No me llamo puto, lencha, maricón, sidoso, travesti, joto, jota
Foto: Cortesía

No me llamo...

De la ofensa a la reapropiación. Personas de la comunidad LGBT+ nos cuentan su experiencia con algunas palabras incrustadas en nuestra lengua

Escrito por
Alberto Cervantes
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Reapropiarse del lenguaje es una herramienta poderosa de la comunidad LGBTTTI+, que a lo largo del tiempo ha sido estigmatizada y señalada con frases que están incrustadas en nuestro lenguaje y nuestra forma de expresarnos. Palabras como maricón o joto cada vez pierden más fuerza como insultos, hoy, podemos notar que algunas personas se han reapropiado de dichos términos y los utilizan incluso como motivo de orgullo. Es por eso que, personajes de la comunidad LGBTTTI+ nos contaron su experiencia con algunas palabras y cómo las resignificaron.

Recomendado: En busca de un lenguaje igualitario para la comunidad LGBTTTIQ+.

NO ME LLAMO...

PUTO
Foto: Cortesía Alex Toledo

PUTO

Alex Toledo/Psicólogo y escritor

En México no creo que haya ningún homosexual que se haya salvado de la herida que provoca la palabra “puto”, al menos yo no.

Podía soportar “marica” y cualquiera de sus derivados. Incluso “joto”. Pero “puto” me daba miedo, sobre todo en primaria y secundaria, porque significaba que quien me lo gritaba, realmente era alguien malo y me detestaba, así que corría peligro. Con el tiempo, claro, aprendí a defenderme y no me quedó de otra más que romper algunas narices. Ahora me he empoderado en otras cosas y fortalezas, que me hacen no darles importancia a los insultos, en ocasiones hasta me burlo de ellos. Eso mismo es lo que a través de mi trabajo trato de enseñar a otres: que jamás permitan que ninguna palabra u ofensa les quite su poder, como estuvieron a punto de quitármelo a mí. Ser quienes somos está bien. Siempre.

TRAVESTI
Foto: Cortesía Eva Blunt

TRAVESTI

Eva Blunt/Dj y Drag

Años después de abrazarme como gay, decidí dejar atrás todo complejo con respecto a lo que significaba lo masculino y femenino y disfrutarme sin etiquetarme por lo que usara ocómo me viera o expresara. Para muchos de masculinidad frágil, esto hacía que vieran la oportunidad de señalarme como “travesti”. Y sí, para cualquier mente reprimida, se ignora que efectivamente el drag es una rama del travestismo en donde se busca jugar con las prendas y la estética sin ver las cosas como “de niño o de niña”.

Así le das la vuelta a una palabra; sintiendo orgullo y felicidad de ser un “travesti maricón” que es feliz y que deja a otros ser felices. Y que, no obstante, soy mucho más que eso: Soy un hijo, soy un hermano, soy un licenciado, soy un profesionista, soy un artista, soy un padre perruno, soy una drag queen deliciosamente sensual, soy un amigo leal, soy un esposo amoroso y todo lo que se me vaya cruzando en el camino. Porque no somos un adjetivo. No somos tan solo un blanco y un negro; somos una preciosa gama de colores y es por eso que en este gran momento del mundo en el que las minorías y los oprimidos estamos levantando la voz, se debe hacer conciencia del impacto de nuestras palabras y la responsabilidad humana y civil de nunca fomentar discursos de odio: VIVIR Y DEJAR VIVIR.

El drag es vida y lo recomiendo ampliamente, aunque sea una vez, para todos en el mundo.

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LENCHA
Foto: Cortesía Itzel Aguilar

LENCHA

Itzel Aguilar/Locutora

Sí, soy lencha. Eso dije cuando hace algunos ayeres, al iniciar mi programa de radio me dijeron que no usara la palabra para referirme a las mujeres lesbianas porque era muy ofensiva.

Hoy me siento muy orgullosa de ser lencha. Pudimos sortear el acoso y la ofensa de esa palabra, usada como arma para violentar, y transformamos el significado por uno de orgullo y reivindicación. El estigma de la palabra lencha y lesbiana, cargada de una violencia cultural, ha hecho que durante años sintamos esta lesbofobia interiorizada, expuesta en miedos, inseguridades y pena; sí, nomás por la palabra, por ser esas mujeres que no encajamos y perdemos nuestro valor en la sociedad por relacionarnos con otras; por no ser lo que tendría que ser. Sí, soy lencha y llamar a las pares como iguales es quitarle las balas a cada grito en la calle y declararme visible, decir que existimos y estamos en todos lados.

