Ilustración del comic Apocalipsis
Ilustración: Cortesía Panini Comics

Rockstar Comic: Apocalipsis, el contagio del Capitán Trotamundos en novelas, series y cómics

Editorial Panini trae a México Apocalipsis, el cómic basado en la novela homónima de Stephen King

Escrito por
Jesús Chavarría
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Las historias postapocalípticas, en mayor o menor medida, se plantean como disecciones sociales en las que una situación límite sirve para explorar la naturaleza humana y cuestionar los mecanismos de convivencia, los alcances del sacrificio y la empatía. The Stand de Stephen King, que luego tuviera una versión extendida realizada por el mismo autor bajo el título de Apocalipsis, es uno de los mejores ejemplos de ello.

Traída a México por Penguin Random House, la novela Apocalipsis tiene como uno de sus mayores atractivos poner en el centro de todo no solo el temor a la muerte, sino el desencanto de sobrevivir y el peso de las implicaciones de saberse inmune a una enfermedad, estando condenados a ver a la mayoría de los seres humanos consumiéndose entre fiebre, secreciones y violentos espasmos. Su adaptación a la pantalla a través de dos series, una de 1994 y otra recién estrenada por STARZplay —la cual reinterpreta los arquetipos para ponerlos al día con las actuales tendencias y que encuentra de paso una inquietante vigencia—, junto a su respectivo traslado al cómic —que aquí nos compete—, han acertado al enriquecer la propuesta original tanto a nivel estilístico como de discurso.

Sin embargo hoy, a más de una año de que nuestro mundo fue sacudido por una pandemia que nos ha marcado con dolorosas pérdidas e impactado en las formas que tenemos de interpretar la realidad, el ya mencionado ejercicio de disección pasa a ser de ida y vuelta. Es decir, desde esta nueva perspectiva el reencuentro con The Stand, también nos lleva a cuestionar gran parte de las convenciones del concepto al que pertenece.

Tomemos, por ejemplo, su adaptación al mundo de las viñetas escrita por el guionista Roberto Aguirre-Sacasa (Sensational Spiderman, Fantastic Four: Secret Invation), en donde el artista Mike Perkins (House of M) aprovecha los juegos de grises para dotar de una enorme crudeza al uso del color, a través de secuencias con sobrios armados que oprimen las figuras y les permite solo pequeños respiros al invadir levemente alguno de los otros cuadros. 

Ilustración: Editorial Panini

En esta versión ahora resulta inevitable atender a los pequeños detalles que evidencian lo escaso de la protección a la que recurren los personajes ante el contagio. Esto hace del contacto algo tan temible para el lector, como los golpes o los disparos que en determinados momentos hacen explotar cabezas y otras partes del cuerpo, debilitando en ese sentido el ingrediente sobrenatural.

Por otro lado el reflejo de la paranoia ya no pareciera estar al nivel de las circunstancias, a pesar de que alude a las teorías de conspiración, las manipulaciones mediáticas y las oscuras prácticas gubernamentales. Pero esto solo hace aún más espeluznante un relato que antes encontraba su principal materia prima en las visiones de desamparo emocional —las cuales surgen de los infiernos personales de cada protagonista— y el contraste con lo escatológico de las ilustraciones que muestran los estragos de la enfermedad apodada Capitán Trotamundos, potenciados luego en las portadas con la habilidad de Lee Bermejo (Joker, Batman:Damned), quien hace de los acabados en acuarela la mejor forma de datarles de una retorcida humanidad.

A estas alturas reencontrarse o descubrir esta obra del también creador de clásicos como El Resplandor, It, Carrie o Christine, en cualquiera de sus encarnaciones, y en específico de su traslado al cómic, no solo sigue funcionando de acuerdo a los planteamientos de su tiempo, sino que resulta una experiencia tan cercana que casi raya en el masoquismo; además de que es un interesante punto de partida para replantearnos la forma en que este tipo de tramas habrán de contarse de aquí en adelante.

La edición de Apocalipsois, traída en pasta dura a nuestro país por Panini Cómics, es por demás completa: incluye entrevistas con los creativos, parte de los procesos de trabajo, portadas alternativas y textos adicionales sobre el tema. Una lectura que dadas las actuales circunstancias no es para todas las sensibilidades, pero que vale la pena para aquellos que gustan del género.

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  • Qué hacer

A partir de la investigación encabezada por James Gordon, sobre el asesinato cometido aparentemente sin sentido por el Acertijo, la cual da pie a inquietantes interrogatorios, violentas pesquisas y sangrientos escapes, entregando de paso cruentas declaraciones que hacen referencia a joyas del mundo de las viñetas como Batman: Killing Joke, las cuales van más allá del simple fanservice, adquiriendo un fatídico peso dramático dentro de la trama; se desarrolla otro más de los acostumbrados y siempre interesantes acercamientos de Tom King a los rasgos patológicos latentes en la mitología de los superhéroes, en este caso la generada alrededor del vigilante de Ciudad Gótica, quien esta vez luce más despiadado, asqueado y enfermo que nunca.

Yendo y viniendo entre su pasado escolar y de violencia familiar que detonó su obsesión por los enigmas que de ser su peor pesadilla pasan a ser su estilo de vida, y su presente de retorcidas y despiadadas manipulaciones que hacen de la coacción un sangriento mecanismo que cobra víctima tras víctima y empuja a sus oponentes a un callejón del que solo hallarán la salida si trastocan de forma irremediable sus principios y abandonan sus escrúpulos, es que aquí son expuestos los orígenes de quien es conocido como el Acertijo.

Los trazos delgados que recorren como grietas las pinceladas granosas de color, sobre viñetas que se desdibujan como los límites entre la razón y la demencia, en secuencias recargadas que se pasman en ilustraciones a página completa para enfatizar el panorama desolado e infeccioso de una urbe sin salvación; son el reflejo ideal creado por el artista Mitch Gerards, para redondear la justa y enfermiza reivindicación de un villano clásico como uno de los enemigos más interesantes, infames y peligrosos del legendario Batman.

Batman One Bad Day: The Riddler es un pasaje relativamente corto pero no por ello menos brutal. Lo publica Panini Comics en elegante edición de pasta dura con un sutil toque de quinta tinta para el título, e incluye una galería de sugestivas portadas alternativas realizadas por gente como Brian Bolland, Jim Lee y Jorge Fornés que terminan por convertirle en un verdadero objeto de colección. 

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