Si bien para alcanzar el éxito, la serie Riverdale apostó por los lineamientos de fórmula correspondientes al drama juvenil y el suspenso con aire a telenovela, conservando únicamente los nombres del cómic que toma como base, al menos eso sirvió para que este terminara de consolidar una necesaria reinvención, la cual ya venía empujando desde unos años antes y que no terminaba de llevar hasta sus últimas consecuencias.
Si bien para alcanzar el éxito, la serie Riverdale apostó por los lineamientos de fórmula correspondientes al drama juvenil y el suspenso con aire a telenovela, conservando únicamente los nombres del cómic que toma como base, al menos eso sirvió para que este terminara de consolidar una necesaria reinvención, la cual ya venía empujando desde unos años antes y que no terminaba de llevar hasta sus últimas consecuencias.
Fue así, con la llegada de dicha producción de Warner, que el universo Archie asumió verdaderos riesgos en su propuesta visual y fue más allá de las literalidades en las que había caído con respecto a la inclusión y la equidad. Esto último dio como resultado títulos como el que hoy nos ocupa, y que independientemente de sus deficiencias, sin necesidad de trasgredir su esencia, representó la interesante puesta al día de un clásico.
Con el guion y el arte a cargo de Adam Hughs, quien se ha desempeñado más como ilustrador, lo cual queda en evidencia cuando los toques de comedia incluidos se quedan a mitad del camino, Betty y Verónica ofrece una mezcla entre el espíritu de los idílicos suburbios estadounidenses de mediados del siglo pasado, donde prácticamente todos sus habitantes se conocen y aún aprecian el encanto de la vida simple, con la intensidad de la vida moderna, su fijación con las redes sociales y el uso de los dispositivos.
Tal escenario que ya de por sí es un seductor guiño a la nostalgia por ese mundo análogo que ya se ha ido, resulta ideal para que, a través de un detonador tan convencional como la inminente extinción del merendero del lugar, las dos chicas protagonistas queden frente a frente en una lucha descarnizada. Esto le da un significativo giro a su relación —icónica dentro del mundo de las viñetas y la cultura pop—, pues dejan de lado a Archie, quien siempre ha sido la razón de la rivalidad entre ellas. De esta forma se aleja de los estereotipados roles de género y apuesta por una mayor complejidad, al develar las razones del conflicto, apuntando a un conveniente empoderamiento femenino.
Pero eso no es todo, la trama que transita entre lo truculento y lo entrañable, es guiada por un peculiar narrador canino —la célebre mascota de Jughead—, quien entre juegos narrativos y la desapareción de algunas páginas que dan pie para que los protagonistas rompan la cuarta pared, le otorga de una enrarecida y refrescante irreverencia a la propuesta.
Por supuesto, el arte es uno de sus principales atractivos: con un trazo elegante y colores deslavados para composiciones de espíritu fotográfico, reminiscencias pinup, y el realismo en los rostros que por momentos rompe con expresividad caricatúrezca, ofrece seductoras visiones llenas de nostalgia con las que es fácil engancharse.
Así pues, como decíamos al principio, el humor es la pieza floja del mecanismo; sin embargo, eso no hace menos entretenido e interesante lo que fue este reinicio del título Betty y Verónica —publicado en México por Editorial Kamite—, que conforme pasa el tiempo cobra aún mayor sentido con respecto al replanteamiento de sus dos emblemáticas figuras femeninas.