Cuando Antonio Skármeta escribió Ardiente paciencia no imaginó que sería la obra que lo consagraría como una de las joyas de la literatura latinoamericana. Él mismo adaptó su trabajo al cine y al teatro para que naciera El cartero. Esta versión escénica llega a México con los dos primeros actores Ignacio López Tarso y Helena Rojo.
El propio López Tarso nos contó que su interés por Pablo Neruda surgió luego de que él mismo grabara en una vieja máquina de casete el poema Canción de gesta, que había escrito el poeta en apoyo a la revolución cubana y a Fidel Castro.
Aunque López Tarso está lejos de parecerse físicamente al poeta (que era calvo, de baja estatura y gordo), su interés por representar al personaje va más allá, pues busca crear con su caracterización un retrato simbólico de su manera de pensar, declaradamente de izquierda; así como su profundidad poética.
Como tal, la puesta no se aleja de la película: La historia de Mario, un joven que no quiere seguir los pasos de su padre, un humilde pescador. Sin embargo, su ciudad no ofrece muchas alternativas, así que decide convertirse en el cartero del lugar.
Al tiempo de la afrenta cotidiana de Mario, Pablo Neruda vive con su esposa en un exilio voluntario, y ya que son prácticamente los únicos que recibían correspondencia en ese pequeño pueblo de analfabetas, Mario los visita casi diario para dejarles correspondencia.
Entre ambos surge una amistad alrededor de las palabras y la poesía. Mario se enamora de Beatriz Ruso y pide consejo al experto poeta para conquistarla. El cartero termina por hurtar los poemas que Neruda dedicaba a su mujer para enamorar a Ruso. Neruda decide no molestarse, y al contrario, se convierten en cómplices.
La obra está aderezada con hechos reales, como la invitación que recibió el poeta para ser presidente de su país y que declinó para dejarle el camino libre a Salvador Allende; o el triunfo y muerte del político tras el asalto a la Casa de Moneda en septiembre de 1973, curiosamente mismo mes y año que murió Neruda.
El Cartero se monta bajo la tutela de su director Salvador Garcini, quien ha dirigido también televisión y cine, con películas como La cabeza de Buda o la puesta La exhibicionista. La mancuerna la completa Daniel Gómez Casanova, un teatrero experto con montajes como La retirada, Bajo cero, Pájaro negro y Purgatorio.
Un elenco de primera estatura y una historia probada hacen una fórmula a primera vista redonda que sólo debe mantenerse al margen del melodrama telenovelero.