Este nuevo restaurante de inspiración mediterránea saca provecho de la bella casa del siglo pasado que ocupa, con un cálido diseño de interiores a cargo de Clara Muñoz: plantas en abundancia, lámparas de latón, sillas de madera y terciopelo verde y un romántico patio interior.
La comida es —como debe ser— de temporada, y entre lo que probamos destacan las setas rosas en penca, que no necesitan más que un baño de mantequilla para resaltar su frescura y se sirven con sofrito de kale y jugo de hongos, y los ejotes franceses con pomodoro, prosciutto y huevo pochado, con los que hay que formar un glorioso revoltijo crujiente-cremoso que se limpia del plato con la focaccia de la casa. Luego, un cordero al horno con jocoque y romesco o un pulpo con estofado de alubias y chorizo, ambos muy correctos. El postre al que hay que hacerle espacio es la delicada y aromática panna cotta de lavanda con fresas quemadas y helado de té earl grey. La carta de vinos apuesta por etiquetas mexicanas como Concierto Enológico y Hacienda La Lomita a precios razonables.
En el joven equipo de Mia Domenicca se nota la pasión por el servicio y la buena comida, y no dudamos que sigan evolucionando para bien, pues desde su apertura entraron a la lista de infalibles de la Roma.