Si bien para alcanzar el éxito, la serie Riverdale apostó por los lineamientos de fórmula correspondientes al drama juvenil y el suspenso con aire a telenovela, conservando únicamente los nombres del cómic que toma como base, al menos eso sirvió para que este terminara de consolidar una necesaria reinvención, la cual ya venía empujando desde unos años antes y que no terminaba de llevar hasta sus últimas consecuencias.
Aunque pocas veces sucede de la mejor manera, el nostálgico sentido épico del western —impregnado de fatalidad e impulsado por el afán de estirar al máximo los puntos de tensión con acercamientos a las miradas de los protagonistas, en contraste con tomas abiertas para lucir parajes de interminable desolación— resulta la materia prima ideal para desarrollar relatos de terror, en donde el miedo se viste viste de abandono.
Un claro ejemplo de ello es The Wind, una película dirigida por Emma Tammi en 2018. La cineasta, pese a perderse por momentos en la forma, logra hacer de la llegada de un matrimonio a la frontera en el lejano oeste, y el inevitable choque con la soledad de un nuevo mundo, un viaje espeluznante de paranoia, en donde la más leve brisa cala hasta los huesos e impacta en la mente del espectador.
De este mismo encuentro entre lo mejor de ambos géneros, Silent Hill: Past Life se vale para demostrar que la hasta ahora desafortunada relación entre el mundo de los videojuegos y la pantalla grande no es infranqueable. Este título se convierte, además, en un cómic que bebe de ambos tipos de lenguaje, cuyas similitudes son tan grandes como pueden ser sus diferencias.
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Los paralelismos entre esta extensión en papel de la célebre franquicia proveniente de las consolas y la producción fílmica arriba mencionada, van desde lo más simple de la estructura, como el que todo surja de seguir los pasos de una pareja recién llegada —en este caso un forajido despiadado que busca la redención en el amor de una viuda religiosa—, hasta el cómo las ilustraciones descomponen los escenarios en los que se desarrollan la acción. Todo gracias a los trazos diluidos y el fantasmagórico armado de secuencias en colores deslavados, con casonas derruidas y árboles de ramas que se escurren, bajo brutales silueteados en blanco de figuras sumergidas en la angustia y el desconcierto.
Esto hace énfasis en los rostros de diseño realista, a través de una una especie de estigmas geométricos que apenas se distinguen, pero refieren a un insano carácter místico que conecta las creencias indias con el concepto del ya célebre espacio infernal del título, tocando levemente temas como los prejuicios y la estigmatización.
Mención aparte merece el desarrollo casi febril de la historia escrita por Tom Waltz, que se nutre de la incertidumbre para describir la forma en que el entorno detona la patología de los personajes, entre infidelidades y obsesiones, con un parto consumido por fuerzas sobrenaturales. Por si fuera poco, utiliza seductores diálogos que obedecen por completo a la tradición del western.
Es cierto que, al igual que The Wind, aquí el fondo llega a quedarse corto, pero lo sugestivo del desarrollo y la fuerza de la propuesta visual hacen que ambas realmente valgan la pena, sobre todo como experiencia dentro del entretenimiento para los amantes del terror psicológico. Silent Hill: Past Life es publicado originalmente por IDW, y es traído a México por Editorial Kamite.