió mi escepticismo. 

"Tú confía en mi trabajo. Mira, ¿a quién ves en esas fotos?", dijo señalando una pared. "Ella me consultó antes de casarse y ahora con lo de la casa blanca vino por su amuleto", escuché mientras veía en aquella imagen a la mismísima Angélica Rivera abrazando a la mujer que estaba junto a mí.

Cuando me concedió tres preguntas, las utilicé para saber cómo evitar mi solitario destino. Lorena me aseguró que sólo podía ser a través de una limpia que, por suerte, ella me podía hacer. 

Entonces me pidió que pusiera las palmas sobre las cartas, cerrara los ojos y dijera la cantidad que podía pagar para contrarrestar el hechizo. Abrí los ojos y me sentí en una mezcla de The Sopranos y Sabrina, la bruja adolescente, e ingenuamente pregunté -ya que no me enseñó el menú- que normalmente de a cómo está el hechizo. Levantando una ceja y viendo algo en las cartas (que definitivamente yo no veía) me dijo que, como el embrujo que me habían hecho era un trabajo como de 6 mil pesos, debía pagar al menos lo mismo para contrarrestarlo.

Le expliqué que sí me interesaba deshechizarme pero no sabía si pagaría esa cantidad, y que ni mi seguro lo cubría. Me dijo que tenía que regresar a hacerme la limpia, pero que antes de irme me iba a dar un amuleto para llevar en la cartera porque la cosa era grave. Fue a la cocina y trajo un pedazo de servilleta con semillas que parecían que iban a atraer más hámsteres que hombres. Me pidió una moneda y, mientras doblaba la servilleta y la impregnaba de su magia (obvio), me vio y me dijo: "Tan bonita y tan embrujada". 

Seis horas después, recibí la llamada de un amigo, a quien no había visto en siete años, para saber si quería salir. Aunque no prosperó, básicamente porque él tiene novia (y su nombre tatuado), estaba convencida de que si quería cumplir con el reto, necesitaba refuerzos, pero de preferencia sin una bruja loca detrás.

Como recientemente me mudé, decidí documentarme sobre el milenario arte del feng shui. 

Para encontrar el amor, el principio es hacerle cancha y mandarle tu ubicación. Y como no vas a invitar al amor sólo a tomar el té, los cambios se deben hacer en tu cuarto. El objetivo es hacerlo un espacio habitable para dos personas al mismo tiempo (perdón, Newton). Me di a la tarea de vaciar algunos cajones, poner otra almohada y una toalla extra. También hay que evitar guardar cualquier objeto que simbolice trabajo, recreación o ejercicio, favoreciendo el famoso "No tienen tele".

Días después, una de las profecías de Lorena se cumplió e hice un viaje. Era la boda de una amiga. No llevé acompañante para probar mi suerte, pero sí un buen par de zapatos para el slam del ramo. 

No faltó el borracho que creyó que iba a ligar, pero terminé sin ramo ni víctima. Cuando me despedí de la mamá de la novia y le reporté el marcador final me dijo: "Mija, en eso del amor, el que busca, no encuentra". 

"Amor es más laberinto", escribió Sor Juana; para Outkast "separate's always better when there's feelings involved", y José José sólo le pidió un aplauso cuando lo encontró. Es decir, no es así de fácil, quizás porque sigo embrujada. No puedo decir que lo logré y menos en 10 días, pero las coincidencias que sucedieron en ese lapso me han hecho ver que todo puede pasar. Por lo pronto, conservo el amuleto en la cartera.

Lorena, consejera adivinadora. Horacio 518-1, Polanco. Citas al 5250 8623. Metro Polanco.

Por: Wenceslao Bruciaga

Cuando los editores me retaron a hacer un "amarre" de esos que prometen obediencia y sumisión, lo primero que vino a mi mente fue conseguir unos calzones de calidad. Creo que en el fondo, deseaba más tener esa prenda que el control de la voluntad de mi "víctima". 

Él es un actor porno que graba escenas explícitas de sexo homosexual frente a las cámaras de una controvertida firma de videos, cuyo logo es una calavera sostenida por dos espadas cruzadas.

Esta compañía también cuenta con una línea de trusas y jockstraps y la única vez que tuve la oportunidad de hacerme de una prenda, no tenían de mi talla. 

Por lo tanto, este era mi momento para conseguir el calzón de mis sueños: los de esta firma porno. ¿El objetivo? Presumirlos en las orgías a las que suelo asistir.

