Fátima Miranda
Foto: Alejandra Carbajal

Entrevista con Fátima Miranda

La cantante y poeta visual nos habla de Albórbolas, obra sobre la migración y la violencia de género

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¿Qué significado tiene en este concierto la palabra albórbolas?
Es un tipo de emisión vocal de volumen muy intenso. Hay varios tipos de albórbolas. Es una forma de comunicación de larga distancia de montaña a montaña o entre pastores. Me interesa en todos los sentidos, porque siempre es algo que hace referencia a una profunda comunicación. En los países árabes este grito es privativo de las mujeres como una manifestación de celebración y fiesta, pero también es de protesta.
Albórbolas tiene que ver con todo. Hay una pieza en particular a la que yo le di este título y que está dedicada al tema de inmigración y de género.

¿Cómo surgió esta obra?

Me encargaron un concierto en Madrid para una Noche en blanco en el Templo de Debod. Me pregunté: "¿Qué hace una mujer de Salamanca cantando en un templo egipcio en el centro de Madrid?". Era el momento de componer una obra con un paisaje sonoro madrileño. Entonces salí a la calle con mis micrófonos, como si yo fuera barriendo sonidos. Fui por las zonas donde el fenómeno de la inmigración es más sensible. En el barrio de Lavapies, una zona donde yo vivo, te encuentras con muchos inmigrantes de Pakistán, India, Latinoamérica y Rumania. Es un fenómeno que ha aumentado en la última década. Cualquier realidad social nueva, genera una nueva realidad sonora. Finalmente, fui a la zona del Templo de Debod para cerrar el círculo. Estaba mirando el estanque, grabando el agua y a los tres minutos apareció una mujer marroquí y comenzó a contarme una historia de maltratos. Le dije: “Discúlpame, te estoy grabando y no quisiera utilizar esto sin tu permiso. Ahora mismo puedo pararlo y seguimos charlando. No quiero que te sientas utilizada”. “No, sigue, esto se tiene que saber”, me respondió.

Albórbolas
es una especie de antología de otros conciertos como Las voces de la voz, Concierto de canto, ArteSonado y Cantos robados. ¿Cómo se conjugan el paisaje sonoro, las emisiones vocales y el video en esta obra?

Primero compuse el paisaje sonoro y después grabé mi voz solista. Comencé a tejer mi voz con la de la mujer marroquí que encontré en el Templo de Debod, donde se produjo una situación muy curiosa. Cuando estábamos hablando, su hijo me dijo: “Mi mamá se llama Fátima. Tú, ¿cómo te llamas?”. “Me llamo Fátima”, contesté. “¡Fátima, como mi mamá!”. Fue muy bonito. En la obra se produce también una sincronía muy hermosa. Voy tejiendo la voz por encima y por debajo con mi técnica vocal.

Fue después de estrenar la pieza sonora, que me pedía algo visual. Entonces decidí hacer un video para esta obra. La parte fundamental es una serie de caras de mujeres, estáticas y reflexivas, a las que les pasa algo por dentro. No hay gesticulación. Sólo abren y cierran los ojos.

¿Cómo percibes la relación del espectador frente a este poema visual y sonoro?
Cuando llego al escenario estoy fenomenal. Es como un acto elegido de soledad. Estoy preparada para que llegue mi mejor y más deseado amante al que no veo desde hace mucho tiempo. Te estás poniendo más guapa. Estás lista para darlo todo y recibirlo todo. En esencia, mi amante es ese público que me requiere, me sugiere el máximo respeto y para el que me preparo.
Pienso muy bien las dramaturgias para ir llevando al público. Se crean en el concierto unas atmósferas que evolucionan de lo contemplativo, meditativo, calmo y tranquilo hacia situaciones melancólicas, dramáticas, tristes, irónicas, hilarantes y, poco a poco, divertidas. Hay un terreno de receptividad que es virgen sobre lo que yo hago y será leído de maneras distintas.

Así como te ocurrió con Madrid, ¿a qué te suena la Ciudad de México?

Es frenética, en un sentido de frenesí. Es una ciudad tan variopinta y tan ruidosa como Madrid. Paseé por Xochimilco al atardecer y se escuchaban los pájaros, me pareció que puede ser homologable al estanque de esta mujer que empieza a hablar en una zona donde sólo se escuchaba el agua.
Hay paisajes sonoros extremos en una misma ciudad. La cuestión no está en que tenga sonidos comunes con Madrid, sino en cómo sale el oyente a escucharlo, con qué actitud viene uno al concierto o con qué actitud vas a un río. Le diría a la gente que venga a Albórbolas con oídos que ven y con ojos que escuchan.

Albórbolas. Museo Universitario del Chopo. Vie 25 de abril, 8pm. $120.

Alborbolas from Fátima Miranda on Vimeo.

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