Descubre las loncherías, las mejores tortas ahogadas y chiles en nogada en la Ciudad de México.

Publicidad
Comida mexicana en la CDMX
Desde hace varios años, los sabores del estado de Nuevo León son replicados en la cocina de este restaurante bar. El concepto de La Buena Barra es traído desde Monterrey y como buenos norteños, aquí brillan los cortes de carne, los tacos, los asados y los tragos.
Para comer, ve directo con las recomendaciones de la casa: el chicharrón de rib eye viene servidoen un molcajete con guacamole recién hecho. Los cubos de carne son crujientes por fuera y el centro jugoso La porción es grande e ideal para compartir hasta con tres personas. Luego, el taco de jaiba es muy vistoso: servido sobre una tortilla de maíz y perejil frito. Tienen más tacos, te recoemndamos el de lechón y de lengua. También pide de entrada la cazuela de Gusanos.
Su especialidad es el Burrito Puerto, que es Langosta roja, perfumada con mantequilla clarificada y envuelta en tortilla jumbo de harina casera con frijoles bayos y llega directo a la mesa en un comal móvil. Si prefieres un corte de carne, aquí tienen los buenos ejemplares norteños, desde una costilla de rib eye, hasta una caña de filete al mezcal en bloque de sal, tierno y jugoso.
Entre las opciones del mar, te recomendamos el pulpo al carbón, ceviche de Totoaba y el filete de salmón con espárragos y alcachofa, con todos los sabores de la parrilla norteña. Para maridar, entre cocteles, licores y cervezas, la carta de bebidas es extensa, vale la pena preguntar por las especialidades. Te recomendamos el Sexy Motherfucker que es wiskhy con miel de...
La expresión “huele a pan” toma un sentido completamente diferente cuando pasas por esta panadería, especialmente entre 1 y 3pm, pues es la hora de la comida de los oficinistas en la zona de Barranca del Muerto. La calle no sólo huele a pan, sino que huele a toda la gama de aromas que un horno puede expedir; como especias, levadura y alguna salsa. Esto se debe a la bipolaridad de la Hogaza, porque de ser una panadería en Plateros (a la vuelta), expandió sus horizontes para ofrecer más delicias que combinen perfectamente con un pan fresco y recién horneado en este restaurante. Ahora puedes disfrutar de ambas modalidades.
Todos los panes como cuernitos, baguettes, pasteles y tartas de la panadería, también los puedes adquirir aquí.
Este restaurante tiene una terraza con un par de mesas y en el área interior unas cuantas más para que comas y bebas café chiapaneco recién hecho. El menú es como el de una fonda y los precios lo sustentan. Para desayunar hay chilaquiles con pollo o huevo, a 40 pesos. Tienen todas las posibilidades de revoltura con huevos: con chorizo, salchicha, tocino y hasta espinacas. Si tienes el estómago delicado pide un plato de frutas surtidas con queso cottage. En realidad, yo probaría los molletes porque el pan es excelente y en el menú los anuncian con “con pico de gallo y un toque de especias”.
Para comer la cosa se pone aún mejor, hay ciabattas con jamón de pavo, serrano y de pechuga; probé la de salami artesanal con queso manchego y quedé mucho más...
Publicidad
Un espacio de comida rápida para eso de las prisas y que por las noches recibe a aquellos que necesitan un poco de alimento después de la fiesta. Taquería Gabriel llegó a lo que antes era Bravo Lonchería, conserva un ambiente bohemio, tipo cantina de luchas, donde el mobiliario son de lámina y la música en español de los ochentas y noventas está bajo la batuta de una rockola.
Con el lema “Tacos bien ricos, cerveza bien fría”, los meseros conservan esa amabilidad al recibirte y atenderte. Tostaditas enchiladas de entrada y cinco salsas de la casa para acompañar la comida: habanero con piña, cebolla con habanero, cuatro chiles, la tradicional verde con aguacate y la macha, hacen que el paladar te pida una cervecita o un vaso de agua fresca del día (aunque el vaso está muy pequeño).
Sobre la carta: hay opciones básicas en tacos (suadero, tripa, carne asada), burritos, volcanes y tortas; eso sí, tortillitas recién hechas a mano. El burrito ($99) es la opción indicada para llenarse, bien servido pero la carne se siente muy pellejuda. Échale salsa para alargar su sabor.
Los tacos de suadero y tripa ($39 c/u) son cumplidores, y aunque la tortilla taquera es de buen tamaño, el contenido es poco; por los precios estaría bueno llenarlo más de proteína. Tendremos ojos puestos en este nuevo sitio de oda a las delicias callejeras.
Teresa López
Filigrana: técnica de elaborar piezas con finísimos hilos de metal, o como a la chef Martha Ortiz le gusta referirse para hablar de su nuevo restaurante, los hilos de sabor que nos unen. Audacia y diversión son dos aspectos que rodean a esta propuesta de cocina mexicana, cuyo interior parece cuento de hadas con brillo propio gracias a sus ventanales alusivos a cristales.
