Descubre las loncherías, las mejores tortas ahogadas y chiles en nogada en la Ciudad de México.

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Comida mexicana en la CDMX
Algunas terrazas que circundan la Plaza de la Constitución tienen fama de atrapabobos porque la calidad del menú no se relaciona los precios exorbitantes que manejan, pero no hay que meter a todos al mismo costal.
Balcón del Zócalo se cuece aparte porque, además de su menú normal de comida y desayunos y su preciosa vista a uno de los laterales de la catedral, ofrecen una propuesta de menú degustación súper interesante. Para entrar, debes dar vuelta en 5 de mayo hasta el hotel Zócalo Central, donde te indicarán cómo subir en elevador al restaurante.
A diferencia de otros menús de degustación, aquí cambia cada tres meses y no se trata solo de una muestra de la visión del chef, sino que involucra muchas más manos. Cada menú nace y se desarrolla en un laboratorio que reúne la creatividad, expertise e investigación de todo el equipo durante ocho semanas.
En mi caso, me tocó probar el menú de Invierno 2024, un recorrido de platos de cocina mexicana contamporánea (cada uno maridado con vinos excepcionales), los cuales seguían la temática desde la evolución de nuestra especie, las maneras en que las sociedades lograron adaptarse a las inclemencias del clima hasta los símbolos que se han creado a partir de la temporada de frío.
La experiencia comenzó con una interpretación de una quesadilla de sesos, con cubos de aguacate y salsa de chile verde, seguido de un bocado rojo apoyado en un hueso, que se trataba de carne vegetal hecha de sandía deshidratada con gazpacho moreliano....
Lo que alguna vez fue el área de caballerizas del arquitecto Luis Barragán (Casa Prieto), se retomó para convertirse en Tetetlán, un centro cultural, restaurante, salón para yoga y un lugar que alberga una colección de libros de arquitectura y vinilos.
Lo primero que te recibe al entrar es la cafetería donde a partir de las 7am preparan café veracruzano, tisanas calientes y frías y las canastas de pan se llenan de scones, conchas y panqués de matcha. Después está el comedor, un espacio que homenajea la arquitectura de paisaje y a la palabra Tetetlán, la combinación de piedra y pedregal en Náhuatl. Para respetar la naturaleza del terreno y convertirlo en una obra de arte visual, colocaron bajo las mesas y las sillas un piso transparente para que no te pierdas ningún detalle de la piedra volcánica, además de un sistema de irrigación que ayuda al crecimiento de vegetación.
Como restaurante, Tetetlán tiene muchos ases bajo la manga para ser uno de los favoritos del Pedregal. En lo que a desayunos se refiere, además de la panadería hecha en casa, en el menú están los chilaquiles tetetlán con salsa tatemada de frijol y habanero (agrega cecina), los huevos revueltos con escamoles, los jugos naturales y los tazones con superalimentos; como el fresco tazón de quinoa con camote y aguacate o el de espirulina con dátiles y amaranto, ideales para quienes toman una clase de yoga temprano por la mañana.
Llegada la hora de la comida el menú no se debilita y bastó el taco de lechón tierno...
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Sobre la calle de Campeche y junto al mercado de Medellín se encuentra este pequeño consulado yucateco. Es un restaurante familiar, relajado y en sus mesas disponen el semáforo de salsas de chile habanero: verde, amarilla y roja –de menor a mayor intensidad–.
Las manitas de cerdo en escabeche o al pibil son una excelente manera de avisarle al hambre que pronto quedará satisfecha y para entrar de lleno al juego puedes pedir unos panuchos de cochinita pibil o de relleno negro. La carne de puerco de la cochinita está suave y desmenuzada, queda especiada de manera muy fresca pues no se les pasa la mano con el achiote y el toque de laurel está en su punto.
