Este luchador es oriundo de Villahermosa, Tabasco. Cuenta con 22 años en el ring, de los cuales 10 ha sido como exótico. A la par de su formación como deportista estudió la carrera de educación especial. Su primer contacto con la lucha libre fue por parte de su mamá “En los ochenta se vivió un boom de la lucha libre. Un día fui con mi madre (que es fanática) a una función del Vampiro Canadiense, quedé impactado porque era un luchador sin máscara, algo diferente a lo que había visto”. Fue así como nació su amor por este deporte.
Además de tacos, mariachis y tequila, la cultura mexicana es famosa por la lucha libre. Cómo no amar las vistosas máscaras, las elaboradas acrobacias y los pequeños luchadorcitos que, sin importar el tamaño, reparten garrotazos al por mayor. Una figura importante dentro del deporte del pancracio son los exóticos: luchadores profesionales que se caracterizan por sus atuendos con plumas y lentejuela, sus movimientos amanerados y ser abiertamente homosexuales (aunque no todos lo son).
Sus inicios se remontan a los años cuarenta con luchadores como Gardenia Davis, Sergio el Hermoso y el Bello Greco, los cuales sentaron las bases de los luchadores exóticos: movimientos afeminados, interacciones con alto contenido sexual, besos al oponente y atuendos extravagantes, aunque para esa época todo se quedaba en el ring simplemente como un “show”. Para los ochenta, este tipo de luchadores se volvieron clásicos y tuvieron la oportunidad de aceptar abiertamente su preferencia sexual, lo que paradójicamente convirtió a la lucha libre mexicana como un deporte de machos musculosos amigables con la comunidad LGBTTTI.
Actualmente los exóticos son la sal y pimienta de la lucha libre y no puede haber ningún encuentro sin su participación. Platicamos con algunos de ellos, conoce su historia aquí.