Cosas que no hacemos
Foto: Cortesía de la producción
Foto: Cortesía de la producción

Cosas que no hacemos, la historia de la adolescente trans Dayanara

Entrevista con Dayanara Cisneros y Bruno Santamaría sobre esta película LGBTTTI

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El sueño de Dayanara Cisneros es salir vestida de mujer. Él sabe que es gay, pero más allá de eso, quiere portar un vestido, maquillarse la cara, soltarse el cabello y salir por las calles del pueblo. Por otro lado, Bruno Santamaría es cineasta y, un día, encontró sentado a Arturo (Dayanara) en la cancha de El Roblito, un poblado escondido entre manglares en Nayarit, en la frontera con Sinaloa. Al capturar la imagen, no se imaginó que estaba frente a la protagonista del filme Cosas que no hacemos.

El documental cuenta las historias que rodean a El Roblito, un poblado en donde las calles no están pavimentadas y los pies descalzos de los niños inundan el lugar. Las risas de ellos, sus juegos y la manera en que la infancia crece es uno de los objetivos de la película. Sin embargo, resalta la vida de Dayanara Cisneros, quien guarda un secreto. La cinta crea una especie de tensión para los espectadores y, en su momento, lo fue para los creadores. Platicamos con Dayanara y Bruno para que nos dieran los detalles de este filme.

¿Cómo surge la necesidad de contar la historia de El Roblito? ¿Cómo llegas aquí?
BS
: Fui a Sinaloa y en una lanchita iba con unos niños y uno de ellos me contó que había una comunidad que se llamaba El Roblito, en donde cada Navidad Santa Claus pasa volando y entrega dulces a los niños. Esa imagen me emocionó muchísimo, por lo que inmediatamente fui hasta allá.

La primera imagen de la película es justo esa: Santa Claus aventando dulces, pero los niños se aprecian muy libres, no les molesta la cámara, ¿cómo fue tu acercamiento con ellos?
BS
: La primera vez que visité El Roblito tomé dos o tres fotos a los niños en general y una a Dayis, que estaba sentada al lado de los niños que están jugando. Después empezó este proceso de dar a conocer lo que estábamos haciendo y por eso creo que fue importante dar clases de video, mostrar películas y hacer un cineclub. Se fue haciendo cotidiano y se fue creando un cariño; fue un proceso muy bonito.

En el documental se cuenta el proceso de Dayanara para que pueda cumplir su sueño, ¿cómo llegaste a esa historia?
BS
: Siempre estuve muy de cerca con la familia de Armando, y durante todo este proceso conocí a Dayis. Su mamá me preguntaba cosas sobre mí y un día le compartí que soy gay, que mis padres no lo sabían y que tenía un novio a escondidas. Ella me decía que por qué no le compartía a mis papás el tema. Le transmití mis miedos de poder llegar a lastimarlos y ella me dijo que nada les iba a lastimar más que el secreto; que ellos se dieran cuenta que no tengo confianza en ellos. Dayis, quien desde los 12 años vivía en el pueblo como un chico gay, al día siguiente habló conmigo y me dijo: “Bruno, yo también tengo un secreto: yo no solo soy gay, tengo el sueño de vestirme como mujer”.

Cuando llegó Bruno a la comunidad, ¿qué pensaste? ¿te imaginaste el resultado?DC: Fue algo súper extraño, que una persona llegara al pueblo con una cámara y que grabara todo lo que hiciéramos. Entonces era algo un poco incómodo, caminar y que la cámara fuera detrás de ti. Pero porque las personas te miraban a ti y decían: “¿ellos qué están haciendo?”. Fue cuando las personas entendieron que nos estaban grabando que todo se tornó un juego con la cámara y se convirtió en un documental que para mí es algo genial, porque creo que nadie del pueblo se lo esperaba.

Dayanara, ¿cómo te sentiste el día que les compartiste a tus papás el secreto, porque en la cinta se percibe la emoción y tensión?
DC
: Más allá del miedo con mi familia, era más al salir a la calle, porque hay personas que te critican y qué te dicen: “ay no, mira ésta se viste de mujer y no parece”, “mira ésta loca” Entonces era más miedo al salir como trans, que decírselo a mis papás porque de una forma u otra yo sabía que ellos lo iban a aceptar. Creo que pasa mucho que las mismas personas de la comunidad LGBT, nos criticamos mucho.

Bruno, ¿cómo fue capturar ese momento tan tenso entre la familia?
BS
: Una de las pocas cosas claras que tenía al principio, cuando no conocía ni a Dayanara ni El Roblito, era que quería hacer una película que permitiera sentir emocionalmente el proceso de crecer. Quería poder estar cerca de alguien que nos dejara filmarlo para compartirlo y construir una experiencia que permitiera estar ahí y acompañar emocionalmente. En una fiesta, la cámara está viviendo las cosas que estamos viendo en la pantalla: ese era mi propósito; hacer sentir, más que entender. Todo lo que implicó estar ahí, si nosotros lo vivíamos como cineastas, pensábamos que quizás el espectador podía también sentirlo.

Por desgracia en la película quedó registrado un hecho de violencia, en apariencia ajeno al relato central, ¿por qué era importante para ti dejarlo?
BS
: Sucedió en una fiesta. Tenía como 35 o 40 años que no pasaba en El Roblito algo así. Para nosotros era importante que estuviera en la película, porque es una historia que sucede en pueblos y ciudades de México y América Latina. Luego los niños en la fogata hablan de esto y se vuelve parte del imaginario para empezar a sanar el miedo. Para mí era importante decir: contaré un secreto, luego pasa este suceso inesperado y hay una pausa, una tranquilidad, pero Dayanara sigue con su propósito. Es decir dentro de la película está la violencia que implica tener que guardar secretos por miedo a las habladas y las burlas de las personas.

Cosas que no hacemos. Estreno: Viernes 25 de junio.

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