Acomódate en los kitsch y muy acolchados sillones para iniciar con tres gorditas de maíz multicolor: negra con hongos y mucha sazón; verde con suculento queso derretido y epazote; de masa natural con crujiente chicharrón. Un par de insectos y charalitos aterrizaron en el muy fresco guacamole con habas para darle cuerpo a cada mordida y toques salados.
Sí, es un arroz cremoso de $182, pero cada bocado merece un bailecito de premiación, es delicioso: abrazado por la acidez del queso chiapaneco vertido encima, pétalos de flor de calabaza con espárragos y crujiente de queso para rematar. Textura y sabor entrando en armonía en el paladar.
El porkbelly aterriza con elegante sencillez, donde la proteína cede a un buen agarre semi-grasoso y el mole rosa lo hace con notas de almendra. Un gusto palpable también a la vista. Puede acompañarse del filagranita a base de mezcal con tepache, para que la espuma de sal de insectos deje sensaciones limpias.
“Experiencia o vivencia dulce” para nombrar la sección de postres, un sentido muy atinado: el flan de queso estilo Chiapas con salsa de cacahuate y caramelo abraza la...
Publicidad
Come tus bacterias y levaduras: si bien la comida fermentada existe desde hace décadas, estos últimos años se dio al alza la fermentación en las cocinas alrededor del globo —en Noma (Copenhague), el mejor restaurante del mundo, tienen a un chef jefe de fermentación: David Zilber—. Este método llegó a la Ciudad de México por medio del hotel Sofitel y su restaurante Bajel, donde el joven chef originario de Ecatepec, Luis Escamilla, dio hogar a más de 200 fermentos diferentes para usar en sus múltiples recetas.
Entre mesas de madera, iluminación tenue y un estante con frascos cuyo contenido burbujea, se pudre y escabecha, te adentras a lo que es un concepto realmente inusual. Hasta el momento es el único lugar cuyo menú tiene 50% de ingredientes fermentados.
Sin mucha descripción, en la cambiante carta, la selección se divide en insectos, vegetales, fermentos, mar y tierra. Es, digamos, alta cocina ejecutada con mucho cientificismo: emplatados policromáticos, hechuras desde cero y —ojo aquí— sabores realmente fuertes presentados en tres, cinco o siete cursos.
La cosecha de su hortaliza se hace presente en el snack, una col con espuma del propio líquido fermentado emparejado y una galleta de cereales (fermentados), el resultado es crujiente y palpable en toda la lengua.
Los que han resonado como favoritos de la casa son los escamoles ahumados con epazote y maíz criollo cuyos toques de ceniza prolongan cada bocado, traídos en una perturbantemente...
Lo que alguna vez fue el área de caballerizas del arquitecto Luis Barragán (Casa Prieto), se retomó para convertirse en Tetetlán, un centro cultural, restaurante, salón para yoga y un lugar que alberga una colección de libros de arquitectura y vinilos.
Lo primero que te recibe al entrar es la cafetería donde a partir de las 7am preparan café veracruzano, tisanas calientes y frías y las canastas de pan se llenan de scones, conchas y panqués de matcha. Después está el comedor, un espacio que homenajea la arquitectura de paisaje y a la palabra Tetetlán, la combinación de piedra y pedregal en Náhuatl. Para respetar la naturaleza del terreno y convertirlo en una obra de arte visual, colocaron bajo las mesas y las sillas un piso transparente para que no te pierdas ningún detalle de la piedra volcánica, además de un sistema de irrigación que ayuda al crecimiento de vegetación.
Como restaurante, Tetetlán tiene muchos ases bajo la manga para ser uno de los favoritos del Pedregal. En lo que a desayunos se refiere, además de la panadería hecha en casa, en el menú están los chilaquiles tetetlán con salsa tatemada de frijol y habanero (agrega cecina), los huevos revueltos con escamoles, los jugos naturales y los tazones con superalimentos; como el fresco tazón de quinoa con camote y aguacate o el de espirulina con dátiles y amaranto, ideales para quienes toman una clase de yoga temprano por la mañana.
Llegada la hora de la comida el menú no se debilita y bastó el taco de lechón tierno...
Publicidad
La chef Gaby Ruiz (Carmela y Sal, Carmela DeMorada) se alió con las cafeterías Cielito Querido para crear un nuevo concepto justo frente al famoso Poliforum Siqueiros. Esta bella esquina de techos altísimos y terraza exterior comienza a ser descubierta por los oficinistas de la zona. El menú se amplió con desayunos y platos de comida apapachadora de las comidas corridas, como unas albóndigas, sopa de la milpa o ensalada de nopales, pero donde no falta el sello de la chef tabasqueña. Para el after office, hay una carta de coctelería donde casi todos los tragos llevan café.
