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Restaurantes y cafés en la Condesa
Los mejores lugares para comer en esta colonia de la CDMX
Antiguamente, esta zona era una gran hacienda que pertenecía a María Magdalena Dávalos y Orozco, una mujer reconocida por su capacidad para administrar brillantemente sus negocios y tener una posición acomodada al tener el título de condesa.
Actualmente, la Condesa es una de las colonias más populares de la CDMX y le rinde homenaje con su nombre a la que alguna vez fue dueña de ese espacio. Entre sus peculiaridades encontrarás el famoso Parque España y el Parque México. La música no podía faltar, alberga algunos de los mejores lugares para ir a conciertos en la Condesa o fiestear a lo grande en los antros y bares en la Condesa.
La comida es otro tema importante y este barrio ofrece opciones imperdibles para que te vayas con la barriga llena y contenta, te pasamos la lista de los mejores lugares.
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Lugares para comer en la Condesa
La Fiambrería
Las cuatro paredes de La Fiambrería encierran todo un mundo: quesos importados y nacionales, embutidos, vinos —sobre todo españoles—, mieles, una vasta selección de aceitunas, panes, chorizos, aderezos y un muy tupido etcétera. El lugar es una tienda, no un restaurante. Hay una mesita afuera para que, si quieres —y una vez que las restricciones sanitarias lo permitan—, te sientes ahí para echarte un vinito, un panini que también te preparan ahí (pero llega temprano porque cuando se acaban, se acaban) y tu café. Si vives por la zona puedes hacer tu pedido a domicilio pero la intención de La Fiambrería es ser un pick up. Ahora, quizá pensarás: ¿para qué voy a La Fiambrería si puedo comprar todo eso en el súper de la esquina? La realidad es que no, no puedes. Los productos que hay aquí son todos de súper calidad —léase: no venden plastiquesos o “queso tipo”—, de productores pequeños y de marcas que no encontrarás en los canales de comercialización tradicionales. Además la relación calidad-precio es extraordinaria: yo encontré un vino español de una marca que no conocía pero que era una verdadera joya por solo $160 y compré un queso asadero mexicano digno de la reina de Inglaterra, pero a un precio súper accesible. Puntos extra por la atención; puedes ir sin tener la más remota idea de lo que quieres y aun así salir con compras que te harán muy, pero muy feliz, con todo y los tips para preparar algo con los productos que compraste. En estas fechas en donde hay que buscar opciones
Hot Mamma's Chicken
Tal vez es comprensible no haberle dado oportunidad a la cocina del sur de Estados Unidos; los ejemplos comerciales que tenemos disponibles bastan y sobran para espantarnos a perpetuidad. Pero déjenme decirles que ese pollo frito que, por desgracia, ustedes y yo probamos en alguna ocasión, no es referencia. El pollo frito —y el resto de la cocina sureña— es puro apapacho, cobijo familiar, consuelo y calidez para los días difíciles, o para todos los días. Y la cocina de Gina Hendrix, originaria de Nashville, Tennessee, sabe a todo eso y más. Gina se arma un pollo frito espectacular: jugoso por dentro y crujiente por fuera, con la cantidad de grasa justa, con ese saborcito a pollo de verdad y con un empanizado súper bien sazonado. Y se vale pedirlo en sándwiches, con waffles y miel de maple (combinación ganadora), o solito. ¡Pero eso no es todo! Las papas con tocino y salsa ranch le arrancarán una sonrisa a cualquiera; los breakfast sandwiches con salchichas caseras harán que no quieras empezar tu día de otra manera y el mashed potato bowl con pollo frito te va a hacer suspirar. Se vale ir al restaurante y comer ahí o pedir a domicilio. En este caso te recomendamos el Mamma’s Brunch in a Bag: recibirás en la comodidad de tu hogar un pollo frito con waffles, un sándwich de desayuno, unas papas con tocino para dos personas y una botella de vino espumoso con su respectivo jugo de mandarina para que prepares tus mimosas. ¿Sí o qué?
