Ilustración de policías saliendo de una película de cine
Ilustración: Cortesía Panini Comics

Rockstar Comic: Cinema purgatorio, el terrorífico placer de ser cinéfilo

Un cómic que todo aquél que se diga cinéfilo debe tener junto a su colección de películas; así es este título de Alan Moore

Escrito por
Jesús Chavarría
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A lo largo de más de un siglo de existencia, el cine ha adoptado múltiples formas para asaltar los sentidos, haciendo explotar la mente y los sentimientos de todo aquel que se lo permite. Desde las proyecciones al estilo tradicional, ya sea dentro de una carpa, una sala sumergida en el bullicio de las plazas comerciales o dentro de un placido café, hasta aquellas musicalizadas en vivo, realizadas al aire libre en parques o playas, así como en autocinemas; todas son experiencias únicas e invaluables para el verdadero cinéfilo, ese que también es capaz de disfrutarle con toda su variedad de temáticas.

Esto es algo que, por supuesto, sabe de sobra Alan Moore: sí, el mismo responsable de obras maestras como Watchmen. El autor aprovecha ese conocimiento en Cinema purgatorio, para con toda alevosía e ingenio, crear pasajes de desasosiego, manteniendo un despiadado discurso crítico de fondo a cerca de la decadencia y esplendor del cine, usando como escenario el medio con el que este arte mantiene tan tormentosos como enriquecedores vínculos: el cómic.

Para ello, la herramienta de la que se sirve el también perpetrador de Miracleman es la meta ficción. Esto quiere decir que plantea historias dentro de las historias, haciendo efectiva aquella premisa que cataloga a los filmes como armas, dada su capacidad para penetrar en lo más profundo de la psique del espectador que se sienta en una butaca con toda la predisposición de que eso suceda. Así convierte a la también llamada fábrica de sueños, en una productora de adictivas pesadillas.

En Cinema purgatorio nos presenta un mosaico de pasajes que juegan con las las estructuras y trasgrede los conceptos, al usar las referencias —del tipo de aquella sobre reloj de Charlton Heston en Ben Hur— como detonadores para reírse de la miseria humana y el tejido social. Eso es ilustrado por Kevin O’Neill, quien vaya que sabe recorrer las capas dentro de la amplitud de su registro estilístico.

Ilustración: Cortesía Panini Cómics

Entre esas capas está la que va sobre policías y ladrones, en donde la violencia se pone al nivel de la gestual exacerbada propia de la época del cine mudo. Hay también una que al estilo de los viejos seriales disecciona los códigos de las aventuras de superhéroes, haciendo de una insólita encarnación de la culpa la fuente del terror. Otra que retoma la inquietud y desconcierto que nutrían propuestas como Dimensión desconocida, para enrarecer lo cotidiano y tejer una escalofriante metáfora romántica sobre el paso del tiempo. Una más que hace literal los términos “western crepuscular” y “pueblos fantasma”, para pitorrearse de lo que fue la caída de dicho género. Y hasta la que se plantea una sofisticada adaptación de producciones clásicas tipo King Kong (1933) y El mundo perdido (1925), acompañada de una mustia narración que ofrece un tóxico retrato de la vida de los impulsores de las mismas.

Todo aderezado por irreverentes versiones de afiches fílmicos y publicaciones con menciones de icónos como Orson Wells y Marilyn Moroe, encontrando el irónico cierre en el título de una revista, Screen Regrat o Pantalla Arrepentida en español.

Publicado en México por Panini Comics, Cinema purgatorio es pues una pieza que no solo saca provecho de las posibilidades del lenguaje del mundo de las viñetas y de la pantalla grande, sino que borra los límites entre las convenciones que les definen. Todo esto para invitar al cinéfilo a dar rienda suelta a su voracidad y dejarse consumir con placer por ella, e igual que el cine, bordear la extinción y renacer una y otra vez.

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  • Qué hacer

A partir de la investigación encabezada por James Gordon, sobre el asesinato cometido aparentemente sin sentido por el Acertijo, la cual da pie a inquietantes interrogatorios, violentas pesquisas y sangrientos escapes, entregando de paso cruentas declaraciones que hacen referencia a joyas del mundo de las viñetas como Batman: Killing Joke, las cuales van más allá del simple fanservice, adquiriendo un fatídico peso dramático dentro de la trama; se desarrolla otro más de los acostumbrados y siempre interesantes acercamientos de Tom King a los rasgos patológicos latentes en la mitología de los superhéroes, en este caso la generada alrededor del vigilante de Ciudad Gótica, quien esta vez luce más despiadado, asqueado y enfermo que nunca.

Yendo y viniendo entre su pasado escolar y de violencia familiar que detonó su obsesión por los enigmas que de ser su peor pesadilla pasan a ser su estilo de vida, y su presente de retorcidas y despiadadas manipulaciones que hacen de la coacción un sangriento mecanismo que cobra víctima tras víctima y empuja a sus oponentes a un callejón del que solo hallarán la salida si trastocan de forma irremediable sus principios y abandonan sus escrúpulos, es que aquí son expuestos los orígenes de quien es conocido como el Acertijo.

Los trazos delgados que recorren como grietas las pinceladas granosas de color, sobre viñetas que se desdibujan como los límites entre la razón y la demencia, en secuencias recargadas que se pasman en ilustraciones a página completa para enfatizar el panorama desolado e infeccioso de una urbe sin salvación; son el reflejo ideal creado por el artista Mitch Gerards, para redondear la justa y enfermiza reivindicación de un villano clásico como uno de los enemigos más interesantes, infames y peligrosos del legendario Batman.

Batman One Bad Day: The Riddler es un pasaje relativamente corto pero no por ello menos brutal. Lo publica Panini Comics en elegante edición de pasta dura con un sutil toque de quinta tinta para el título, e incluye una galería de sugestivas portadas alternativas realizadas por gente como Brian Bolland, Jim Lee y Jorge Fornés que terminan por convertirle en un verdadero objeto de colección. 

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