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Restaurantes en la Nápoles
Descubre los lugares para comer que esta colonia de la CDMX tiene para ti
Si el ir a comer te resultaba un conflicto, en esta zona de la CDMX encontrarás los mejores sabores gastronómicos que van desde comida mexicana hasta comida rápida. Para ir solo, entre amigos o simplemente para adelantar un trabajo, la Nápoles te ofrece una gama de espacios para comer según tus necesidades y el financiamiento de tu billetera.
Cuando termines tu alimentos date una vuelta por el Polyforum Siqueiros o lleva a tus niños a hacer ejercicio al Parque Alameda Nápoles en sus tobanes y columpios coloridos.
Los mejores lugares para comer en la Nápoles
Bellini
El principal atractivo de tomar un veloz elevador y subir hasta el piso 45 para escoger mesa de ventana, es contemplar la ciudad, ya sea de día (para obsesionados geográficos) o de noche (para estar más en tono romanticón). También el hecho de que el lugar gira lentamente sobre su eje, lo que te permite descubrir las distintas zonas de la urbe, y sorprenderte tratando de ubicar los edificios que conoces si te distrajiste platicando, o extraviarte un poco al regresar a tu mesa si se te ocurrió ir al baño. Los meseros son señores serios y amables con saco y moño que se toman su tiempo… pero aprovecha su ausencia en lo que van por los aperitivos para mirar el panorama y conocer mejor los rumbos, o proponer algo secreto a tu pareja. La cocina es correcta, pero se quedó estacionada en algún punto de la década de los ochenta, al igual que el resto del lugar. El carpaccio de res, o el bisque de langosta te hacen quedar bien, seguidos de una ensalada. Luego disfruta el pollo de la casa relleno de camarón en hoja de espinaca, o un robalo con salsa de tres chiles, o el pato con salsa de frutas. No conviene irse por recetas complejas ni las más caras, pues los platillos están bien ejecutados, pero sin mayor chiste, y mejoran con una botella de vino. Tienen charola de postres como el strudel de manzana o el pastel tres leches en forma de corazón. No es fácil llenar este ochentero lugar, pero esto puede ser bueno si no quieres distracciones, aparte de música en vivo por las noches que, co
Guapo Café
Uno no puede bañarse dos veces en el mismo río ni tomar dos veces la misma taza de café. El origen del grano, el tueste, la extracción y la bebida de elección, hacen a cada taza distinta de su predecesora. Esta es una de las cualidades que más me gusta de esta bebida. Guapo Café, un pequeñísimo café de especialidad en la Nápoles, es un lugar que reconoce, o al menos da el avión, sobre este principio. El lugar es atendido por dos jóvenes baristas quienes, al cuestionarlos sobre quién es el guapo, se señalan uno a otro tímidamente. Ambos planean entrar este año a la Competencia Mexicana de Baristas. Más que poner su experiencia a disposición de los conocedores, como regularmente pasa en los cafés de especialidad, ellos explican con detalle cada extracción para alejar a los mortales del genérico cappuccino. Después de una breve entrevista sobre mis preferencias de café, me recomiendan el chemex, un método de extracción manual. Mientras veo cómo Gustavo López utiliza de manera casi científica la jarra de vidrio que requiere el método, me platica en qué consiste la competencia, la precisión y limpieza que necesita cada movimiento, y el conocimiento a profundidad que se les exige sobre el grano. Con curiosidad, al no poder imaginar cómo se preparan para el torneo, pregunto en qué momento entrenan para tan exigente prueba. Mi duda llega al mismo tiempo que mi taza con la inscripción “café rico” y el matraz con el que experimentaba, señalándolo como respuesta a mi pregunta. El chemex
Centro Café
¿Puede el café contar con un autor propio? Es más, ¿podría tener diversos matices y estilos, con esas diferencias que separan a una novela negra de un texto de realismo mágico? En Centro Café opinan que sí, por supuesto que se puede. Los baristas que idearon el concepto detrás de esta peculiar cafetería firman sus obras cafeteras como si de novelas se tratara: por ejemplo, Luis C. Fernández presenta un grano de Puebla, levemente amargo, caramelizado, con gusto a azúcar y especias, de cuerpo medio alto y tostado medio alto. Otra barista, Giannandrea Dubini, se decanta por un café diemme, más dulce que el anterior, de notas claras a chocolate y mantequilla. Por su parte, Avenamar Gutiérrez elige un café sureño mexicano, de cuerpo medio alto y tostado medio. Cada grano de autor viene recomendado para beberse de distintas maneras, ya sea en machiato, espresso, dripper, aeropress, capuccino o sifón japonés, un método de extracción al vacío, que ofrece un espectáculo muy atractivo cuando el agua sube y parece mezclarse por arte de magia con el café. Me dicen que este método produce una bebida que podría definirse como “té de café”, light y equilibrada. Elijo un café de Veracruz, firmado por Ariadna Chaparro. Es balanceado y ligero, aunque me parece que le falta un poco de cuerpo para percibir las notas de flor de café y frutos secos que me aseguran que tiene. Eso sí, la presentación es muy bonita: la taza se sirve en una bandeja, con un pedacito de amaranto con chocolate y un vaso
