El Museo del Cacao y Chocolate ubicado en el Centro, cerca del Zócalo, es un homenaje a la memoria y tradición de esta semilla, mostrando su importancia y relevancia para nuestro país y el mundo. A través de seis salas inmersivas donde vas a jugar, tomarte fotos y aprender, el recinto entrelaza la historia, la tradición y el consumo de esta planta.
La narrativa se aborda desde ángulos muy interesantes: el pirateo, la conquista, la llegada del chocolate a Europa y, por supuesto, la comercialización de las deliciosas barras que tanto nos gustan. Podrás ver desde su relevancia en el mole hasta cómo en Francia se nombró a un chocolatero en el reino, no más por el gusto de una tacita caliente y bombonera.
Hay proyecciones, utensilios y artefactos de colección, desde la molienda y el metate hasta las tazas para que los caballeros no se mojaran su bigote al meter la cara en un chocolate espeso y caliente, en aquellas tertulias de 1800. Jarras y escenas animadas que te recuerdan cuadros de Hogwarts. Es una experiencia para que recorras, veas y disfrutes.
Una de las cosas más atractivas es que es un espacio inmersivo, con salas pensadas tanto para la interacción de niños y adultos, como para que te sientas en la corte de la mismísima María Antonieta o te “metas” a un barco pirata. Pero si creías que solo ibas a tomarte selfies, te esperan más sorpresas. Hay un taller donde aprenderás a decorar y crear tus propias barras de chocolate desde cero. Obvio, es adicional y cuesta $800 pesos.
Al salir, la aventura continúa en el showroom, una cocina de muestra donde te enseñan cómo se elaboran los chocolates. Y ajá, podrás probar más de estas delicias. La magia llega al final, cuando pruebas una muestra de un chocolate producido en nuestro país y te llevas varias barras a casa. El museo pertenece a una red que se dedica a contar la historia del cacao con sedes en el mundo maya y en Bélgica.