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De reven en la Cuauhtémoc
La música es importante para todos, pero hay quienes simplemente aspiran a hacer de ella el centro de su existencia. Gracias a gente con ese nivel de obsesión es que existen espacios como éste, que es un tres en uno: tienda de vinilos (99 Records), un bar y el listening room. De todos, éste último es el más especial, pues es un espacio donde todo está completamente acondicionado para disfrutar la música con un sistema de sonido poco común, que va de pared a pared, y donde, según me explican, logran una claridad superior al dividir el sonido en cuatro vías, bajos, medios bajos, medios altos y altos.
El listening room es un gran lugar para ir solo o en grupos pequeños, de hecho no aceptan mesas de más de 6 personas y, al abrir la carta, en la primera hoja verás que te recomiendan hablar en voz baja. La idea es que los visitantes guarden silencio para disfrutar la cartelera de discos del día (tienen alrededor de 10 mil vinilos en la tienda).
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Esta selección siemore tiene algún hilo conductor, ya sea geográfico, de género musical o histórico, con lo cual buscan rescatar algo que se ha perdido con las apps de música: escuchar discos completos. Durante mi estadía descubrimos y disfrutamos como nunca antes las sutilezas de Nubya Garcia y Milton Nascimento.
Hay cocteles clásicos y signature, los cuales llevan el sello de Ismael Martínez (Hanky Panky), y todos están inspirados en canciones. Por ahí está Ha Ha I’m Drowning de The Teardrop...
Hace no mucho, el bar de la Unión de Trabajo Autogestivo era uno de esos espacios “supergóticos” de la ciudad, como otrora fueron el Dada X y el Mercado del Chopo. Hoy es otra cosa —una casi inexplicable—, lo cual no está mal, sino al contrario: antes predominantemente oscuro, este bar es ahora una sopa de tribus urbanas que resulta fascinante.
Aún es el espacio perfecto para decir “hola, soy darks”, pero también abundan los punks, los roqueros, los medio hippies, algún godín colado, uno que otro fresa perdido y extranjeros que quién sabe cómo llegan, pero que todo el tiempo parecen tener cara de estar haciendo el estudio antropológico de sus vidas mientras recorren la magnífica casona de tres pisos que aloja a la UTA desde hace más de 13 años.
Laberíntica, la gran mansión de escaleras de madera crujiente está llena de fiesta porque hay gente por doquier, desde la entrada hasta la terraza, pasando por los balcones. Cada salón tiene un dj distinto y aunque eso resulta un poco caótico (en espacios de intersección donde el audio que sale de sus bocinas claramente reventadas se mezcla), se agradecen las sorpresas: en una minisala se escucha “Just Like Heaven” de The Cure, en la de al lado “Fake Plastic Trees” de Radiohead, algo trans irreconocible en el espacio siguiente y finalmente, en la planta alta un baile demencial al ritmo de “Lust for Life” de Iggy Pop seguido de “One Way or Another” de Blondie. La verdad es que la selección musical se merece un premio
Es importante ir...
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Por más de dos décadas, su piso ha atestiguado los mejores pasos de la urbe dentro de sus círculos de dance-offs. Ahí, todo tipo de personajes de la ciudad –bailarines, hipsters, fresas, rucos y taxistas– se unen por el amor al desgaste de suelas. Lo mejor es ir en las noches de los ochenta, noventa y dos miles, que son mucho más amigables que las intensas de high energy, que podrían parecen muy sanas para los inocentes: todo mundo tiene una botella de agua en la mano. (Para saber qué toca hay que checar el calendario en la página).
Vale la pena asomarse un rato al círculo de competencia de baile y ver los asombrosos pasos de quienes van cada viernes. Ellos, los héroes del lugar, se toman el baile en serio y van de pants, aunque nunca faltan las que no supieron y fueron de vestido y tacones. Lo más recomendable es ir cómodo. Todo esto da un feeling de esas películas taquilleras adolescentes de concursos de baile.
Tras la adictiva primera visita podrás llegar a pensar que los viernes fueron exclusivamente creados para celebrar en esta bodega de paredes pintadas de colores neones, que bien podría haber sido un lugar de laser tag. Una bola disco y vigorosas luces estrambóticas son más elementos del encanto propio del lugar.
Entre tanto baile, y a falta de aire acondicionado, el sudor fluye sin pudor alguno. Para saciar la sed en este magno-sauna hay dos opciones: agua y cerveza. Comprarlas implica hacer una fila (kilométrica, a veces), conseguir una ficha y cambiarla en la...
High-Fi Analog Cocktail Bar, o lo que es lo mismo: un bar de coctelería con viniles. Tokyo Music Bar es un elemento sumado a la carta de Edo Kobayashi, ubicado cara a cara con Emília, el restaurante del chef Lucho Martínez; un manifiesto en cocteles de autor a base de ingredientes naturales y destilados variados.
