Se supone que es un espacio de inspiración para artistas, rodeado de piedra volcánica y con terraza. Está dentro del Museo Universitario de Arte Contemporáneo –a su vez, parte del Centro Cultural Universitario–, lo que no le impide operar en días y horarios en que las salas de exposición, cines o teatros permanecen cerrados. En servicio a partir de las 8am, por lo que es ideal para comenzar el día con una rebanada de pastel. Su carta va más allá de la de una cafetería, aunque el café es bueno. Destacan la sopa de verduras con mejorana, la hamburguesa angus (con discreta salsa tex-mex) y los tacos de camarón con salsa molcaje-teada; es decir, verdaderas opciones de comida amigables con el bolsillo (cada uno de estos platillos ronda los 100 pesos). Para beber, las limonadas nube siete, con jamaica o mora azul, son muy refrescantes. Evítalas si no te gustan las bebidas con agua mineral gasificada. El punto negativo podría ser el ser vicio, no te asustes si al llegar a tu mesa encuentras las migajas que dejaron los anteriores comensales
Por necesidad, comodidad o praxis. Por no dejar. Por placer. Cualquiera podría aventurarse a continuar la experiencia de visitar un museo en su cafetería, o esperar al acompañante a esa práctica frente a un amargo y humeante café. En algunos casos, vale la pena y sorprende. En otros es mejor ahorrarse la estupefacción, pero lo que definitivamente debería estar prohibido es no visitar el museo.