Después de saludarnos, hubo unos segundos de incómodo silencio. "¿Traes tu código de acceso?", le pregunté al Fer. Desembolsó un smartphone de su pantalón y presionó el icono de un sobre. Creo que clavó la mirada sobre la pantalla más tiempo de lo que yo esperaba. "Justo en la mañana lo chequé, no creo que lo haya borrado... Ah, aquí está". Nos encogimos de hombros y nos reímos como si escucháramos un chiste.
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