¿Qué tienen en común la paleta de un pintor y una fiesta? Ambas describen el homenaje a uno de los artistas mexicanos más destacados, Chucho Reyes Ferreira. La herencia de este personaje, quien falleció hace 40 años, llenará de color las paredes del Museo del Palacio de Bellas Artes con obras que trascendieron en el mundo del arte popular.
Chucho Reyes. La fiesta de color es un recorrido a través del acervo cultural del tapatío distribuido en cuatro núcleos: el primero, Color y Materialidad, explora los trabajos sobre papel de china, técnica que fue el sello característico de Chucho; él mismo elaboraba pigmentos y adhesivos para barnizar el papel.
El segundo núcleo, Influencias y Enseñanzas, habla sobre la relación de Reyes Ferreira con el resto de los grandes maestros: Guadalupe Posada, Clemente Orozco y Georges Rouault influyeron en el arte del jalisciense en cuanto a trazo e ilustración. Luis Barragán y Mathias Goeritz plasmaron las explosiones de color de Chucho a través de la arquitectura.
Cráneos, esqueletos, serpientes, tigres y más conforman Muerte y Bestiario, el tercer núcleo, una mirada ingenua y graciosa a temas de muerte y animalia. El cuarto núcleo se titula Lo místico y lo profano y abarca retratos de monjes, santos, ángeles y demonios inspirados en la escena religiosa.
Este asesor de la gama cromática de las Torres de Satélite tiene mucho que festejar al lado de un público deseoso por indagar en la tradición pictórica mexicana.