Tour contra la ceguera verde

Pinos, ahuehuetes, cipreses y sauces, algunos de los más bellos y verdes representantes de la ciudad

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Sauces
Foto: Victor Santacruz

Sauces

Llorones, pero majestuosos. No sé qué sería de Xochimilco sin estos breves árboles (sólo viven unos 50 años). Aunque es una especie importada de Asia, se insertó perfecto en paisajes acuíferos de esta ciudad, desde Cuemanco hasta Tacubaya, llegando incluso a Reforma. Disney usó esta especie para darle una abuela a Pocahontas, mientras que la medicina tradicional la usa desde hace dos siglos para obtener salicina, base del ácido salicílico (compuesto principal de la aspirina).
Cipreses
Foto: Victor Santacruz

Cipreses

Aunque son menos célebres que sus primos de otros países, como Italia, los cipreses que vemos en esta ciudad son una especie nativa del Valle de México y parientes de los ahuehuetes. Este verticalísimo defeño, también conocido como cedro blanco, es común para alinear calles y contener el viento, además de que le da un toque a muchos jardines del sur. Su madera es usada en las construcciones rústicas de la periferia. Además de su tronco resinoso, un rasgo que no falla para identificarlo son sus semillas poligonales con las que todos hemos jugado alguna vez.
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Ahuehuetes
Foto: Alejandra Alvarez

Ahuehuetes

Según su nombre en lengua náhuatl, son los “viejos del agua”. Los mexicas los llamaron así por crecer en zonas en las que el líquido era abundante, además de su longevidad. Esta especie se encuentra prácticamente en cualquier parte del país, por lo que es reconocida como el árbol nacional. En la ciudad son comunes en Magdalena Contreras, Tacubaya y Coyoacán, en los que la confluencia de varios ríos concentraba agua dulce.
Pinos
Foto: Victor Santacruz

Pinos

Es una especie nativa de México y Estados Unidos. Es una de las más valiosas del mundo por su rápido crecimiento y la calidad de su madera. Sus puntas abarrotan las vistas de varias partes del sur y poniente de la ciudad –¿ubicas San Pedro de los Pinos?– y también son comunes en Ciudad Universitaria. Desfortunadamente, muchos de sus ejemplares son recortados o sufren accidentes al crecer dentro de la ciudad, pero observar a uno de estos conos perfectamente desarrollado es como ver un monumento de 30 metros que indica el camino al cielo. Sus parientes más desafortunados son adorno en Navidad y basura en enero.
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