Predomina el minimalismo entre la muy ordenada barra y la simetría del mobiliario: sillas y sillones rosa claro, redondas y rectangulares, entre mesas negras y detalles cobrizos. La tenue iluminación que le rodea otorga un curioso tono retro, sumado con que a primera vista están los tocadiscos. Digamos, entras con la sensación de una canción de Mac DeMarco, y de repente saltas hacia las vibraciones de “Verdis Quo” de Daft Punk. Está cool.
Edo y DJ Matsu recopilaron los viniles— hay discos japoneses y americanos—, piezas que ellos compraron o les regalaron. Esta travesía musical se coordina con el show en barra: los bartenders arman el playlist durante las primeras horas de la noche, más adelante llega el dj de casa. Te dan el corto y conciso menú, donde todos los tragos clásicos y de autor se sirven en cristalería japonesa tallada a mano, y cuestan $250.
Unsaid, como la canción de The Fray, es un juego astringente y sutilmente burbujeante: lleva whisky, fresa quemada (la traen de su propio huerto, pasa por un soplete y otorga toques ácidos) y té de oolong gasificado. Un asegurado consentido de la casa que da gusto a todos los paladares, versátil y de encantador...
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Jazzatlán Capital lleva más de 10 años en México. El espacio bohemio nació en Cholula, Puebla, para que cualquier visitante deleitara el gusto y oído. A finales de 2018 se extendieron más allá de las tierras poblanas y el proyecto fundado por Rodrigo Moctezuma aterrizó en la Roma. Con restaurante y tap room, ya tienes un nuevo lugar para escuchar jazz en la CDMX.
En el lugar se toma chela artesanal y se ofrecen principalmente antojitos mexicanos, pero lo más importante es el jazz. La cartelera cambia cada mes. En el segundo nivel de esta casona se encuentra el pequeño escenario para escuchar bandas en vivo, como Champetos del Jujú, con música africana y caribeña con ritmos de jazz, y JAB/Jenny Beaujean.
Si el antojo poblano acecha antes de las horas fiesteras, hay menú completo con sándwiches a la parrilla, hamburguesas y tacos, como el de quintoniles y tlalitos: esos crujientes trozos de chicharrón que agarran sabor del picante rico.
Para beber, el espadín de la casa es la compañía ideal; si puedes, tómalo derecho. De la selección de cocteles, probé el ella fitzgerald por el simple antojo del gin (aunque como consejo: dedícale las noches de jazz al mezcal). El coctel lleva guanábana, limón, jarabe y aroma de cardamomo y albahaca; fresco y de presentación coqueta, grande de tamaño y cumplidor para relajarse.
Espera a que caiga la noche para adentrarte en el universo jazzero. Yo llegué a las 11pm de un viernes y la energía se desvaneció poco tiempo despúes (¿mala...
La comunidad fiestera de la CDMX a veces prefiere quedarse en casa, aunque eso no quiere decir que el desmadre se encuentre temporalmente suspendido; la próxima vez que pregunten dónde es la fiesta, la respuesta que tienes que dar es Departamento.
El nombre de este bar te explica lo que te espera, un interiorismo que te recordará al depa de un amigo listo para agarrar la fiesta, con todo y tornamesa en la sala y luces tenues que te incitan a quedarte durante horas discutiendo sobre los artistas en los discos de vinil; cada elemento de Departamento está pensado para despertar tu calor hogareño e íntimo.
Ya que te sientes como en casa decides si bailas o platicas. La propuesta musical embona con el concepto y con la colonia; suena en su mayoría beats relajados de música electrónica con dj en vivo, hasta un poco de rock en inglés y en español.
Además, cada miércoles tienen sus famosas sesiones Improvisión. Sin falta, en cada ombligo de semana, se presentan musicos de la escena nacional e internacional, sin ensayos previos. Acá la espontaneidad es lo más importante. El evento semanal por excelencia.
Departamento es el lugar ideal para beber una cerveza y quitarte la sed, unos whiskys cuando quieres enfriar los pensamientos y relajarte, o unos mezcales para brindar por la noche y por tus anfitriones que pusieron la casa; sólo recuerda avisarles antes de llegar, contáctalos por Facebook y haz reservación.
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Los hermanos Ricardo y Yayo Nava, con su vasto conocimiento en el mundo coctelero, se embarcan ahora en un espacio propio donde rinden homenaje a su abuelo Mauro, quien se muestra con una actitud interesante detrás de sus gafas oscuras en varias de las fotos que adornan los rincones de este bar.
Antes de la comida, en Orizaba, su abuelo se daba un tiempo para relajarse con un aperitivo a la manera italiana. Un vermut, un amaro o un negroni que nos abstraiga de las tensiones laborales y nos prepare para lo que sea que venga después, sea una comida en familia o un gran banquete. Ricardo nos cuenta que la inspiración tras el concepto fue justamente la época en que su abuelo rondaba los cuarenta años. El diseño interior hace referencia al Milán de los años 70, muy ad hoc con el impulso que quieren darle a los licores clásicos para tomarse a media tarde.
