Lo mejor de ir a un bar nuevo es que nunca sabes qué esperar, mucho menos cuando la entrada al lugar parece simplemente la puerta de un garage adornada con un Rambo de neón. Descubrir la carta no definitiva, aún impresa en una hoja bond, te hace sentir como en un experimento, como parte del inicio. Eso no quiere decir que la propuesta no sea clara, aquí tienen muy claro lo que quieren decir, el menú habla y habla muy fuerte y explosivamente.
La barra metálica y los espejos al fondo son una evocación a la felicidad cantinera de siempre. Ahí puedes tomarte un coctel clásico, o lanzarte como granada a la aventura de los tragos de la casa. Nosotros probamos el Cognac Agrumes, inspirado en un clásico de la ciudad francesa del mismo nombre, con sabores cítricos y coronado con un merenguito, un “quitased” efectivo; y el Frontera, una “Coca Cola” hecha en casa con bourbon, vainilla, mate y limón, cuya efervescencia le dará chispa a tu noche.
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Pero quizás el que más nos sorprendió fue el Miriam, hecho para los amantes del coctel seco, y para los guerreros que preferimos que nuestro trago no esté rebajado ni con agua mineral; tequila, mezcal y sake con un toque de rábano y sandía que te agarra la lengua y no te la suelta hasta que llegas a tu casa, una bomba, en el mejor sentido de la palabra.
Si quieres probar la comida, no llegues tarde, porque la variedad en el menú es asombrosa: pescado y ostras, elote con mayonesa reloaded, pero como buena amante de la carne, para mí el tartar de cordero fue la mejor elección. Un buen tartar no se puede hacer sin buenos ingredientes y éste los tiene, la carne se deshace como mantequilla, el yogurt con aceite de oliva y el perejil y el cilantro criollo, hacen un platillo equilibrado y delicioso, corran a probarlo.
Pink Rambo se suma a las interesantes propuestas que van naciendo en la ciudad, la carta y el espacio son divertidos y juguetones, ¿los precios? Impensables para la Santa María la Ribera de hace dos años, pero no está mal para cuando caiga el aguinaldo.
— Aura Mendoza
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