Café de Nadie
Foto: Alejandra Carbajal

Los 10 mejores bares de 2021

Poco a poco, la vida nocturna regresó a la capital. Entérate de cuáles fueron nuestros bares favoritos de 2021.

Andrea Vázquez
Escrito por
Andrea Vázquez
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2021 fue el año de regresar a la fiesta (con todas las precauciones, siempre, por supuesto). Volvieron los antros, nuevos bares abrieron y los restaurantes buscaron el modo de que nos levantáramos de nuestros asientos para cerrar la noche con unos pasos de baile (bueno, ya teníamos ganas también). A pesar de las dificultades, 2021 nos dejó estos increíbles spots. Entérate de cuáles son los mejores bares de 2021.

Como en todo, la industria de las bebidas fue marcando su personalidad: los vinos naturales se pusieron de moda, las cheves artesanales aumentaron sus ventas y dentro de los shakers comenzaron a producirse mezclas con poco alcohol o sin él, y también le entramos a la onda de respetar a los productos (hola, vermut y jerez).

Así que sigue leyendo y conoce cuáles fueron los mejores bares de 2021. Spoiler: se vienen cosas increíbles para 2022.  

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  • Bares y cantinas
  • Roma

Hace más de cien años, en la Roma, existía un café que se anunciaba como Café Europa, pero que era conocido por la comunidad literaria de la época como El Café de Nadie. Se dice que ahí, poetas como Manuel Maples Arce y Germán List Arzubide iniciaron con la corriente literaria Estridentista, que llamaba a los artistas e intelectuales del momento a dar cuenta de la transformación del mundo a través de las artes y el escándalo. Ahí, en el Café de Nadie, intelectuales y artistas se juntaban en tertulias llenas de café, tragos y cigarros.

Un siglo después después, y también en la Roma, otro Café de Nadie acaba de abrir sus puertas. Y el espacio se antoja para debatir y compartir junto con un café o un buen trago como lo hicieron aquellos poetas.

El Café de Nadie es un poco de muchas cosas. La columna vertebral de este proyecto es la música, curada por un grupo de djs que durante 10 años trabajaron en la selección de viniles que hoy funcionan como el eje sonoro del espacio. A veces, la música corre por cuenta de Café de Nadie, y en otras ocasiones tienen djs invitados.

También se rifan con la carta de alimentos. Todas las frutas y verduras provienen de Arca Tierra, una red en Xochimilco de productores agroecológicos que trabaja bajo un esquema de comercio justo. Por lo mismo, en el menú predominan las verduras y las opciones vegetarianas, como el tiradito de jícama o el aguachile de coco y sandía. Pero también tienen opciones carnívoras, como el sándwich de pollo, o, si prefieres lo del mar, el aguachile de camarón.

Pero, la mera verdad, si vas a Café de Nadie, lo imperdible es su carta de bebidas: vino francés, sake mexicano, una selección de fermentos como sidras y kombuchas —además de chela independiente e industrializada—, mezcales, cocteles de la casa y coctelería clásica.

Y hablando de coctelería clásica, lo que merece un estridentísimo poema de amor por su irreverencia y su anticonformismo, es el martini. Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que este es uno de los mejores —si no es que el mejor— martinis de la CDMX. ¿Se acuerdan de aquel slogan, “toca, juega y aprende”? Pues así es este trago, casi interactivo. Viene en una enfriadera, así, puedes ir sirviéndote en tu copa martinera sin preocuparte por apurar tu bebida para que no se caliente. Lo mejor es que lo acompañan con una variedad de encurtidos hechos en casa. Así, puedes ponerle a tu trago zanahorias, pepinillos, aceitunas, cáscara de naranja, o hasta romanesco, ese brócoli de fractales. Este trago es una muestra de hacia dónde van las tendencias restauranteras y de los bares: el comensal forma parte; ya no es solo el espectador.