No es novedad que con poco tiempo abierto ya es difícil conseguir mesa si no es por reservación. De los cocteles bajo el nombre de “Sabores Legendarios”, el icono es el Maurito, un trago claro y burbujeante con mezcal, Lillet Blanc, jerez y un toque de guayaba. Otro que nos recomienda Ricardo es el Negroni 1929 (Gin, vermut rosso, campari, nibs de cacao y fresa); si quieres algo más mexa, prueba el Mango Salad, con tequila, tomate y mango en un coctel transparente, ligero y un poco peligroso.
Para acompañar, hay botanas también muy italianas. Mi favorito fue el plato de quesos maduros que despiertan las notas umami de los...
La Tierra gira en su eje para que veamos salir el sol y para que le aullemos a la luna, y también para que desayunemos rico en la mañana y nos echemos unos traguitos novedosos en la noche. Ahora todo lo puedes hacer en un solo bar, un bar como el nuevo Órbita, que, como es la tendencia de los últimos años, apuesta por la diversificación de su oferta.
En las mañanas es una barra de café y desayunos, donde encuentras, por ejemplo, avocado toast, unos huevitos con “mashaca” o un sándwich, junto con su cafecito americano y un Bloody Mary. En las noches, Órbita se transforma alrededor de las tornamesas, que, en medio de la barra, son el corazón del lugar.
Los cócteles revisitan clásicos y les ponen un toquecito mexicano y hasta irónico, a lo que ya conocemos, como el Hai-bol, que es como el de tus tíos que juegan dominó, pero con gin, calpis y hoja santa; el Picafresa, con mezcal, fresa y chilito; y el Gibson Yuca, hecho con pox y su cebollita encurtida.
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Para comer, las quesabirrias están bien y ayudan al bajón si estás bailando, pero las papas fritas con queso parmesano y la ensalada de tomates con queso ricotta y perejil frito, son algo especial, que, acompañados de la buena música, hacen que la noche se detenga unas horas, como si la Tierra dejara de girar.
Asómate a Órbita, de un inicio puede intimidar su sobriedad y el hombre de negro parado en la entrada, pero ya adentro, es un lugar diferente. Checa en sus redes (IG: ooooorbita) los...
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Una nueva casa para jazz, soul, disco, funk y electrónica: Musak, el hi-fi listening bar del restaurante Tres Tonalá, cuya mixología fue curada por Mica Rousseau (Fifty Mils) y supervisada por el italiano jefe de barra Raffaele Chinea.
Bajo el mismo formato de un speakeasy, hay que preguntar al llegar, pues la magia de la entrada ocurre tras una pared que se mueve. En cuanto ingresas la música penetra de manera diferente: el espacio parece un ecualizador gigante que da total libertad a la música sin perturbar el volumen de tus conversaciones.
Elegante y Gatsby-neano, toma asiento en los aterciopelados sillones y rodéate por los tonos dorados y azul marino. Deja que Billy Preston (la figura del soul) sonando al fondo te guíe sorbo por sorbo al frank sinatra, un trago seco con tequila, tonos de clavo, nuez y pimienta con una crusta de chocolate que se derrite entre mordidas.
BB King no apareció con su guitarra, pero sí en una muy agradable mezcla de bourbon con coco y vainilla para aquello de lo tropical, sumado con piña tatemada, amaro y limón amarillo. Serge gainsbourg conserva la misma actitud de este versátil compositor parisino, es un trago de mezcal con licor de chile ancho y rebajado sutilmente con té roiboos.
A la sensualidad de Musak se le añaden sesiones en vivo de djs y grupos invitados, ofertas frescas que complacen a melómanos y sibaritas por igual. Total, del buen trago y la buena música nadie te quita lo bailado.
De pronto, esta ciudad se llenó de lugares en los que los meseros tienen que explicarte “el concepto”; donde los nombres de las cosas se vuelven complicados hasta para los sibaritas locales. Lugares que nunca se convertirán en tu bar de confianza, porque te sientes ajeno. Pero El Espantoso es un oasis en el desierto de los bares pretenciosos, no esconde nada, no hay más concepto que explicar: jazz y hip hop a un volumen que te permite platicar, cocteles clásicos reinventados y algunos de la casa, comida deliciosa. Un espacio que es agradable sin esforzarse de más, con el potencial de convertirse en tu bar de cabecera.
Las recomendaciones de cocteles fueron acertadísimas, empezar con la frescura de un coctel preparado con cerveza (Chicano) y terminar con el amargor y el perfume de un coctel de Bourbon (Black Manhattan), es el recorrido perfecto para una salida tranqui entre semana o para el inicio de una noche de locura el fin.
Pudimos probar algunos de los platillos que ahora forman parte de su carta de comida, tacos de pescado o de setas y el arroz frito, con sabores equilibrados y tranquilos como el ambiente del lugar. Cada vez me sorprende más encontrar bares en los que la comida no sólo es un bajón para los tragos, sino un acompañamiento, y hasta un potenciador. Y no es que la comida sea simple, sólo tiene los ingredientes precisos para pasarla bien en cada bocado.
El Espantoso es un bar de casa, una propuesta fresca y relajada necesaria en esta ciudad, que te invita a...
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