Bambalina
¡El Foro Shakespeare ha vuelto! Y con él una nueva propuesta culinaria para acompañar las noches de stand up. Bambalina es una propuesta monchosa, informal, versátil y buena onda. Hay algunas opciones para brunchear, como el french toast y los imprescindibles chilaquiles, o si andas en ondas sanas, te esperan bowls de avena con frutas. También hay una barra de cafés —con y sin piquete— y una carta breve pero cumplidora de coctelería. Yo probé dos tragos: el “Yo no soy marinero” y (no me iba a quedar así) el “Soy capitán”. El primero es un fresco y aromático gin tonic con romero, y el segundo, para los de gustos más dulzones, va con frutos rojos. También me eché La 9oz, una generosísima hamburguesa hecha en pan hecho en casa y de manera artesanal, arrachera, queso gouda y arúgula. Para el postre probé unas gorditas de oreo con salsa de chocolate y helado. Y semejante atascón vino con todo y show de stand up. Por supuesto, el aforo está controlado y todas las medidas de seguridad se cumplen para que puedas disfrutar de una comida rica acompañada de entretenimiento de calidad. Y, por supuesto, si se te antojó la hamburguesota que te acabo de platicar, puedes ir solamente a comer. Para el standup, puedes ir los jueves a las 8pm, sin cover, o los viernes a las 8:30pm, con un cover de $250. Te recomendamos: Stone Rex.
Antolina
Ha circulado un post que dice “lo que pones en tu plato es más político que lo que pones en Facebook”. Y esas palabras se materializan en Antolina, el lugar de cocina mezcalera en la Condesa. En Antolina, todas las verduras son de chinamperos de Xochimilco y los productos acuícolas y marinos provienen de proyectos de pesca sustentable —un esquema pesquero que captura considerando la permanencia de las especies y la salud del ecosistema—. Y sí importa que los productos de las chinampas y los modos de producción sustentables lleguen a las mesas de los restaurantes para establecer cadenas de consumo más saludables: desde el campo —o el mar— hasta tu mesa, los productos que consumes en Antolina no han dañado ecosistemas, pero han beneficiado a familias e individuos, y cada una de las personas que participaron para que tú puedas disfrutar de tu mezcalito y tu taquito, recibieron un dinero justo por su trabajo. Es decir, no fueron explotados. Pete Mezcales, director general de Antolina, cuenta que Antolina era una cocinera tradicional de Veracruz, y eligieron hacer un homenaje a la energía femenina y a las mujeres en la cocina a través de ella. A lo mejor al llegar a Antolina uno no espera lo que está por venir. El lugar es sencillo, pero aquí viene a colación la frase que nos decían las abuelas: no hay que juzgar a un libro por su portada. Si bien la apariencia de Antolina puede transmitir limpieza, sencillez y la calidez de barrio, al sentarte a la mesa verás que la apuesta culin
Bulla
Bulla, la nueva apertura del chef Pedro Martín (Tezka, Jaleo y Kaye), llegó a la Condesa. La apuesta es un restaurante sencillo, acogedor, sin pretensiones y con una gran propuesta de comida y bebida. Al sentarte en una mesa en Bulla, pedir una ración de tortilla y una caña de cerveza te sentirás como en un bar madrileño. La propuesta culinaria es de comida española tradicional informal: tapas y raciones. De todo lo que hay en el menú puedes pedir una tapa, media ración o una ración. Eso es súper ganador, porque así puedes probar más cosas. Nosotros probamos la tortilla de papa, esponjosa y al término de cocción justo. Después pedimos las papas bravas, un platillo muy sencillo pero absolutamente delicioso: las papas estaban crujientes por fuera y súper suaves por dentro, venían acompañadas de un ali oli y una salsa de jitomate, sazonadas a la perfección. Después pedimos el lechón confitado con puré de papas. La carne era tan suave que se deshacía. Todo venía acompañado de un par de hogazas de pan, ¡y qué pan!, costra gruesa, el migajón esponjoso y con ese toque tan rico —que sabe a trabajo y esfuerzo— a masa madre. La carta de vinos merece una mención aparte: casi todos son españoles o mexicanos, a excepción de un par de prosseccos y champañas. De los vinos españoles nos encontramos un par de joyitas, como cavas de Rias Baixas. Y de los mexicanos, grandes propuestas de vinos del Valle de San Vicente. Puntos extra porque los precios son súper accesibles, aunque las opciones po
