Mientras volamos hacia Acapulco nos preguntamos en qué condiciones vamos a encontrarlo, los daños y escombros que dejó Otis, el ciclón tropical más fuerte que ha tocado tierra en las costas del Pacífico mexicano y el primero en hacerlo como huracán de categoría 5, tienen que seguir siendo evidentes.
Desde que bajamos del avión, notamos cambios en el paisaje, la mayoría de las palmeras se ven ‘pelonas’ y hay algunos fierros amontonados en el área, lejos de la pista del aeropuerto pero visibles de todas formas. Quien nos recibe se disculpa porque vamos a salir por una puerta que ha sido improvisada.
Mientras recorremos Boulevard de las Naciones el paisaje empieza a apretarnos el corazón; por un lado, decenas de comercios destruidos, montones de escombros apilados y palmeras que se ven bastante tristes; sin embargo, quienes no lucen tristes son los lugareños que tenemos a la vista; los taxistas que han vuelto a tener pasaje, aquellos que atienden pequeños puestos de comida ya tienen comensales, y los empleados del hotel que nos recibe: Brisas, han preparado mariachi para festejar nuestra llegada, pues somos sus primeros huéspedes desde el huracán.
Aunque nos cuentan que algunas casitas (el tipo de habitación que ofrece el hotel) aún están en reparación, ya han logrado reabrir más de la mitad para el 15 de diciembre.
“Tres días después del huracán hubo una conversación entre el ingeniero Antonio Cosío, nuestro presidente y director general, Jaime Jaramillo, nuestro director de operaciones y tu servidor”, me cuenta en entrevista Ricardo Suárez, el Gerente General del hotel Las Brisas Acapulco, “Nos preguntaron cuándo abríamos y nuestra respuesta fue, si nos mandan el recurso; es decir el poder humano, el 15 de diciembre. Ellos cumplieron y nosotros también. Abrimos con un 70% del inventario disponible, y tenemos un compromiso muy fuerte de estar al 100% para mediados de febrero, para el Abierto Mexicano de Tenis”.
Mientras hacemos el check in, las caras de agradecimiento de los empleados me recuerdan aquellas que veíamos en verano de 2020, cuando, después de meses de encierro por la pandemia, los hoteles volvieron a abrir sus puertas con las respectivas medidas de seguridad. En Acapulco las medidas han sido distintas, pero las ganas y el compromiso de los acapulqueños que trabajan en la industria turística es de admirarse.
“Mis respetos para nuestros colaboradores, días después del huracán se venían caminando desde la Costera, subían caminando a la escénica, haciendo 4 o 5 horas de trayecto. El apoyo de nuestro corporativo, Grupo Brisas, también fue increíble, no tengo palabras para describirlo, porque en cuestión de una semana ya teníamos aquí cuatro empresas trabajando, a más de 300 hombres en la propiedad. Si no hubiese sido por ese poder de reacción, no estaríamos abriendo mes y medio después de un huracán categoría 5. En total aquí trabajaron más de 500 personas, 7 días a la semana”, rememora Ricardo.
Después de recorrer el lobby, que está en perfecto estado, me llevan a mi ‘casita’, que además de habitación, minibar, baño y todas las amenidades, cuenta con su propia alberca, que también lucen perfectamente limpia y lista para usarse.
“(Tras el huracán) el hotel quedó con los pies para arriba, con mucho daño por el viento; sin embargo, la estructura es muy sólida, por eso todas las casitas que están hechas con concreto, la verdad no sufrieron, lo que sufrió fue cancelería, y al romperse la cancelería el viento hizo sus estragos”, relata Ricardo.
Si bien áreas como el gimnasio y el Spa siguen en proceso de reparación, el hotel actualmente ofrece masajes ‘a domicilio’ (en las habitaciones o terrazas); los centros de consumo también están listos. Otra área que vale la pena visitar es La Concha, donde además de restaurante y piscina de agua dulce, hay una gran alberca que conecta directo al mar, por lo que pueden verse peces y otras especies.
Para salir a explorar Acapulco, nos cuentan que ya hay varios restaurantes y bares abiertos y que incluso ha empezado a regresar la famosa vida nocturna.
“Tuve la oportunidad de pasar por La Costera y me dio gusto ver que ya hay actividad por la noche; también vi los restaurantes y bares con mucho movimiento, por todos lados había gente. Las playas las he visto limpias, no podemos decir que Acapulco está al 100%, pero sí qué está divino porque todo está limpiecito. Las vialidades están 100% operativas, ya hay luz, agua, teléfono, ya estamos reactivados”, enfatiza Ricardo.
El amor por Acapulco
Después de unos días de reflexión y de escape del frío de la CDMX nos preparamos para dejar el hotel, que sin duda nos hizo pasar unos días idílicos recordando la belleza de Acapulco.
En el trayecto de regreso al aeropuerto, Jesús, un taxista y guía que lleva viviendo toda su vida —más de 60 años en el puerto— me cuenta que aunque nunca había visto un huracán de la magnitud de Otis, tras los daños a su casa en un fraccionamiento cerca de Playa Diamante, entre sus vecinos se fueron ayudando para instalar ‘talleres’ y poder reparar sus hogares, especialmente cambiar los vidrios, que trajo un vecino de su tienda en Puebla.
Jesús me pregunta que si quiero ver su casa, queda camino al aeropuerto, accedo gustosa. Ahí, los departamentos reflejan un poco de lo que hemos visto en el destino, unos edificios están más dañados que otros; algunos cuentan con trabajadores que siguen arreglándolos y otros mantienen el daño, esperando poder cobrar el seguro, o reunir el dinero para repararlos.
Luego de que sus trabajos se vieran afectados, las hijas de Jesús se irán a vivir a otro Estado, pero él y su esposa se van a quedar no solo para terminar las reparaciones, sino por el verdadero amor que le tienen a Acapulco. Me parece que esa pasión realmente distingue a los acapulqueños: su actitud resiliente y su determinación para seguir adelante. Acapulco está lejos de estar al 100 por ciento, pero está de pie y listo para recibir visitas; y eso, por el momento, es suficiente…