Café de Nadie es un lugar perfecto para ir a la tertulia, tomarte un café o un trago y reflexionar sobre la actualidad. El nuevo e imprescindible refugio para el antojo y el corazón.

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  • Bares y cantinas
  • Roma

¿Se acuerdan de la película El Jardín Secreto?, aquella donde Mary encontraba, en una casa vieja, el camino para un jardín increíble y que se volvió todavía más increíble cuando ella lo pimpeó. Pues así es el Patio Escondido de Monstruo de Agua, que está efectivamente escondido, detrás de un pasillo, en una casona en la Roma.

Los ajolotes inspiran el nombre de este proyecto (ajolote o axolote viene del náhua, y significa, oh, sorpresa, monstruo de agua), y han fascinado a muchos más. Entre ellos a Cortázar, que hasta cuenta en Axólotl cómo se convirtió en una de estas criaturas: “Los ojos de los axólotl me decían de la presencia de una vida diferente, de otra manera de mirar.”

Estos mismos seres inspiran Patio Escondido, el bar de Monstruo de Agua, una cervecería artesanal en la CDMX. Lo cool de estas chelas es que además de ser muy ricas, son producto de un proyecto que se piensa desde el campo hasta la copa. En esta cervecería hacen chelas híbridas, que incorporan ingredientes agroecológicos típicos de nuestro país y de su diversidad biológica y cultural para retomar la cultura culinaria y herbolaria mexas. O sea que una chela de Monstruo de Agua puede estar hecha con higo, hongos, cempasúchil, hoja santa…

Además, estas cheves se hacen pensando en la sustentabilidad y privilegiando agricultores que tengan prácticas regenerativas. Es decir, son responsables con el medio ambiente y compran el 90% de sus insumos en México, ayudando así a la economía local.

Pero lo que nos trae hoy aquí es el Patio Escondido, el bar de Monstruo de Agua. Se trata de –duh- un patio que se esconde en el interior de una casona en la Roma. A lo mejor si te decimos Roma pensarás: “ay, ya, chole”, y tendrás razón. Pero en este espacio te vas a sentir alejado de la ciudad, de tus pendientes y de la vida real.

Ahí, en un espacio completamente pet friendly, Monstruo de Agua sirve sus increíbles chelas, hidromieles, sidras y sodas artesanales. Y nada más. Pronto se armarán un concepto de cocina a la leña y armarán pop ups cada fin de semana; la tarde riquísima de domingo que nosotros fuimos nos tocó probar la comida de Bob Marlin, otro concepto de la Roma a través del cual Ricardo Rendón preparaba unas tostadas de camarón y de marlín ideales para la tarde soleada y chelera.

Las cheves disponibles van cambiando de acuerdo a la temporada; nosotros probamos la fresquísima Lager Mexicana, hecha con amaranto inflado y, lo más padre, solo con ingredientes mexicanos. También probamos la Hoja de Higo Pils, una Pilsner con hoja de higo y miel de agave (ñams) y la Salamandra de Fuego, una Milkshake IPA hecha en colaboración con la cervecería michoacana La Brü.

A este patio puedes ir a esconderte de esta realidad para sumergirte en otra: la del campo mexicano, que puede ser responsable con la sociedad y el medio ambiente y, además, puede hacer chelas de impacto, bebidas increíbles como sidras e hidromieles y, seguramente, hacerte tan feliz como a mí.

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  • Vida nocturna
  • Roma
  • precio 3 de 4

Seguramente los bares a los que asistían Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway o Ezra Pound eran así: sillones y periqueras de terciopelo, cristalería súper elegante y pensada para cada trago y, al fondo, la barra desde donde las mixólogas preparan tus tragos. Esta vibra que te hará sentir en los años veinte se debe, en parte, a que Casa Prunes se ubica en la casona del mismo nombre y que fue construida en 1916, así que el estilo art decó se mantiene.

