Dónde ver las películas de Guillermo del Toro

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Luppi, un anciano comerciante de antigüedades, descubre un artilugio de oro que un misterioso alquimista había escondido dentro de una estatua, siglos antes. El anciano se vuelve inmortal, su cuerpo sufre una extraña transformación y desarrolla una sed de sangre. 

Resistiendo los esfuerzos del empresario moribundo Brook y su secuaz Perlman para apoderarse del llamado dispositivo Cronos (tiene extrañas habilidades para perforar el cuerpo), Luppi lucha por aferrarse a su humanidad incluso más allá de la tumba. Del Toro le da un giro intrigante a la tradicional foto de vampiros. 

Sale la sangre de forma gratuita, dejando entrar el ingenio seco, un ritmo sombrío y una patada emocional sustancial, mientras Luppi busca mantener el poderoso vínculo con su esposa y su nieta, a pesar de que se ve, bueno, como algo de una película de terror. Una pieza de género más sorprendente: tierna, imaginativa y totalmente propia.

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Esta cinta de terror hispana con clase fue escrita y dirigida por el Guillermo del Toro, que hizo Cronos y Mimic. Como muchas películas españolas sobre la Guerra Civil, filtra ese conflicto traumático a través de los ojos parcialmente comprensivos de un niño. 

Después de que su padre republicano muere en la batalla, Carlos de 10 años, se queda en un orfanato en el desierto, donde la viuda inválida Carmen y el amable profesor Casares esperan proteger sus cargos contra el avance de los fascistas.

Pero también existe peligro dentro del frágil santuario: no solo Carlos choca con el acosador mayor Jaime, sino que también tiene que preocuparse por el maleducado y egoísta conserje Jacinto, sin mencionar los escalofriantes rumores sobre un menor que desapareció. 

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La primera película estadounidense del director mexicano, Guillermo del Toro, es un thriller de ciencia ficción, que fusiona como una oscura y poética alegoría sobre los peligros de la manipulación genética con un horror sombrío, implacable y subterráneo. 

Tres años después de que los científicos Sorvino y Northam salvaran a los niños de Nueva York de una epidemia similar a la polio, al manipular la estructura del ADN del principal portador de la enfermedad (una cucaracha ubicua), los resultados de sus arrogantes experimentos vuelven para atormentarlos. Insectos gigantes de rápida evolución, ahora acechan en los túneles del metro debajo de la ciudad, imitando y depredando a sus presas, los seres humanos. Inflexible, subversivo y, ocasionalmente. perversamente cómico.

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Esta llamativa secuela recapitula la primera película en la secuencia de créditos, reintroduciendo el personaje de Snipes (mitad hombre, mitad vampiro), el azote de los chupasangres. Al subir la apuesta sobre el original, Blade y Whistler (Kristofferson) se alían con su enemigo contra una nueva variedad calva y caníbal que es invulnerable al ajo y la plata, pero que es poco probable que se broncee pronto. 

Las influencias son eclécticas como antes: cómics de Marvel, artes marciales de Hong Kong y películas japonesas de samurai, videojuegos y música rap, pero despojados de conceptos básicos como la historia y el diálogo, no es nada de qué emocionarse.

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La diversión es un elemento crucial, pero a menudo pasado por alto en una exitosa adaptación del cómic Hellboy. ¿Cómo podría no serlo cuando la figura central es un malhumorado adolescente mitad humano, mitad demonio de dos metros, con un brazo derecho gigante y problemas con las mujer? El sincero horror es el intercambio de acciones de Del Toro, Hellboy resuena con la alegría del director al decirle que se suelte de la creación del cómic de culto de Mike Mignola. 

Pero a pesar de toda la visión de Mignola y el estilo de Del Toro, Ron Perlman es la película: todo en rojo y más grande (una fotografía inteligente que supera el trabajo de CGI), quema la pantalla como el héroe del mismo nombre. 

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Una niña en la cúspide de la adolescencia es introducida en un mundo de fantasía amenazante donde descubre su propio poder. Es una historia familiar, incluso arquetípica. El laberinto del fauno es otra versión del cuento de Alicia, pero inusual porque no es adecuada para niños. 

