Todo empezó con un antojo. Pero no cualquiera: uno que nació frente al mar Egeo, entre calles blancas, buganvilias en flor y cucharadas de yogur griego espeso, auténtico. Natalia Morales y Javier Ezquerro, una pareja mexicana con alma inquieta y paladar exigente, decidieron capturar ese instante —ese sabor— y convertirlo en una experiencia que hoy cruza continentes. Así nació MYKA Greek Frozen Yogurt.
“Nuestro sueño no era abrir una heladería más”, cuenta Natalia, chef pastelera formada en París y mente creativa detrás del proyecto. “Queríamos compartir una emoción, un recuerdo, una sensación de verano eterno. Que al probarlo, la gente viajara con nosotros”.
Y lo lograron. MYKA no es solo un postre: es un ritual. Es yogur griego real, elaborado con leche entera, enriquecido con kéfir, alto en probióticos y sin atajos industriales. Es respeto por la materia prima, es pastelería convertida en topping. Es una cucharada de historia con textura cremosa y sabor profundo.
La chispa de lo artesanal MYKA Greek Frozen Yogurt
El primer local abrió en Madrid. Natalia y Javier lo montaron con sus propias manos. Durante los primeros meses, cocinaban, limpiaban, atendían. De madrugada, Natalia horneaba a mano su baklava original —que no es topping, sino inspiración— y diseñaba recetas únicas con ingredientes naturales y sin artificios.
“No queríamos caer en lo fácil. “Cada topping que ofrecemos tiene una historia, un porqué”, explica Natalia. “Nos alejamos completamente del universo de toppings industriales, llenos de jarabes, colorantes y cereales ultraprocesados. Lo nuestro está más cerca de una cocina artesanal que al de un pasillo de chatarras del supermercado”.
La carta de MYKA permite más de 20,000 combinaciones posibles: crumble de chocolate con flor de sal, compota casera de frutos rojos, nuez pecana tostada, crema de pistache, fruta fresca, salsas artesanales y muchas sorpresas más. Cada mes, se lanzan dos sabores secretos que solo se revelan el primer día, generando filas y emoción entre los clientes fieles.
Un universo llamado MYKA
Todo en la tienda está pensado para transportar: las paredes blancas, los tonos azul profundo, los suelos rústicos, las cucharas de madera, las macetas colgantes. No es un lugar: es una atmósfera.
“El nombre MYKA significa ‘el que brilla’ en griego”, cuenta Javier. “Y eso es lo que queríamos crear: algo que brillara por su autenticidad, por su alma.”
El éxito fue inmediato. Hoy, MYKA cuenta con más de 150 franquicias firmadas en cuatro continentes, desde Dubái hasta Lisboa, desde Miami hasta Casablanca. Pero llegar a México —su hogar— tenía un significado especial.
“Nos lo pedían desde hace años, pero queríamos esperar el momento perfecto”, dice Natalia. “Hoy ya abrimos Polanco y nuestra segunda tienda en La Condesa. El recibimiento ha sido abrumador, y estamos profundamente agradecidos.”
El lujo de lo bien hecho
A pesar del crecimiento vertiginoso, MYKA no ha perdido su esencia: seguir siendo una marca artesanal con corazón. En cada país adaptan algunos toppings con ingredientes locales, como cacahuates enchilados con sorbete de mango y maracuyá, o almendras con matcha. Pero nunca comprometen su filosofía: sabor real, calidad impecable y emoción genuina.
“No medimos el éxito en números, sino en momentos”, dice Natalia. “Nos emociona recibir mensajes de personas que nos dicen que esto les recuerda a su infancia en Grecia, o a un viaje con alguien especial. Eso, para nosotros, lo vale todo.”
En un mundo saturado de copias rápidas y productos sin alma, MYKA es un recordatorio de que lo verdadero, lo delicioso y lo hecho con amor sigue teniendo lugar.
La vibra: la misma atención que recibes en Dubai la tendrás en CDMX. De inmediato las paredes o colores te llevan al mar griego en una tarde de verano.
El plato: más de 200 combinaciones hacen que sea dificiíl decantarse por alguna, pero pide el crumble de chocolate con flor de sal.
La bebida: Si hace calor, sorbete de mango, si está lloviendo, pistache o nuez pecana como topping.
Time Out Tip: pregunta por el sabor de temporada.