También lee: Cafeterías con talleres de arte
Llegué a la hora de comer, así que me fui directo hacia la torta ahogada de brisket, con cebolla morada encurtida y kimchi casero. Ojo, si estás esperando una torta súper picosa como las tapatías, aquí el grado de picante es ligero. A su lado pedí también una sustanciosa ensalada mexicana con lechuga, elote amarillo, frijoles, tortilla frita y quesillo.
La carta contempla varias opciones vegetarianas, de las cuales te puedo recomendar el sope de lentejas ahumadas con salsita encacahuatada y trozos de plátano macho frito. Pero de lo que tenemos que hablar seriamente es del postre: el tamal de taro acompañado de un café o una horchata caliente (si eres dulcero) te van a hacer la tarde. No es sorpresa que me confirmaran que este tamal, con la masa súper esponjosa, coronada con crema montada y bolitas de tapioca de jerez, sea el más pedido de la carta, junto con...
Además de mantener el alto nivel de la cocina centrada en los vegetales de Sud 777 (número 11 en los 50 Mejores Restaurantes de América Latina), el chef Edgar Núñez ahora confirma su dominio de los platos tradicionales mexicanos en Jacinta, un cálido local con detalles artesanales en barro y madera.
Entre lo que probé —se puede pedir a la carta o en comida corrida de tres tiempos (no mariscos), por 380 pesos—, quedé encantada con las gorditas de cola de res, con relleno generoso y una masa a la vez tierna y crujiente, elaborada con maíz que ellos mismos nixtamalizan. La cercana competencia sería el ceviche de caracol, o los huevos rotos con mayonesa de ajo y chipotle, ganadores si de curar la cruda se trata. La margarita frapé de pepino, cedrón y jengibre, aromática y digestiva, es de lo más recomendable en bebidas.
El huachinango zarandeado (para dos) estuvo muy sabroso para taquear, pero me arrepentí un poco de no haber escogido la lengua en morita como plato fuerte; de verla pasar se me hizo agua la boca y me dicen que es de lo más pedido. El postre fue un arroz con leche perfecto, no batido, no empalagoso, con un sutil toque especiado y cubierto de finas supremas de cítricos. El servicio en Jacinta es eficiente, se nota un gran cuidado por los detalles y los sabores afinados de su bien armado menú siempre te dejan con ganas de regresar.
Publicidad
Pareciera que han estado entre nosotros durante siglos, pero la historia de los huaraches está muy bien documentada y no han cumplido ni los cien años.
Resulta que son invención de la señora Carmen Gómez Medina, quien tomó un tlacoyo y lo llevó al límite, agrandándolo de tamaño y friéndolo en aceite o manteca. Como Pokémon, el tlacoyo evolucionado recibió el nombre de lo que más se le parecía: un huarache. Esto ocurrió cerca del mercado de Jamaica, donde sus hijos siguen sirviendo huaraches en decenas de variedades, y donde también hay más oferta de huaraches para que puedas escoger sin miedo.
La casa del huarache primigenio no se queda atrás en las propuestas de huaraches. Desde 1935 en la calle de Torno, donde todavía quedan talleres con torno, este local sirve huaraches originales rellenos de frijoles espectaculares, como si fueran maneados.
Hay muchas opciones y para ir a la segura es algún huarache que lleve queso Oaxaca, que llega derretido y para comerlo hay que estirarlo y estirarlo. El huarache campestre, lleva champiñones y de las dos salsas que te ofrecen, no decepciona para nada.
La cocina mexicana está en boga quizá porque ahora forma parte del patrimonio inmaterial de la humanidad. Basta una lectura rápida de cualquier guía turística sobre el DF para saber que uno de los lugares que más recomiendan visitar para descubrir los sabores del país es el Café de Tacuba, que acaba de cumplir cien años de vida. La casona es del siglo XVII con techos altos sostenidos por vigas de madera, decorado con candelabros y mosaicos tipo talavera, cuadros de arcángeles y ambientación musical que corre a cargo de una estudiantina ambulante. El menú bilingüe proporciona diversión garantizada especialmente al llegar a los machitos fritos, traducidos como fried machitos. Lo realmente divertido es que la guajolota no tiene traducción ni vergüenza.
Después de servirme un agua de sandía, la mesera con uniforme blanco e inmenso moño en la cabeza, me sugiere probar un poco de todo y ese platillo se llama cuatro cositas (four little things, baby). Frijoles refritos, guacamole, arroz con menudencias, un tamal en salsa verde o chile relleno (a escoger), un taquito dorado y una probadita de la estrella del menú, la enchilada tacuba: tortilla rellena de pollo tierno bañada con salsa poblana cremosa y queso derretido que causa adicción instantánea. Ovación de pie se lleva el guacamole pensado para paladares que no comen picante.
En los postres aparecen los dulces típicos además del pastel de limón glaseado color verde radioactivo que se encuentra en el refrigerador de la entrada,...
También te puede gustar
También te puede gustar
Discover Time Out original video
Publicidad