Lo conocí en San Francisco, en la Folsom Street Fair de hace cuatro años y desde entonces somos una especie de amigos con derechos. 

Como esta última vez que me visitó sentí como si estuviéramos atorados haciendo malabares entre los sentimientos y el sexo (yo sigo enculado), no descarté la opción de hacer un "trabajito del amor" con tal de no perder esas ocasiones de lujuria depravada. Quizás en el fondo quería que fuéramos una pareja con todas las falsas seguridades que eso implica.

No tenía idea de cómo hacer el afamado "amarre". Así que busqué al amigo de un amigo con el que alguna vez tuve un encerrón y que no se despega de las sábanas si su astrólogo le dice que Plutón está en un cuadrante que apunta específicamente al retrete de su baño. 

Según él, lo que más funciona para que un hombre no pierda la pasión de otro hombre es la santería afrocubana.

Lo más complicado era conseguir la prenda del hombre deseado, que en teoría podría ser cualquiera, pero yo quería los calzones. Así que aproveché la parada que hizo en mi depa antes de partir a Oaxaca y con los pocos días que le quedaban en el DF se me ocurrió preguntarle:

-¿No tienes ropa que quieras lavar en mi casa?
-Pero no tienes lavadora, ¿cierto?
-(¡Chin!) Sí, pero... bueno, en el lavadero. Queda más limpia (agregué convencido).

Así que ahí estaba yo, en la azotea, quitando las imperfecciones de la ropa, restregándola sobre los surcos del lavadero de cemento.

Sólo me faltaban los tubos en el cabello y un mandil de cuadritos para que pareciera señora maquinando un ritual afrocubano con tal de que el viejo no se fuera con la otra. Los colgué en un extremo fuera de la vista del actor.

Luego escribí nuestros nombres en una hoja de papel y coloqué sobre ella la prenda y la foto para después sellar el paquete atándolo con hilo. 

Por cierto, para el ritual me armé un playlist con puras canciones de Stevie Nicks, por aquellos quienes aseguran que es una bruja y por su culpa hubo tanto desmadre al interior de Fleetwood Mac.

Después de unas semanas, el actor regresó de Oaxaca contándome que había conocido a un chico que le gustó y al que le gustaría volver a ver, quizás para empezar una relación. La noticia no me hizo nada de gracia. 

Mejor hubiera invertido el tiempo que dediqué a hacer el méndigo ritual buscando un ligue en el Grindr o de plano viendo porno, con el actor porno.

A los pocos días que él regresó a San Francisco, conocí a un bato que se siente cautivado por mis críticas musicales. 

Quién sabe, quizás al final el ritual, en conjunto con el efecto invernadero de esta ciudad, tuvo secuelas pero con una persona desconocida. Aunque esto es más bien una casualidad.

Curiosamente, hace unos días recibí un whatsapp del actor porno. Decía que estaba en un bar con el tipo que conoció en Oaxaca y que de pronto sonó "Storms", la rola de Fleetwood Mac, y que se había acordado de mí, que me extrañaba y agradecía a la vida por conocerme. 

Creo que al final terminé comprobando mi teoría: los hechizos de amor son una mera chaqueta mental. Una forma esotérica para darle la vuelta al simple hecho de que estamos enculados, y que muchas veces lo confundimos con eso que muchos llaman amor.

Por: Bernardo Loce

¿Es soltero o casado? ¿Son amantes? ¿Sólo quiere llevarla a la cama? ¿Quiere que regrese? ¿Amor gay? ¿Cuál es el nombre de su enamorada/o?

Me di cuenta de que no sabía la respuesta a esas preguntas y que el amor tiene muchas formas, colores y aromas. 

Después de recitar mi vida sentimental y 345 pesos menos en mi bolsillo, salí del Mercado de Sonora con tres bolsas negras llenas de empaques con polvos mágicos, amuletos de mil rosas, lociones, jabones y un "baño para el amor" con 10 tipos de plantas aromáticas.

Decidí comenzar con un afrodisiaco que prometía despertar el libido. Las instrucciones eran precisas: úsalo como jabón de baño, mientras dices "Por la fuerza del espíritu de la luz, atrae a mí por este medio a (se dice el nombre de la candidata) que deseo y necesito". 

Debo repetir la frase cada vez que me bañe con este afrodisiaco de dulzura y pasión a base de feromonas y chocolate.

Lo usé por siete días y, efectivamente, huele a chocolate. Durante esa semana, estuve en contacto con varias mujeres, pero lo único que pasó fue que mi hermana me dijo que "olía chistoso". 