A pocas semanas de su apertura, Casa Prunes ya es el lugar a donde todos queremos ir, y su fama no es gratuita: aquí, lo mero bueno son los cocteles. A la cabeza de la barra (y de la operación del lugar) están Mafer Tejada (Limantour), como directora creativa, y Mica Rousseau (Fifty Mils) como director operativo. 

La onda de los cocteles de Casa Prunes es súper novedosa, a la vez que, como dicta la tendencia con otras bebidas, retoma las maneras ancestrales de hacer las cosas. Aquí tienen un taller de fermentos en donde hacen sus propios licores, destilados, kombuchas y kéfires. Además, están experimentando con champañas caseras de sabores como frutos rojos o plátano (amigo sommelier: ya sé que estás pensando que esas no son champañas. Tienes razón, pero mejor quítate tu tastevin y ve a probarlas. Te van a sorprender).

Con esos fermentos se arman los cocteles que seguro te van a encantar. Nosotros probamos el Macorina, que lleva ron, roibos de calabaza, licor de jengibre destilado, Cynar, bitter de cacao y una pipetita con miel amarga de Cynar, para que vayas poniéndole a tu gusto hasta que tu trago quede con el grado de amargor que prefieras.  También probamos El techo es el suelo, que tiene ginebra, vino casero de durazno, vermouth rosé, Aperol, curacao y Champagne Mumm. Cuando recibimos nuestros tragos de inmediato notamos los hielos: cada uno estallado a mano, y usan la viruta para los tragos que son con el hielo crusheado —porque debes de saber que Casa Prunes es el primer y único bar zero waste en la CDMX, ¡todo se aprovecha!, hasta los portavasos son hechos de materiales reciclados—.

En la carta también tienen opciones de cocteles con poco alcohol o sin él. Y si prefieres entrarle al  trago derecho, tienen vinos y destilados por copeo.

Para el hambre, puedes pedir a la carta o un menú de degustación de cuatro tiempos. Nosotros nos enamoramos de los taquitos de pato glaseado con hoja santa y del suave toast de pork belly que va servido sobre un brioche y acompañado de una emulsión de hinojo.

Casa Prunes trasciende el concepto de una barra de moda más. Aquí, los tragos, la comida y la ideología de cero desperdicios sí proponen y, sobre todo, no saben a nada que hayas probado antes (gracias a las champañas y los vinos caseros). Un imperdible para comer y beber bien y, ¿por qué no?, para enchular tu Instagram.

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  • Vida nocturna
  • Juárez 

El letrero de neón que viste la pared de Albar resume en tres palabras la esencia de este bar de coctelería: “En la Juárez”: orgullo y representación de su barrio a través de precios justos, personal buena onda, una propuesta de mixología clásica bien ejecutada y algunos tragos de autor que, seguros estamos, te van a sorprender.

Albar es el bar de Alba (la aliteración fue inevitable). El lugar, que comprende una barra y unas cuatro mesas, está en la parte de abajo del restaurante, por lo que se siente entre oculto y a la vez abierto, gracias a su enorme entrada por la calle de Marsella; la segunda cualidad es especialmente importante, sobre todo en los tiempos que corren.

En Albar hay tragos clásicos, vinos, chelas artesanales y una carta de botanitas con toda la personalidad de bar: platos ricos para compartir. Pero si el hambre aprieta, siempre puedes pedir la carta de Alba. 

Para beber, nosotros nos echamos el imprescindible Negroni, que la mixóloga Diana González Capistrán ejecutó tras la barra con calma y con tino. También probamos el salmoncito, un trago que fue creado en la Juárez y que ahora todos los defeños amamos.

Teníamos antojo de jerez, pero en la carta solo veíamos los tragos clásicos y recontraclásicos. Entonces le preguntamos a Diana, que nos preparó el sorprendente trago de conquista, hecho con Chartreusse verde, tequila y jerez.

