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Este rincón es una especie de speakeasy de auténtica cocina ecuatoriana. Para poder comer ahí, tienes que contactar a la dueña y hacer una cita para ir a su casa el fin de semana.
Ella te recibe con chochos y tostado, botana muy típica del país. El 70% de los ingredientes son de Ecuador y con ellos elabora los platillos más representativos de su gastronomía. Prueba el hornado con Ilapingacho: cerdo al horno con una tortita de papa con queso. Se sirve con mote (maíz pozolero hervido), y lo acompañan con agrio, ensalada de jitomate, cebolla morada y perejil. Un plato de contraste en textura y sabor: lo seco de la papa y húmedo del mote; lo salado del cerdo y agridulce del agrio. Disfruta tu comida con cerveza ecuatoriana o jugo de naranjilla. También, si prefieres, de lunes a viernes puedes pedir la comida para llevar.
Este huequito de la Roma Sur esconde la sazón de una excelente comida peruana: auténtica y casera. Las Nazarenas podría ser descrita como una fonda económica, ya que el servicio de comida cambia por día. Para conocerlo, la Sra. Rita se acercará a ti y anunciará el listado de aproximadamente seis a siete platillos escritos en su libreta, algunos tachados, dependiendo de la hora a la que llegues.
El menú está escrito en las paredes moradas del local, decoradas con cuadros de Perú, algunos tejidos, pósters, y uno que otro anuncio del refresco tradicional Inka Kola y la cerveza Cusqueña.
Como sabemos, el cebiche es el platillo con más promoción en los restaurantes peruanos por excelencia. Y a pesar de que en Las Nazarenas es el único fijo en el menú del día, la señora Rita y el señor Yoshi van más allá de él y brindan a la mesa la tradición del arroz y la papa peruana como acompañantes de todas las comidas. También ofrecen, por ejemplo, seco de res con frijoles, papa a la huancaína, pollo a la brasa con papas, tacu tacu, anticuchos y aguadito de pollo.
Si te das una vuelta por Las Nazarenas, no dudes en pedir todos los platillos del día. Mis recomendaciones son: una papa a la huancaína para picar, seguida de un seco de res con frijoles, un cebiche preparado al momento con la mejor leche de tigre en México, y un pollo a la brasa con papas. Y por supuesto, pide la tradicional Inka Kola, o una cerveza Cusqueña helada. Definitivo: este es el restaurante peruano más auténtico de la ci
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Visité Colombia en un instante comiendo en Tintico, en el Centro. Para desayunar recomiendo la icónica arepa de huevo, un ensamble mágico de harina de maíz que, bajo una fina cubierta crujiente, alberga un huevo frito; acompáñala de un sorbete de mango, maracuyá o guanábana y un tintico, (café negro). A la hora de la comida ofrecen numerosas entradas de todas las regiones de Colombia, como las empanadas vallunas, del Cauca; o los patacones y las carimañolas, de la Costa Atlántica.
Aunque la Ciudad de México se caracteriza por tener un gran repertorio de restaurantes de muchas partes del mundo, resulta difícil encontrar en dónde probar la chilena. Es cierto que la gastronomía de Chile destaca, entre otras cosas, por sus pescados y mariscos de frescura admirable que difícilmente probaremos en nuestra ciudad; sin embargo, lo mejor para conocer su cocina es probar platillos típicos de la dieta cotidiana, preparados de forma casera y sencilla. Cumple con este propósito una fonda chilena en la Del Valle cuya su principal intención es ofrecer una probada de su nación en mesas mexicanas.
La alegría de la dueña, que se desenvuelve con soltura como anfitriona del lugar, se ve reflejada en cada detalle. Sus recetas son clásicas chilenas, heredadas y aprendidas de su abuela, lo que garantiza que todo lo que está en el menú sea confortable (aunque las combinaciones de sabores no sean para todo tipo de paladares).
Para los chilenos que sufren la nostalgia del viajero y van peregrinando en busca de los sabores de su tierra natal, el pastel de choclo o la cazuela de vacuno seguro les arrancarán un suspiro. Por otro lado, para los mexicanos que buscan nuevos sabores y porciones generosas por precios justos, recomendamos compartir tres platillos: las empanadas horneadas, el costillar de chancho y la plateada de res. Si quieres experimentar todavía más, pide una copa de pisco sour, aunque la comida chilena va muy bien con vino tinto. A manera de postre, es bueno cerrar c
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Parece una fonda cualquiera de antojitos mexicanos, pero en realidad se trata de un local con platillos hondureños (o catrachos). Tan sólo reviso la carta, me queda más que claro lo que ofrece la gastronomía popular del país. Además este informativo menú detalla los ingredientes utilizados para cada uno de los antojos y las regiones en donde se acostumbra. Hay enchiladas, tamales, pupusas (gorditas), sopa de caracol y montucas, una especie de tamal que se acostumbra en las bodas rurales.
Opto por unos pastelitos de ‘chucho’, el plátano relleno de frijol y queso, y un clásico de Honduras: el nacatamal catracho. Para la espera, aplaco la sed con una mistela caribeña. Se trata de una bebida preparada con agua de coco, manzana, piña, cereza, canela y clavo. Simplemente deliciosa y muy refrescante.
La comida no tarda en llegar en este lugar, que ostenta fotografías de Honduras y el escudo nacional. Los pastelitos, en realidad, son dos empanadas de carne de res con arroz, cubiertas de salsa roja y repollo. El sabor de la carne es notable y deriva de la condimentación –secreta– al estilo hondureño. A diferencia de éstas, el plátano se siente pesado y su combinación con frijoles no es tan afortunada. En cambio, el tamal resulta en un combo de sabores y un plato fuerte por sí mismo. Papa, chícharos, arroz, cerdo, aceitunas y alcaparras se acompañan dentro de una masa perfectamente ejecutada. Unas gotas de la salsa roja –y picante– de la casa redondean esta delicia típica, macanuda pa
A sabiendas de que la comida nunca es lo mismo fuera de un país, ésta es, actualmente, la mejor cocina venezolana en el DF. Hay varios platillos que harán que salgas con una sonrisa, como las empanadas de cazón, el pabellón (frijoles, arroz, plátanos machos, queso y carne mechada) y las arepas reina pepiada (con aguacate y pollo). La carta es bastante extensa y demostrativa de la gastronomía venezolana criolla y aunque los platillos son un poco más caros de lo que uno esperaría, el menú del día lo compensa todo. Éste incluye sopa, plato fuerte, agua y postre; todo por 55 pesitos. Por otro lado, para probar la gastronomía mantuana (de las clases altas desde la colonia), recomiendo el asado negro, un clásico caraqueño servido con lomo en salsa agridulce, zanahoria, arroz y plátano macho.
Los apurados meseros van como rayo por el restaurante para servir todo al instante, sacrificando detalles corteses pero nunca perdiendo la amabilidad. Lo que sí es necesario arreglar es que el lugar, decorado con pósters e imágenes de Venezuela, suele tener un aroma similar al de una pescadería a eso del mediodía. Ni hablar, al menos hay comida para llevar.
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