Suuwaii
Hay espacios en la Ciudad de México que te trasladan a otras latitudes sin necesidad de un pasaporte. Es el caso de este acogedor rinconcito de la Condesa: entre bocado y bocado, y su cuidadosa decoración, entrar a Suuwaii se siente como una visita express a Asia. Desde que te acercas a la acera, este restaurante inicia con el viaje: una barra con sillas en la calle —al mero estilo del street food asiático— te coquetea para que te comas ahí, por si tienes prisa, una de sus satays (brocheta); las hay de pollo, rib eye, cordero, camarón, pork belly y hasta de alacranes —por si eres de espíritu audaz. La teletransportación se concreta al pasar el arco de la puerta, cuando observas los letreros con luces neón, en español y también algunos con grafías japonesas y chinas, y las lámparas de bambú que prenden del techo. Habrá momentos en los que te sentirás dentro de un anime. La cuidadosa ambientación de Suuwaii se refleja proporcionalmente en los platillos y sus presentaciones. En mi visita, empecé con una ensalada de kale, muy simple a la vista pero con un sabor adictivo; el kale —súper crujiente— apenas se acompaña con ajo, soya y aceite de ajonjolí, suficiente como para querer repetir. Aunque, claro está, mejor le di oportunidad a otro platillo. Seguí con un bun —pan chino al vapor— de pork belly, que se sirve con una salsa agridulce y se acompaña de vegetales, como pepino y zanahoria. Cada mordida se siente jugosa y se disfruta por la consistencia suave de la carne, ¡además vie
Nosh
Un elemento más al plano restaurantero de Daniel Ovadía (Merkavá, Frenchie, Nudo Negro) que a pesar de las barreras surgidas este año, se asentó en la Condesa con identidad clara: exponer la gastronomía israelí. Nosh —palabra en hebreo que significa “snack”— es un nuevo punto y a parte en la cocina cosmopolita de Tel Aviv del que saldrás rodando y satisfecho. El viaje a Medio Oriente arranca desde la fachada art déco del Edificio Tehuacán, construido en 1931 por el arquitecto Ernesto Ignacio Buenrostro; en el estrecho interior las tenues luces engalanan el toque sobrio y elegante de la pared con espejos y el cuero café de la butaca. El lugar es muy pequeño, pero eso atribuye mayor intimidad para disfrutar cada bocado. Me adelanto con mención especial a las porciones: platillos sustanciosos que aunque no se hicieron específicamente para compartir, es esta la mejor forma de probar un poco de todo (¡de tamaño “snack” no hay mucha finta!). El falafel de zanahoria corona la sencillez cumplidora del hummus más el esponjoso pan pita hecho en casa, y como segunda entrada están las placenteras croquetas de pescado blanco con una adictiva salsa tártara. De entre los fuertes tocó esmedregal como pesca del día; piel crocante por fuera y suave interior, ambos elementos entrelazados con un gelatinoso velouté de matza que delata las habilidades en cocina. Se corroboró con justicia el precio del reuben sandwich, pieza cuyo corned beef hecho en casa está muy lejos de sentirse seco y tiene un
Tomasa