Caldos Ánimo
El poder reparador de un buen caldo lo conocen todas las abuelas del mundo y ya está demostrado científicamente. Antonio Báez, mejor conocido como Toño de Livier, chef de La Panga del Impostor en Guadalajara, lo sabe desde siempre, y lleva años sirviendo ahí su célebre birriamen (caldo de birria + fideos orientales). Esta combinación japo-jaliscience, gloriosamente mestiza, ya tenía antecedentes en la cocina de Toño, que gusta de los platillos mar y tierra (su taco de pulpo con chicharrón, su birria de almejas) y de las influencias orientales (su tostada china, su caldo de miso con camarones), además de los sabores del Bajío, de la frontera mexicana —él nació en Mexicali— y el sur de Estados Unidos, donde trabajó como cocinero de joven. Tradicionalmente, la birria jaliscience es de cabrito, chivo o borrego a la barbacoa (la carne se cocina bajo tierra, adobada con pulque, chiles, especias y vinagre, y envuelta en hojas de maguey), tiene mucha grasa y un olor penetrante; pero en este caso es de res, así que el caldo resulta menos pesado y grasoso, tiene un sabor reconfortante que inunda la boca y se vuelve más vivaz a cada sorbo con la frescura del limón y el "jardín" de cilantro y cebolla picados. Los fideos alcalinos de trigo contrarrestan el nivel de umami (sabor proteínico-salado), equilibran el ácido del limón y con su textura elástica redondean este plato perfecto, que te hace sentir que debía haberse inventado siglos antes. Pero en Caldos Ánimo también hay de otras sopa
El Regreso
Ya con cinco sucursales, El Regreso debe su éxito a la versatilidad de sus platillos y a su sazón casera. Puedes hacer infinidad de combinaciones entre salsas, rellenos y guarniciones para crear las enchiladas perfectas. Sin embargo, son las enchiladas mexicanas las que sobresalen, pues combinan una salsa verde acidita y de buen cuerpo; una roja picosita y ligeramente dulce; y una salsa cremosa que acompaña muy bien a las demás. Cierra el trato una porción generosa de frijoles. Nuestro relleno favorito: camarón y carne de res.
El Samurai
La Nápoles es un territorio engañoso. Escondidos en sus calles, en los lugares más inopinados, suelen encontrarse rincones gastronómicos que sólo se avisan por la cantidad de automóviles estacionados en su entrada. El Samurai cumple con estas características: oculto tras los coches está un pequeño jardín zen (o más bien zen-cillo) que encamina hacia el restaurante. Una vez dentro, se desata la decoración de palacio japonés o algo parecido, con privados repartidos en los costados, mesas con parrilla para preparar teppanyakis y una barra de sushi que es el sitio por el que opto. Como entrada, una sopita Dobin, de pescado, camarón y champiñones, servida en jarrita con pocito. Rica, pero nada como para pedirla de nuevo. Luego tuve la sabia decisión de pasar de los sushis (en otras ocasiones los he consumido aquí y son muy correctos) y los teppanyakis, y entrarle mejor a la barra de yakitoris –es decir, brochetitas–. Esta fue mi selección: Ebi (camarón, bien endulzada, jugoso el crustáceo), Hatsu (corazón de res, consistente, carne firme y en su punto), Tebasaki (pechuga de pollo, quizá por culpa del pollo, la más simple de sabor de todas), Kaibashira (callo de hacha, una delicadeza), Neguimaki (tallo de cebollín enrollado con carne de cerdo, el sabor empieza a ponerse interesante e intenso) y por último, Shishito (chile japonés enrollado en cerdo: hay tal cosa como el chile japonés, no pica, pero tiene un sabor dulce que hace a uno lamentarse de que la brocheta fuera tan breve).
Chiandoni
Pareciera que desde los 50 no han cambiado ni la decoración, ni las cartas. Creado por la mismísima familia Chiandoni, una leyenda en el mundo de los helados. El lugar es tan peculiar que celebridades del pop mexicano como la Guzmán han grabado videoclips allí. Su platillo estrella es el hot fudge y tienen una variedad de casi 50 helados como menta, mocha y limón (el favorito de Chabelo). Se recomienda el bisquit tortoni y el sundae napolitano, hechos con su receta “secreta” de chocolate.
