Si alguien te hablara de un lugar en el DF repleto de árboles, donde los visitantes se relajan con una camina alrededor del lago, comen en los puestos de hot dogs y los niños se pintan la cara, seguro pensarías en un sitio muy al poniente, al final del Paseo de la Reforma. Pero esta descripción no es otra que la del Bosque de Aragón, que con sus 162 hectáreas es la segunda área verde más grande de la ciudad. Aunque el contraste con Chapultepec también es evidente. El arbolado en Aragón es mucho más joven (para el tiempo en que Moctezuma plantaba ahuehuetes en el cerro del Chapulín, este espacio aun estaba aun en el fondo del Lago de Texcoco). De hecho, el propósito encomendado por Lázaro Cárdenas al ingeniero Loreto Fabela para este lugar en la década de 1930 no fue crear un bosque, sino un parque recreativo para las unidades habitacionales de la zona. Ese propósito ha funcionado de distintas formas en los últimos años en este bosque, desde los conciertos masivos de Rigo Tovar a fines de los setentas, hasta la instalación de esculturas de artistas de la talla de Helen Escobedo. Un sábado por la mañana, se pueden hallar con poco espacio entre sí a boy scouts realizando duros ejercicios, parejas jóvenes paseando a sus hijos en ponis y danzantes invocando la lluvia con toda la parafernalia azteca. Además de los servicios clásicos como la pinta de caritas (hacer el ridículo pintándote la cara de mariposita para acompañar a tu hija o tu sobrina es algo que todo deefeño hace alg
En una primera mirada, es sólo un territorio enorme contiguo al aeropuerto, poblado masiva y caóticamente, con una apariencia gris y una eterna capa de polvo en el aire. Pero visto a detalle, no se trata de la Siberia del DF desolada y peligrosa que algunos señalan, sino de un lugar con personalidad sui generis repartido a lo largo de cuatro estaciones de la Línea B del Metro.
Su constante son los espacios deportivos. Un defeño soberbio tal vez nunca lo sepa, pero Aragón tiene algunas de las mejores canchas y ligas de beisbol en la ciudad, por ejemplo. El ícono de la estación Deportivo Oceanía lo dice todo. Después de cruzar Oceanía y ver un canguro, te encuentras con un koala que abraza un balón. Esto parece dejar en claro dos cosas: que el futbol es común en esos llanos y que estás lo suficientemente lejos como para que los símbolos locales sean animales australianos.
Además, Aragón tiene uno de los mejores zoológicos del país, con habitantes improbables para su paisaje modesto.
Años de plantar árboles para controlar el polvo salitroso que dejó el desecamiento de los últimos resquicios del lago de Texcoco, ha dado espacios interesantes como el Bosque de Aragón, un Chapultepec del oriente que, aunque más modesto, sirve exactamente para lo mismo. Entre sus casas modestas puedes encontrar un ocasional puesto de gorditas que bien le da una lección de sazón y originalidad a muchas cocinas de autor. Cuando visites este lugar, deja a un lado los prejuicios y disponte a entender a esta otra ciudad, que está dentro de otras ciudades.