Ai Weiwei llegará al MUAC en CDMX
Foto: Julia Nimke/Time Out New York

Ai Weiwei, la libertad como derecho a cuestionarlo todo

A propósito de la exposición Restablecer memorias del MUAC, aquí un recorrido por la carrera del artista chino

Escrito por
Javier Sánchez
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Libertad. Es lo primero que viene a la mente cuando pienso en la acción de restablecer algo. Podría decirse que es un lugar común; sin embargo, recuerdo que ese derecho inalienable es apenas un sueño para millones de personas. Todos ocasionalmente nos engañamos pensando en nuestras libertades como algo dado: la historia demuestra que no es así. Y si no es la historia, entonces el arte mismo funciona como despertador, provocador y herramienta de análisis del  entorno mismo. “La libertad consiste en nuestro derecho a cuestionarlo todo”, confirmó Ai Weiwei (China, 1957) hace 10 años y así, en una breve oración, podría resumirse una vida entera dedicada al arte y al activismo.

Nacido en una familia de escritores perseguidos por Mao Zedong —fundador de la República Popular China—, Ai Weiwei vivió y se formó entre China y Estados Unidos; profundamente influido por las dolencias de su país natal y por el país del norte, donde absorbió la cultura local y su relación con el arte. Su trabajo cada vez se tornó mucho más crítico y llamó la atención de la cúpula política por su postura desafiante, pronto se convirtió en enemigo del Estado y su ideología antidemocrática.

En el universo estético de AiWeiwei no hay distinción entre arte y política o, mejor dicho, todo arte es político. “Hago activismo justo para defender mi arte, por mis derechos esenciales. Para protegerlos me convertí en un activista y eso es inseparable de mi trabajo. El arte necesita protección, así como la libertad de expresión. Por medio del arte genero un discurso y a través de este puedo continuar con mi trabajo”, detalló en entrevista para Time Out London.

Foto: © Ai Weiwei/Cortesía Time Out London

En su quehacer artístico nada es sagrado, todo está sujeto a debate, señalamiento y reinterpretación. Esto queda demostrado al observar algunas de sus piezas más controversiales como sus estudios de perspectiva o el performance Dropping a Han Dynasty Urn, en el que dejó caer una urna ceremonial de la dinastía Han de dos mil años de antigüedad; la acción quedó plasmada en una serie fotográfica que atrae miradas dondequiera que se le exponga. Es un acto a contracorriente, pone en entredicho el papel del artista como “creador de cosas” para convertirlo en “destructor”, y el de la tradición milenaria como “herencia cultural” para señalarla como atadura o mercancía.

Su arte no es un fin en sí mismo, sino el comienzo de los debates que necesitamos desesperadamente en la esfera social contemporánea. 

Recomendado: Exposiciones de arte contemporáneo en la CDMX.

TRES PIEZAS PARA ENTENDER SU ARTE

Study of Perspective (1995 - 2017)
Foto: © Ai Weiwei Studio

1. Study of Perspective (1995 - 2017)

Fotografías de edificios y sitios históricos precedidos, en primerísimo plano, por el dedo medio extendido del artista. El poco interés formal por valores como la composición recuerda a las fotografías de turistas y el desafío de la seña obscena invita al espectador a repensar su relación con las estructuras desde las cuales se ejerce el poder político, económico y cultural.

Coloured Vases (2006)
Foto: © Ai Weiwei Studio

2. Coloured Vases (2006)

El valor de los objetos antiguos y su relación con el presente como guía para el futuro está en juego en esta controversial obra en la que el artista tomó urnas de la Dinastía Han y las sumergió en pintura industrial. No toda la superficie se ve cubierta por los brillantes colores producidos en masa, aún pueden percibirse los dibujos originales en los jarrones. Con esta superposición de tiempos, Ai cuestiona los motivos detrás de la Revolución Cultural de su país y parece concluir que la historia nunca puede borrarse por completo.

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Sunflower seeds (2010)
Foto: © Ai Weiwei Studio

3. Sunflower seeds (2010)

Quizá su trabajo de mayor impacto y de los más poderosos por adoptar el trabajo manual por encima de la mecanización. Para esta instalación el artista empleó a cientos de artesanos de la ciudad de Jingdezhen —famosa por su porcelana— para producir millones de semillas de girasol. Estas pueden observarse como un todo unificado y, después de una inspección cercana, como millones de objetos individuales que merecen ser vistos por separado: nos muestra los matices de los acontecimientos políticos, económicos y culturales de China.

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