Mazurka
Aquí dicen que los del Rincón Polaco les robaron las recetas, el estilo y hasta los meseros. No queremos amarrar navajas, ni ponernos del lado de uno o del otro, o bueno, por esta ocasión nos pondremos del lado del Mazurka, que es donde fuimos a comer y, no es que les queramos dar el spoiler de esta reseña, pero tiene final feliz y salimos encantados. Por fuera nadie creería que la decoración del interior fuera tan señorial: candelabros, cortinajes, maderas… que dan la sensación de estar en un restaurante sobre el que ya pesan los años (y algo hay de eso: están ahí desde 1978). Y no nos equivocamos. Suena al fondo el piano resuelto que ameniza desde el segundo piso con el repertorio jazzeado, grandilocuente, de las románticas de siempre. La misma concurrencia se presta para reforzar la escenografía: señores de traje, señoras con peinado de salón. Y eso que la zona no es precisamente un enclave de los negocios, ni siquiera de la clase alta. Es la Nápoles: una linda colonia residencial de clase media urbana. Pero nada obsta: este restaurante es un paréntesis de la realidad cotidiana, el tiempo aquí dentro retrocede dos o tres décadas, cuando todavía se podía decir “restaurante de postín” sin que nadie preguntara “¿qué significa de postín?” ¡Pero a comer, que a eso venimos! Tras beber la obligatoria copita de Zubrowka helada, al centro de mesa pedimos una Kielbasa (ni idea de cómo se pronuncie), que son rebanadas de salchicha polaca: un embutido grueso, firme y fresco, acompañad
Mesa Nápoles
El concepto de food hall es simple, se trata de un lugar con áreas compartidas para sentarse a comer o tomar lo que hayas seleccionado de las diferentes propuestas gastronómicas. Está conformado por 18 maneras distintas de aplicar la frase “barriga llena, corazón contento” y se encuentra dividido en dos pisos. Este mercado gastronómico (food hall) llegó a la Nápoles para ampliar la diversidad del menú y alivianar al bolsillo, también para variarle un poco a las reservaciones en los restaurantes formales. Decidí recorrer todo el lugar y entré por la esquina de Kansas y Nueva York, me encontré directamente con una pequeña extensión de Teatique, la boutique de té con la combinación de aromas a frutas y hierbas compactados en cajitas de colores. Probé una tisana de piña y blueberry, para un abdomen plano –dice la cajita como promesa de felicidad–. El sabor es delicado, la piña pierde un poco su toque ante la esencia de blueberry y lo convierte en una bebida refrescante y no empalagosa, te recomiendo que la ordenes. Busqué algo apetitoso para comer y fue en el segundo piso en donde percibí un olor a carne asada que me atrajo de inmediato. El local se llama Po Boys y su especialidad son las carnes al estilo BBQ; probé el corte st. louis de carne suave, aunque con un color y sabor que no fue tan potente como lo ofrecieron al principio. Como guarnición venía una ensalada de papa y medio elote, en realidad no ayudaron a mejorar el sabor de la salsa. La ensalada estaba pastosa, un poco
Lucky Dog
En la calle de Yosemite, a dos cuadras de Insurgentes, se encuentra este pequeño local de hot dogs; el lugar es informal y cómodo, ideal para venir con amigos. La variedad de los ingredientes se concentra en los panes artesanales y en los toppings –todo lo que se le puede poner encima a un hot dog–, pues la única salchicha que ofrecen es de pavo. Las opciones de pan son finas hierbas, ajonjolí, parmesano y el clásico blanco. La combinación de ingredientes de cada topping es lo que le da el nombre a los perros calientes: mexicano (guacamole con chicharrón), poblano (rajas con crema y queso), yucateco (cochinita pibil), americano (mac & cheese y tocino), sinaloense (chilorio), texano (chili beans con queso cheddar), francés (cebolla caramelizada con tocino grueso) y gringo (pollo BBQ). También hay alitas búfalo, helado y empanadas. Todas las bebidas son artificiales, como aguas de sabor, limonadas y refrescos. Opté por un hawaiano con pan de ajonjolí. El tocino crocante se deshizo en mi boca, mientras la piña levantó bien el sabor de la salchicha. De guarnición pedí papas y para beber se me antojó un néctar de manzana. Luego me pedí una michelada y otro perro caliente, esta vez aposté por el gringo. Las presentaciones son muy sencillas y el servicio eficiente y amable.