También probamos el relleno negro en torta, ese guisado yucateco de carne de cerdo color azabache que en la boca sabe a especias sureñas, ligera y con un dejo ácido al final que encanta a los paladares. Le ponen unas rebanadas de huevo cocido que son el moño del regalado sabor de la cocina yucateca. La sopa de lima con pollo desmenuzado es rotunda en potencia cítrica, concentrada, sustanciosa y las tiras de tortilla frita le dan la textura crujiente a las sensaciones tersas de la receta; el plato es una porción completa, si eres de estómago pequeño no la consideres como una mera entrada.
Otra de sus especialidades es el chamorro al pibil. Por 125 pesos te llega a la mesa la pierna del cerdito cocinada despacio y con la carne lista para separarla del hueso sin esfuerzo alguno. El sabor lleva toda la carga de aromas de la...
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Desde hace varios años, los sabores del estado de Nuevo León son replicados en la cocina de este restaurante bar. El concepto de La Buena Barra es traído desde Monterrey y como buenos norteños, aquí brillan los cortes de carne, los tacos, los asados y los tragos.
Para comer, ve directo con las recomendaciones de la casa: el chicharrón de rib eye viene servidoen un molcajete con guacamole recién hecho. Los cubos de carne son crujientes por fuera y el centro jugoso La porción es grande e ideal para compartir hasta con tres personas. Luego, el taco de jaiba es muy vistoso: servido sobre una tortilla de maíz y perejil frito. Tienen más tacos, te recoemndamos el de lechón y de lengua. También pide de entrada la cazuela de Gusanos.
Su especialidad es el Burrito Puerto, que es Langosta roja, perfumada con mantequilla clarificada y envuelta en tortilla jumbo de harina casera con frijoles bayos y llega directo a la mesa en un comal móvil. Si prefieres un corte de carne, aquí tienen los buenos ejemplares norteños, desde una costilla de rib eye, hasta una caña de filete al mezcal en bloque de sal, tierno y jugoso.
Entre las opciones del mar, te recomendamos el pulpo al carbón, ceviche de Totoaba y el filete de salmón con espárragos y alcachofa, con todos los sabores de la parrilla norteña. Para maridar, entre cocteles, licores y cervezas, la carta de bebidas es extensa, vale la pena preguntar por las especialidades. Te recomendamos el Sexy Motherfucker que es wiskhy con miel de...
¿Comemos sólo por hambre? Es decir, ¿comemos sólo para satisfacer una necesidad básica? No: comemos también por el solo gusto, para compartir el pan o para cumplir un capricho. México está lleno de antojitos y comer es también un placer. Sentarse alrededor de una mesa puede ser, incluso sin motivo, una celebración. A ese espíritu de placer apela Paxia, el restaurante insignia de Daniel Ovadía desde 2005.Allí hay que tomarse las cosas con calma y con juicio, para decidir entre todas las opciones de los diferentes menús. Primero viene el aperitivo, la lotería de mezcales es una gran tentación, pero si lo que quiere es conocer el espíritu del restaurante (y conservar los sentidos alerta, decisión encomiable) es mejor decantarse por algún trago de la mixología, como el martini de zapote negro con espuma de naranja. Y es de ley tomar una de sus aguas frescas: el tascalate con hueso de mamey es tan buena que se corre el peligro de entusiasmarse demasiado y llenarse de agua. Pero hay que ser prudentes.Luego llega lo difícil. Hará un mes que renovaron la carta, como más o menos cada año; hay un menú degustación extendido, para una comida entre varios y con tiempo de sobra, y un menú corto, adecuado para una cena. Como primer tiempo puede ser la colita de lechón en un mole ligerito, amable. Luego puede venir una sopa de frijol negro —que sorprende por su esencia herbal— con tocino ibérico o una crema de alcachofa con pistache. Del plato fuerte me quedé con el guajolote en mole de...
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Tal cual Oxxo, este tipo de restaurantes rápidos han invadido la Ciudad de México y es algo que amamos. Hamburguesas al Carbón Torreón se encuentra frente a la Plaza Tepeyac y cumple con una de las funciones que todos los mexicanos buscamos cuando comemos: comida rica, barata y rápida.
Su menú es ultrabásico. Hamburguesas sencilla, con queso, doble queso, con piña, queso piña, doble queso y piña —hawaiana como le dicen en mi pueblo— y refrescos.
