Pan de barrio para cada día, café recién hecho y clases de panadería los últimos viernes de cada mes; si esta panadería no te queda a la vuelta de tu casa, ya tienes un secreto más para hacer de tu tiempo uno más suculento. El lugar es increíblemente pequeño, pintado en un modesto tono verde menta y parece estar dividido en dos. A la derecha está el mostrador donde te atienden con panqués y galletas a la vista, además de las típicas charolas con el pan del día para que elijas. La segunda parte da hacia la calle Eligio Ancona, está techado y hay una mesa de madera completamente rústica. A un costado hay un librero con obras literarias que a juzgar por sus portadas, son sabiduría de hace decenas de años; por si no estás con ganas de platicar con alguien. Prueba los chocolatines rellenos de Nutella, son bronceados por fuera y suaves por dentro. El café lo sirven en una taza grande y muy concentrado, pero si lo pides capuchino la leche espumada lo suaviza. No le pongas azúcar si lo acompañas con una concha, una lechuza –hojaldre abierto con fruta– o un panqué con costra de menta, un poco dura por cierto pero nada que un trago de café no arregle. El pan salado es una locura hecha a mano; la baguette rústica se ve compacta y las hogazas de granos se rifan por sí mismas. En una tarde lluviosa de sábado desearás vivir en esta colonia para pasar las horas, minutos y segundos con sus recetas artesanales.
Santa María la Ribera es de mediados del siglo XIX, data del año de 1861 así que caminar por sus calles es recorrer uno de los primeros fraccionamientos de la Ciudad de México. Hoy en día, esta colonia comienza a marcar tendencias y a explorar nuevas áreas de la gastronomía local. Entre mercados gastronómicos, comida rusa y japonesa, no rompas tu cartera y sigue esta guía para que pruebes de lo mejor sin gastar tanto.