Para los mexicanos, las conchas son como nuestro pan nacional, casi en todo el país se consumen y son sumamente deliciosas y esponjosas. Hace poco descubrí Tomasa en la Condesa, pero por la cuarentena había postergado el momento de ir. Creo que me hice muchas expectativas al respecto. Su local es grande, tienen mesas desplegadas alrededor y una cocina abierta donde verás cómo hacen cada producto; con su ambiente me recuerda a una época de art decó y tal vez esto sea solamente percepción personal, pero me encantó. Entrando a temas importantes, con la nueva normalidad únicamente tienen el menú en código QR, así que si tu celular es viejito, no sabes usarlo o no tienes, será un momento incómodo con sus empleados que, si te toca el mismo que a mí, te mirará feo. Como la tecnología y yo no somos buenas amigas, tuve que preguntarle al cajero lo que tenían disponible y se limitó a decirme solo las conchas dulces. Pedí una de naranja ($33) con trozos de almendra que resultó mi favorita, el sabor era inigualable y el crujir de las almendras contrarrestaban la suavidad de la concha. Después probé una de café de olla ($33) que no llenó del todo mi impresión de este sabor y puede llegar a ser muy amarga. Se me antojó una de vainilla pero no tenían y terminé con unas tomasitas de vainilla ($45): mini conchitas en un vaso que pesan seis gramos y vienen 12 piezas, mismas que lucen muy monas para fotografiarse antes de acabárselas bocado por bocado. También cedí ante las tomasitas de chocola
Roca Negra
Seamos honestos, vivimos en la época de Instagram y todo lo queremos compartir en foto, y si son platillos novedosos, con más razón. En Roca Negra te ayudan con ese proceso porque todas sus creaciones incluyen carbón activado, por lo que el color final de los platillos son de un negro intenso. Es un pequeño local en medio de la Condesa con apenas tres mesas en la calle y una cocina tiernamente diminuta de la que salen empanadas, pizzas, ensaladas y paninis, y para estos tiempos de quedarse en casa lanzaron un kit para hacer pizza casera. De entrada pedí una empanada de queso gorgonzola con espinacas, cuya consistencia tan suave hizo que se rompiera rápidamente, pero el relleno le asistió con destacables sabores del queso. Después elegí dos pizzas: pepperoni con hojas de arúgula y bolognesa con albóndigas y hojas de hinojo, la masa era tan delgada que podría confundirse con una tlayuda, lo cual ayuda si cuentas tus calorías. Considero que en México estamos malacostumbrados a las pizzas llenas de salsa y queso, y a éstas les faltaba solo un poco de ambos para ser perfectas; si te gustan los sabores fuertes como la arúgula o hinojo, las amarás, si no puedes optar por quitarle un poco. Por último, la pasta con portobello y salsa de espinaca, que aunque un poco fría, ¡me encantó! Bien cocida, con mucha salsa y portobellos de gran textura. Sin duda regreso a Roca Negra por otra pasta y para presumir en redes sociales la parte visual de sus platillos.
Bodegga Deli
Se hacen llamar el nuevo héroe del vecindario porque llegaron a la Condesa para revolucionar los sándwiches clásicos. Bodegga Deli es el negocio de tres socios amantes de la comida —Fabian Navas, Moisés Levy e Ilan Steiner— y su menú abarca de todo un poco: opciones para el carnívoro y el vegano, muy bien equipadas de unas adictivas papas fritas. La idea inicial era hacerlo una dark kitchen (cocina sólo a domicilio), pero dando con el local ideal decidieron armarla en grande para darle al público de la Condesa y alrededores una dosis de comida reconfortante con ingredientes sumamente frescos. Así pues, el repertorio sandwichero usa recetas tradicionales con un twist traído por sus fundadores, como el Don Pollo: entre el esponjoso pan brioche de masa madre se sirve una gran pieza de pollo frito especiado con mantequilla macha, mayonesa de hierbas y pepinillos yuzu, sobresalen los toques ácidos pero rebosantes en cremosidad y con un gran empuje de lo crocante del pollo. El clásico reuben lo nombraron R.K.R y está armado con pan sourdough, corned beef curado y cocido en casa, sauerkraut casera, queso suizo y un aderezo ruso con espárragos encurtidos que remata los sabores fuertes. El Fucking Hippie es una grata y vigorosa sorpresa vegana que despierta al paladar con shwarma de coliflor, hummus, ensalada israelí, salsa amba tahini (un encurtido picante de mango con sésamo molido) y pan laffa, un flatbread popular en los países árabes. Aunque está en la parte de desayunos, se vale