Te formas, pides lo que quieres, pagas, se te entrega el refresco y esperas a que el cocinero te pregunte los vegetales para tu hamburguesa (lechuga, jitomate, cebolla, chiles) y los aderezos (salsa de tomate y mostaza). En lo que esperas puedes ver y oler el carbón cociendo la carne.
Si bien la presentación no es la mejor, su sabor lo compensa todo. No sé dónde compran la carne o cómo la preparan para que tenga el mismo sabor y textura suave. Como es un restaurante pensado para que comas y te vayas hay pocas mesas, pero hay repisas para que pongas tu refresco. Incluso hay gente comiendo dentro de sus autos, así que no te limites.
Pedí una de doble queso y piña, pero como tengo tanque grande tuve que volverme a formar para pedir otra. Vale totalmente la pena aguantar el calor del lugar, y el humo de la parrilla por una hamburguesa.
El mismo grupo restaurantero responsable de Séptimo en Coyoacán, ahora inaugura este salón decorado con motivos mexicanos estilizados y una barra iluminada al fondo. El servicio es cordial, te hacen sentir a gusto desde que llegas; cuando fui todavía no contaban con carta de coctelería, pero el trago de mezcal con hoja santa que el mesero sugirió estaba muy bueno, refrescante y nada empalagoso.
De su carta de alimentos, en la que destacan las albóndigas con tuétano, las enchiladas de pato con mole negro y el aguachile de callo y camarón, me decidí por dos entradas para compartir: una hoja santa con queso Oaxaca fundido, bañada en caldillo de jitomate, muy rica para taquear, y luego un chile de agua relleno de machaca guisada, que me pareció una lograda fusión de sabores del norte y el sur de México.
Era jueves en la noche y el lugar estaba lleno; había mesas con pequeños grupos de amigos, parejas, y un grupo que tocaba clásicos de salsa, no con la intención de armar baile, sino para poner ambiente, con lo que se creaba una atmósfera animada sin llegar a ser un franco desmadre, que se agradece para después de trabajar. Por todo lo anterior, Bartola es una recién llegada muy bienvenida pues alegra los rumbos sureños de la CDMX.
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De los creadores de la taquería clásica que rompió los esquemas de los tacos en la Roma, El Parnita, y su hermano nocturno Páramo, surgió este proyecto que expande las posibilidades del uso del maíz y las recetas tradicionales que lo rodean.
No tiene nombre y no lo necesita, es un espacio único que se vale del poder que tiene la comida rural mexicana, y para apoyar la experiencia, se inspiró en las cocinas de los pueblos con la visión interiorista de Ludwig Godefroy (M.N Roy); con piedra volcánica y acabados rústicos, además de barro, comales, guacales con insumos frescos y cazuelas a plena vista. Hay bancas y pequeñas mesas redondas donde se come sin reglas.
El maíz, que proviene de distintas regiones de México, se nixtamaliza y se muele, se prepara la masa y se hacen tlacoyos, sopes y tortillas en el comal —las mismas que se sirven en El Parnita y en Páramo, de los molcajetes nacen toda suerte de salsas, hasta unas cuatro. Según la temporada es lo que se come; los desayunos alegran las profundidades del alma, hay huevos revueltos al estilo de cada rincón del país, por la tarde quesadillas y guisados suculentos que resultan de la experimentación de los encargados de los fogones.
Para pasar el taco hay tejuino, atole y café de olla, una tríada poderosa, que sumada al mezcal, no te dejan más opción que aceptar que Expendio de Maíz Sin Nombre no es otra jugarreta cualquiera de cocina de origen en la Roma.
Se encuentra en el pasillo de un edificio con el número apócrifo 666. Ahí la señora Mercedes prepara un platillo que sólo ella sabe cocinar: un potente caldo rojo con trozos de hueso envueltos en carne tierna que se desprende como mantequilla, con una sazón perfecta.
Puedes ajustar a tu gusto con limón, orégano y venas de chile en vinagre, el sello especial incluso si lo pruebas dentro de una tortilla hecha a mano.
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