No solo está repleta de violencia física, sino que sus lecciones, en la insuficiencia de la fantasía como contramedida a la represión, podrían hacer que los jóvenes sensibles tiren la toalla. Al igual que en El espinazo del diablo (2001), del Toro organiza su drama sobrenatural en el contexto de la Guerra Civil española. 

El escenario es 1944, por lo que el conflicto ya terminó, pero las escaramuzas continúan entre las guerrillas antifascistas y las fuerzas bajo el mando del sádico y narcisista Capitán Vidal (Sergi López), o padre, como se le pide a la joven Ofelia (Ivana Baquero) dirigirse a él cuando llegue a su base forestal, junto a su madre embarazada y enferma (Ariadna Gil), la nueva novia de Vidal. 

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Este cuento de hadas de Guillermo del Toro no es tanto una secuela, es más bien una fusión de El laberinto del fauno con la ingeniosa e irreverente acción de Hellboy. Es un espectáculo deslumbrante que invierte a cada monstruo con su propia personalidad. 

La trama, en resumen, se refiere a los planes del hijo del Rey Balor, el Príncipe Nuada (Luke Goss), de despertar al latente Ejército Dorado, con súper guerreros mecánicos despiadados. Para evitar esto, la hermana gemela del príncipe, la princesa Nuala (Anna Walton), con quien está telepáticamente vinculado, obtiene la ayuda de Hellboy, su novia pirocinética Liz (Selma Blair), el empático acuático Abe Sapien (Doug Jones) y un recién llegado a La Oficina de Investigación y Defensa Paranormal, Johann Kraus, un místico ectoplásmico alojado en un traje de buceo de metal.

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Vinieron de las profundidades del Pacífico, son imponentes bestias escamosas conocidas como kaiju que causaron desastres en la Tierra. La humanidad respondió creando robots guerreros gigantes llamados Jaeger, piloteados por dos personas conectados telepáticamente, como el comandante Raleigh Becket (Charlie Hunnam).

El piloto pierde a su hermano (y Wheelman) durante el torpe, narración-heavy preludio descaradamente arrogante épica de ciencia-ficción de Guillermo del Toro. Cada arquetipo de las clásicas películas de monstruos se pueden ver en esta cinta, desde científicos nerds (Charlie Day y Burn Gorman) hasta líderes amenazadores (Idris Elba) con una inclinación por los discursos de inspiración.

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Una historia de amor gótico, empapada de sangre y rodeada de fantasmas –metafórica y literalmente hablando–; así es como se describiría La cumbre escarlata (Crimson Peak), la más reciente película de Guillermo del Toro. Esta vez el tapatío no recurre a espacios abiertos y cercanos a las costas asiáticas, necesarias para albergar las batallas entre kaijus y jeagers (Pacific Rim, 2013); más bien, retoma las casas viejas y de una belleza terrorífica que comúnmente vemos en su cine, para instalarnos en Estados Unidos e Inglaterra durante la época victoriana.

Si Guillermo del Toro nos traslada hasta ahí es para presentarnos a Edith Cushing (Mia Wasikowska), una escritora cuyo estilo no encaja con el de sus colegas mujeres. Las historias que Edith escribe abordan lo sobrenatural y no lo romántico, consecuencia quizá de las habilidades que tiene para ver fantasmas y de la muerte prematura de su madre. 

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Sumergida quizás más que nunca en la autoreferencia, conectando directamente con las películas de horror de Universal —tales como Creature from The Black Lagoon de 1954— la clásica historia de la bella y el monstruo encuentra nuevas dimensiones través de la muy particular visión del director mexicano Guillermo del Toro, cuya imaginería encuentra la belleza en el lado más retorcido de la fantasía para ponerla al servicio de los sentimientos y, en este caso, de un discurso en el que da rienda suelta a su postura ideológica, e incluso política.

Una situación que resulta evidente desde el contexto histórico en el que se desarrolla la trama y el peso de las implicaciones que tiene en la misma. Es en plena Guerra Fría que seguimos los pasos de Elisa Espósito –interpretada con un sutil encanto y naturalidad por la inglesa Sally Hawkins–, quien trabaja haciendo limpieza en las instalaciones de un laboratorio del gobierno, lugar donde llevan a un hombre anfibio encarnado por Doug Jones, otro de los maestros de la caracterización– que capturaron en el Amazonas.