Si bien para alcanzar el éxito, la serie Riverdale apostó por los lineamientos de fórmula correspondientes al drama juvenil y el suspenso con aire a telenovela, conservando únicamente los nombres del cómic que toma como base, al menos eso sirvió para que este terminara de consolidar una necesaria reinvención, la cual ya venía empujando desde unos años antes y que no terminaba de llevar hasta sus últimas consecuencias.
Sin duda la autoreferencia es lo que ha definido gran parte del entretenimiento durante la década que recién llega a su fin, impulsada por creativos que hacen de aquellas producciones de cine y televisión que les marcaron durante su infancia y adolescencia —vividas principalmente durante los ochenta y noventa— su principal materia prima.
No ha sido gratuito que la primera parte de la más reciente versión de It se ubicara en 1988, a diferencia de lo que originalmente sucede en la novela de Stephen King; o que la reciente Wonder Woman 84 tenga como escenario la misma época. Entre los momentos más significativos que ha encontrado esta tendencia, debemos mencionar a Ready Player One, un ejercicio de reflexión y fanservice sobre las realidades virtuales, realizado por Steven Spielberg a partir del libro de Ernest Cline; a Súper 8 de J. J. Abrams, un claro homenaje a este mismo director; y ademas, por supuesto, de la saga con la que tiene un nuevo punto de encuentro a través de su extensión en cómic, Stranger Things.
Y es que por si no fuera suficiente presentar como protagonistas a un grupo de adolescentes de un pequeño poblado, algunos de ellos provenientes de núcleos familiares fracturados —características indispensables de este tipo de conceptos—, para el pasaje que han titulado “Los chicos zombies” también recurren al juego de la película dentro de otra película. Tal y como sucediera con la serie de Netflix, aquí nos encontramos no solo con la llegada a la escuela Hawkins de un joven empeñado en realizar una película de terror, sino que ésta también gira alrededor de los zombies, criaturas que si algo han dejado en claro, es que son capaces de soportar casi cualquier tratamiento.
Ubicada inmediatamente después de lo sucedido en la primera temporada de la serie Stranger Things, el cómic se trata de una especie de “referencia a la autoreferencia”. Sin ser una genialidad ni mucho menos, funciona como pretexto para aprovechar la popularidad de la obra de los hermanos Duffer y también para explorar un poco más sobre la forma en que el atormentado Will Byers va aprendiendo a lidiar con la traumatizante experiencia de haber estado del “otro lado”, relacionando al término de “muerto viviente” con la estigmatización, aludiendo al tema de los estereotipos raciales y de paso plantea nuevamente al cine como una herramienta para procesos emocionales.
Claro, todo viene acompañado de una buena cantidad de los acostumbrados guiños a la cultura pop de finales del siglo pasado —E.T. y Tiburón se hacen presentes—, así como de estilizadas ilustraciones tipo cartoon realizadas por Valeria Favoccia (Doctor Who: The Tenth Doctor), que se enriquecen con insertos que simulan trazos a lápiz en cuadernos escolares; muy acorde para una propuesta que aunque tiene como principal objetivo el entretenimiento ligero, no por ello cae por completo en la frivolidad.
Así pues, Stranger Things: los chicos zombies, escrito por Greg Pack (Star Wars: Rebelión) y publicado en México por Editorial Panini, es un título que ofrece una refrescante variante para el transitar de la franquicia en el mundo de las viñetas, muy adecuada para iniciar este 2021, a la espera de su cuarta temporada en Netflix.