La diversidad gastronómica ha cobrado importancia como nunca. Cuando salimos a comer ya no nos hacemos la pregunta de siempre, "¿a dónde vamos?". La interrogante se ha ampliado. ¿Qué se te antoja? ¿Italiana, árabe, polaca, china, norteña, mariscos? ¿Quién es el chef? ¿De quién es el restaurante? ¿Quién te lo recomendó? Todas estos cuestionamientos nos dan coordenadas de lo que queremos porque ya no se trata sólo de comer.
Cada vez más jóvenes chefs, emprendedores, diseñadores, arquitectos, artistas y empresarios han unido fuerzas para crear conceptos contundentes que no sólo impactan por la novedad y sabor de los platillos, sino por la planificación del espacio, diseñado para aumentar la experiencia en torno a la comida.
La Ciudad de México es cosmopolita, puedes degustar todo tipo de comida, elaborada con los más altos estándares de calidad mundial. Lo mejor de nuestra cultura culinaria es que lo mismo podemos asistir a un restaurante de manteles largos que a cantinas, fondas o al puesto de la esquina por quesadillas azules. Eso nos da valor. Los defeños somos arriesgados y arraigados.