Llámenme raro, pero ella definitivamente no es mi meta, así que tuve que recurrir al embrujo sexual: una colonia que promete alcanzar el amor en todas sus fases y despertar deseos sexuales con una ansiedad extraordinaria.

Sonaba más potente que la yumbina (que utilizan los ganaderos cuando las vacas no se quieren aparear), así que usé un poco, pero me arrepentí pocos segundos después. 

Tenía que salir a una cita y su olor era tan fuerte, que apuesto que sólo podría haber enamorado a una fanática del Maestro Limpio. Cuando mi "amiga" vio el perfume, se rió y puso cara de asco. Obviamente no logré nada en cuestión de amor y mi cuarto y ropa aún huelen a la pócima. 

Decidí entonces apostar por otro producto del kit. El brujo me dio un empaque que parece de película pirata, llamado Amarre guajiro. Dentro de él venía algo igualito a una grapa de cocaína, con el que, según el manual de uso, debía acariciar a la chica después de hacer el amor y así, mentalizando a mi pareja, la tendría por el resto de mi vida.

La verdad no quise mentalizarla tanto para no cometer un error del que me podría arrepentir para siempre. Lo que sí hice fue esconder el empaque para evitar que me acusara de ser un depravado sexual por su contenido gráfico (lleno de penes). 

Lo utilicé dos veces sin que se diera cuenta. Puse el polvo en mis dedos, pero sólo lograba pensar: ¿qué diablos estoy haciendo? No he notado nada, salvo que mis sábanas están más sucias y ella ya no me habla tanto. 

Por último, sólo me queda tenerle fe a la vela azul de San Ignacio de Loyola. Estoy seguro de que me ayudará, pues es el patrono de los Jesuitas, quienes son conocidos por tener escuelas como la Ibero, a su vez famosa por sus bellas alumnas. Saqué mi encendedor y dije la oración que traía escrita, pidiéndole a San Ignacio el amor de una de sus estudiantes. La llama sigue prendida.

Mercado de Sonora. Fray Servando Teresa de Mier 419, Merced. Metro Merced.

Por: Mónica Isabel Pérez

Una vez un amigo (muy gay) me dijo que yo era "como su Carrie Bradshaw mexicana".

La referencia surgió por cosas muy básicas: tengo una columna en una revista, ese día llevaba tacones de diseñador (un ofertón que pagué a 12 meses) y soy -de mi grupo de amigos- la soltera empedernida. 

Después de años de luchar contra corriente decidí tomarcartas en el asunto. Y no me refiero a "ser yo misma" o a cambiar de look, sino a lo que todos han de hacer sin decirme: brujería.

Elegí de entre mis cuates a uno guapo, simpático y talentoso. Porque pues ya entrados en gastos hay que hechizar a alguien que valga la pena o que mínimo nos caiga bien. Ubicada la víctima, me dirigí al Mercado Medellín donde después de recorrer sus pasillos, me decidí por un amarre haitiano. 

Compré una veladora rosa muy sugerente (el vaso decía"ven a mí"), conseguí una foto del susodicho y una mía.

Con un palillo tallé mi nombre y el de mi próximo novio en la vela. Luego la prendí, puse las manos sobre la flama y con mucha convicción dije tres veces las palabras mágicas haitianas: Stepitali Melutasi Rabubo Ro Ro (el nombre del bato) Stepitali Melutasi Rabubo Balika Ro Ro (mi nombre) Hambuta Salika Te Te (no se vale reír). 

Después escribí nuestros nombres en la hoja y los cubrí con cera. Puse nuestras fotos en el papel, las envolví y amarré todo con hilo. 

Dormí con el paquete bajo mi cama, procurando soñar con el padre de mis hijos. A la séptima noche, quemé todo y esperé. 

Y sigo esperando. El amarre promete funcionar en dos semanas. Al cierre de esta edición, el plazo no ha acabado, así que aún hay esperanzas.

No me ha llamado, pero es que es un chavo súper ocupado y pues una entiende, ¿no? Eso sí, el otro día además de ponerme un fav en Twitter, ¡le dio RT! Si eso no es amor, yo no sé qué es. 

Estoy segura de que los haitianos no mienten y que -aunque él no sabe por qué- comienza a enamorarse de mí. Si no es así, espero que al menos me den una columna de sexo para exhibir mis derrotas futuras. Si una fracasa en el amor, debe hacerlo bien.

Mercado de Medellín. Medellín 234, Roma. Metrobús Campeche.

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