Existen tres cosas que más protegemos como foodies certificados: la calidad de los ingredientes, el respeto al tiempo al comer, pero sobre todo, el sabor. Este lugar los reúne de gran manera, además de lograr un lugar donde destaca la luz y la calidez en cada platillo.
La idea nace a partir de un actuario foodie y un chef con cimientos americanos, europeos y mazatlecos, Alejandro del Águila y Jaime Llano, respectivamente. Ambos conceptualizaron un espacio que enaltece la sobremesa (ningún ánimo de correrte) y el compartir alimentos (con porciones grandes).
Tuvimos la oportunidad de platicar con el Chef, el cual propone la parte marina confiando en su producto (Mazatlán), y lo fusiona con sabores europeos y de Medio Oriente.
Del desfile de platillos y cócteles, todo muy rico, los que destacaron fueron:
El tzatziki y pita, preparada a base de yogur griego, pepino, hierbas finas mediterráneas (albahaca, romero, tomillo, orégano, laurel y perejil), acompañado de pan pita hecho en casa. Es una entrada fuera de lo común, que mezcla la acidez y frescura del yogur, con la fruta, además del punch de sabor de las especias, que con el pan, permite que todo se balancee de la mejor manera en cada bocado.
Como plato fuerte, la chuleta ahumada de cerdo, acompañada con puré de camote, ensalada del chef, salsa de hongos y panceta al parmesano-tomillo. Este es uno de estos platillos complicados de entender, porque sabemos que el sabor no es para todos, pero si agarras un pedacito, lo mezclas con todo lo demás, sentirás lo mismo que Remy en Ratatouille. Además probamos el kebab de camarón, acompañado de hummus, babaganoush, tabbouleh, tzatziki, arroz libanés y pan pita hecho en casa. De este no hay mucho que decir, el chef entiende el marisco, y lo mantiene simple, exquisito.
Cómo siempre tenemos espacio para el postre, pedimos la panna cotta, servida con moras azules. Como bonus, te recomendamos acompañar tu postre con un carajillo o un expresso martini.
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