Conocí un nuevo y coqueto restaurante en la Juárez donde se mezclan las cocinas asiáticas (en especial thai y japonesa) con ingredientes mexicanos sin dejar de ser comida casual, para todos los días. El lugar es mucho más amplio por dentro de lo que parece por fuera; lo reconocerás por las grandes vasijas de barro que hay por todas partes. Para el calor, hay cinco tés helados con distintos tés y frutas tropicales. Pedí el verde-fresa y vino en una garrafa de más de medio litro (primer pulgar arriba de parte de esta sedienta).
Una de sus entradas insignia son las cebollas en tempura negro con alioli, que me gustaron por la creatividad y la textura crocante aunque el aderezo llegaba a opacar su sabor. Para la próxima lo pediría aparte.
Todos los platos fuertes (woks y ramen) son muy abundantes, así que ve con ánimo de llenarte. Pedí el ramen especial (serás mi héroe si logras terminarlo), que va preparado con camarones jumbo rebozados y crujientes, naruto de la casa, alga nori, corazón de lechuga, hongos crudos, cebollín, apio, zanahoria y una gran porción de fideos en un fondo de vegetales y pescado. Si eres purista, dirás que no sabe a un ramen tradicional japonés, pero esa no es la intención del chef Alejandro Candó, sino que aquí partió de los clásicos para crear sus propias versiones. Un punto a su favor es que las verduras estaban firmes y, en general, toma de lo tailandés la incorporación de muchos elementos saludables.
Ya llegado al postre, si le entras a los sabores fuertes, hay un helado de queso azul con manzana caramelizada. Algo arriesgado y quizás sin tanto queso me hubiera conquistado, pero esta vez me quedo con la tapioca de coco con mango natural.
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