El arte de Auguste Rodin, Salvador Dalí, Henry Moore, Louis McClellan Potter, Sarah Bernhardt, Arturo Martini y Marisole Wörner Baz invade el Atrio de San Francisco con una exposición de 10 esculturas que marcaron el cambio de la estética del cuerpo a través del tiempo; desde el Renacimiento, pasando por las vanguardias como el surrealismo, hasta la modernidad.
La exposición toma como eje central la réplica en bronce de Lacconte y sus hijos, pieza de Agesandro, Athenodoro y Polidoro de Rodas realizada en el siglo I a. de C. Esta es una obra clave del arte grecorromano clásico. El resto de las escultruas posan como referente de la evolución de la estética y de las corrientes que rompieron con el canon académico, destacando la figura de Rodin como padre de la escultura moderna.
Con la llegada de las vanguardias surgió la ruptura en los sesenta y setenta, con un enfoque en la expresión de lo no visible, el mundo interior y la esencia de lo invisible. En este sentido, vemos la obra del británico Henry Moore, quien exploró la figura humana de forma abstracta: su obra sintética prescinde de todo adorno para conseguir lo esencial. Por su parte, observamos piezas de Salvador Dalí, quien jugó con la anatomía para desafiar las leyes científicas y moldear el mundo del inconsciente desde el surrealismo.
También se encuentran las esculturas de dos mujeres artistas que trasgredieron con sus discursos estéticos: Sarah Bernhardt, modeló el dolor de la pérdida con Después de la tempestad de 1876, y Marysole Wörner Baz, quien se resuelve en una suerte de coreografía ligera y dinámica.
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