David Olguín
Foto: Alejandra Gutiérrez

Entrevista con David Olguín sobre El mercader de Venecia

Charlamos con el dramaturgo sobre su regreso a los escenarios con el clásico de Shakespeare

Escrito por
Enrique Saavedra
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Después del éxito de su anterior montaje Tío Vania de Antón Chéjov, charlamos con el dramaturgo David Olguín, que escarba nuevamente lo más recóndito del ser humano en el nuevo montaje de El mercader de Venecia.

¿En dónde está puesto el foco en esta lectura de El mercader de Venecia?
Es una de las obras del dramaturgo inglés menos escenificadas en nuestro país. La he visto un par de veces en todos estos años que tengo en el teatro. Ahora que me enfrento a ella descubro que es una pieza con una dificultad de tono impresionante, está en el filo de la navaja entre la tragedia y la comedia. La línea trágica del personaje de Shylock, que más allá del lío histórico entre cristianos y judíos, vislumbra intolerancia. El miedo y el odio al otro son los temas centrales en esta obra. Nosotros como mexicanos, con el muro de Trump, lo tenemos presente.

Estamos frente a asuntos que, como de costumbre en Shakespeare, son más que vigentes…
Sí, como la desigualdad mundial. He trabajado para acercarlo a nuestros días en la tragedia del hombre maduro, de unos 40 años, que no encuentra empleo, en contraste con la acumulación de capital y la avaricia como parte de la naturaleza humana. Es apasionante ver cómo Shakespeare lo comprende como un rasgo de la modernidad. Está de por medio el tema de la ambigüedad sexual: un cristiano fundamentalista sufre una profunda pasión homosexual al mismo tiempo que levanta su dedo flamígero para juzgar a los demás. A la par, está el personaje de Portia que es el retrato más soberbio de todas las heroínas del escritor inglés. Es una mujer moderna, inteligente, autónoma, rebelde que busca romper las relaciones patriarcales.

¿Cómo expresas esto en escena?
Esta historia es contemporánea por el odio feroz a lo diferente de lo que somos: por la tez, la religión, las ideas o la posición social. Busqué algo provocador desde la apariencia. Además esta propuesta de El mercader de Venecia ocurre en la bóveda de un banco. Tiene una caja fuerte como único mueble, donde todos usan celulares y hablan sobre la bolsa de valores. En el renacimiento, el mercader tenía su capital en el fondo de los mares y ahora lo maneja a través de operaciones cibernéticas: es casi lo mismo.

¿El espectador podrá luchar entre el amor y el odio frente a un personaje como Shylock?
Sí, este Shylock está considerado en toda su profunda humanidad: ni víctima ni victimario. Es un hombre que trae consigo la humillación, el rapto de su hija y la pérdida de sus bienes, pero por otro lado una naturaleza que clama venganza. La justicia es el otro gran tema de esta obra. La ley puede ser implacable pero está de por medio la misericordia para atemperar la ley. Pero esta complejidad no la entiende ni Shylock ni Antonio, ni el propio mercader sino Portia.

Éste es el siguiente clásico que abordas después del éxito de Tío Vania, ¿cómo es la expectativa con el equipo y con el público?
Espero que sea una obra que atrape y entusiasme. Es difícil pero confío en mis actores. Ellos hacen un trabajo muy comprometido. Buena parte de que montara esta obra fue por Mauricio Davison, quien actúa en el personaje de Shylock —interpretó al doctor Serebriakov en Tío Vania—, al culminar su trayectoria. Es un reto muy fuerte para él, pero es un hombre humilde, inteligente y sencillo, un magnífico compañero. Muchas veces se olvida que él fue el actor de Juan José Gurrola. A su edad me asombra su entrega, su generosidad y su trato sereno. También como parte del elenco está Esmirna Barrios, Fernando Álvarez Rebeil, David Hevia y Simona Chirinos.

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