MARICÓN
Foto: Cortesía Charlie Dos Veces López

MARICÓN

Charlie Dos Veces López/Sociólogo

Por esta palabra obligaron a mi mamá a llevarme al psicólogo en la primaria, bajo amenaza de expulsarme, pues no era “normal” que tuviera comportamiento “delicado”, “bonita letra” y voz de niña, a los ocho años.

Con el tiempo lo he comprendido de otra manera, para darle un sentido político. Lo maricón sí es opuesto a lo masculino y querría decir que no solo es opuesto, sino que se opone a ello, como ejercicio de resistencia. Maricón es un discurso del cuerpo que desmorona el cuerpo de alguien percibido como hombre, para desobedecer el adiestramiento machista.

Sí, soy maricón y no quiero ser ese hombre, ese macho violador y acosador, transfóbico, transmisógino, homofóbico, misógino, violento y discriminador. Estoy orgullosx de mis torcimientos, de mis amaneramientos.

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SIDOSO
Foto: Cortesía Alaín Pinzón

SIDOSO

Alaín Pinzón/Activista

La primera vez que escuche la palabra “sidoso” fue a mis 12 años… Con el tiempo, a partir de esa palabra empecé a sentir mucha incomodidad, mucha rabia, pero también mucho miedo. Miedo a que algún día yo muriera y dijeran que me lo gané por “sidoso” y por “puto”…

Compañeros y yo organizamos una protesta afuera de las instalaciones del IMSS en la CDMX, en pleno Paseo de la Reforma, protestamos por el desabasto de medicamentos antirretrovirales en esa institución… Lo que no sabíamos era que ahí, en las oficinas administrativas de una institución supuestamente dedicada al cuidado de la salud de la ciudadanía, nos iban a gritar “se están cortando los sidosos” —habíamos estado usando aerosol rojo para similar sangre—. Nos llenamos de furia, de mucha ira, porque ese adjetivo que nos gritaron lo hemos escuchado muchas veces, pero nunca de una institución de salud. Desde ese día comprendí que solo con ese coraje se contesta al estigma, a la ignorancia rampante y al odio y prejuicio. Porque nuestras vidas están ahí, en medio de todo eso que la sociedad nos quiere imponer, prohibir y hacer que nos avergoncemos de quiénes somos y qué tenemos.

Por eso ahora la palabra sidoso va sin comillas, va con orgullo, existe en nuestras vidas para cambiarle la cara al VIH y al sida, al pasado y, que nuestro silencio nunca sea la muerte de nuestros sueños y anhelos.

JOTA
Foto: Cortesía Suzeth Balanzario

JOTA

Suzeth Balanzario/Voguera

Jota, es una palabra que han usado para denigrar, para menospreciar las expresiones de género que transgreden la norma heteropatriarcal.

Nos dijeron que nos debíamos avergonzar por ser “jotas”. Nos dijeron que si no dejábamos de serlo, nos iba a ir mal. Se aseguraron de que nos pesara ser “jotas”. Y entonces pensaron que habían ganado, y que no iban a vernos más joteando por ahí. Tontamente no se dieron cuenta que solo nos mostraron el camino. Que nos abrieron la puerta a un mundo de nuevos afectos y nuevas maneras de ser. Que nuestra jotería nos lleva tan lejos como queramos, en tacones y soltando glitter. Que joteando y a arañazos enfrentamos un mundo que da miedo, y que no cualquiera se rifa siendo una jota…

Nos convertimos en jotas de hierro, y como familia decidimos regresar y reclamar esa palabrita con la que nos quisieron herir. Por eso, como casa de vogue (House of Jotas), nos presentamos orgullosxs de ser jotas, de transgredir, porque cada uno de nuestrxs cuerpxs es un desafío político, porque existimos fuera de su normalidad y nos gusta, porque disfrutamos el riesgo, y la marginalidad nos ha hecho invencibles.

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