La obra de teatro escrita en 2013 por Gibrán Portela, Hay un lobo que se come el sol todos los inviernos, llega con una corta temporada al Teatro La Capilla, bajo la dirección de Cristian Magaloni (Los ojos).
Leo y Ham son dos hermanos nacidos al mismo tiempo y criados bajo el mismo techo, pero con una diferencia entre ellos: Leo es un asesino que deja florecer sus instintos más viscerales. La historia nos muestra las diferentes facetas de los personajes, primero conocemos a sus padres, Dago y Elba, que se encuentran atrapados en un gélido invierno de carencia y depresión y después vemos los momentos más felices como familia, que a manera de radiografía, exploran los lazos emocionales establecidos entre familiares y la fragilidad con que estos van resquebrajándose.
En el transcurso de este thriller psicológico, las puertas transparentes que se encuentran en el centro del escenario sirven como máquinas del tiempo que nos sumergen en paisajes en segundo plano sustraídos de la propia mente de los personajes. La música original de Natalia Pérez Turner termina por remarcar los sentimientos extremos, como la locura y la desesperación, que se alojan en Leo, música que se asemeja a los estruendos de una película de terror.
La combinación de la música con la escenografía e iluminación (Miguel Moreno) —incluyendo los estrobos en contrapicada— hace de esta obra un deleite de humor negro para cualquier amante del horror, dejándonos al borde de la locura entre los secretos y las confusiones. Las actuaciones del bien librado montaje están a cargo de Roberto Beck, Pilar Mata, Arnoldo Picazzo, Assira Abbate, Gonzalo Guzmán y Julio César Luna.
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