Para comer probamos el queso ricotta que viene con unas hogazas de pan de masa madre (larga vida a ese pan, uno de los más ricos que hemos probado). También pedimos la tapa de cola de res y, para el huequito, pedimos una carne tártara de Albar. Todos los ingredientes son locales y de temporada, y ahí se encargan de la preparación de casi todo, como el hummus o la mostaza (también: larga vida a esa mostaza antigua hecha en casa).

Lo que nos encantó de Albar es que es un lugar pequeño en donde puedes sentirte a gusto, tomarte un trago clásico o alguna de las creaciones de Diana (pregunta por ellas), comer rico y, de paso, sentir la personalidad de nuestra ya querida Juárez, esa zona que busca revivir con proyectos muy buenos, productos de muy buena calidad, pero alejados de la vibra sangrona que ya nos cansó y que predomina en otras zonas.

Albar funciona para el trago para cerrar la jornada laboral o para agarrar la fiesta bien y bonito. Puedes llegar a las 5 o 6pm con tu laptop para terminar los pendientes o a las 9pm para platicar con tus cuates. Cualquiera que sea el motivo de tu visita, encontrarás una propuesta sólida, buenazos dentro de la cocina, tras las barras y en el servicio y, seguro, saldrás con una sonrisota, como nosotros.

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  • Vida nocturna
  • Condesa

Ololo es el nuevo bar en la Condesa que conjunta la cultura pop con los productos hechos en México, incorporando sabores y técnicas de otras latitudes.  La onda de este bar de coctelería es demostrarte que elementos culturales que quizá nunca habrías imaginado juntos, funcionan.

Los elementos de cultura pop se pueden apreciar en la decoración desde que pasas la puerta. Cuando fuimos, estuvimos platicando sobre las referencias culturales que Ololo nos hacía recordar. Algunos decían: “totalmente Austin Powers” (el terciopelo siendo cool) otros mencionaban películas de espías de Hollywood o a The Weekend en Blinding Lights o Heartless.

Y si la decoración está increíble, los tragos no se quedan atrás. Probamos el Mamayki, con bourbon, plátano y Campari; el Cheëj, con guayaba, cáscara de café y tepache; el T’u’ul, que va con zanahoria, jengibre, rye whisky y ginebra.

Uno de los cócteles estrella es Pa’ap, hecho con Tequila Cosmico -blanco, cristalino, delicioso-, cerveza de jengibre, licor de cassis y jarabe de chiles. Tiene notas ácidas, el sabor a agave, y una sensación picosita en el paladar.

Todo esto acompañado de música electrónica e indie -de jueves a sábado, a partir de las 10pm tienen dj-.

Debes de saber que Ololo no busca que los productos mexas sean los protagonistas, sino incorporar detalles sutiles como los tragos o la simbología de la decoración.

Puedes ir cuando quieras, pero te recomendamos reserves con anticipación para evitar cualquier problema y te la pases bomba.

Alexis Gutiérrez

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  • Bares y cantinas
  • Roma

En mi experiencia, los bares y restaurantes más pequeños son los que tienen más corazón, porque generalmente son hijos del amor por un platillo o un producto en vez de ser producto de un plan de negocios. Tal es el caso de Terruño, en la Roma, un wine bar que sirve única y exclusivamente vinos del norte del país.

Llegué a Terruño por casualidad (¿o él llegó a mí?): lo descubrí un día que fui a comer al Comal de Ceci, otro gran —pequeño— proyecto culinario. La mesera que atendió mi mesa me vio pedir una chela con decisión, y me dijo: “también tenemos vinos de Coahuila y Chihuahua”, y me dio el código QR para escanear la carta. Era de Terruño. Pedí mi copa y, cuando terminé de comer, me mudé al wine bar, que está a tan solo unos pasos del Comal de Ceci, establecimiento con el que vive en simbiosis, al igual que Tizne Tacomotora, que está a un lado del bar.

Entonces, en esa esquina de la Roma se hace un corredor gastronómico como ningún otro, y con tan solo tres locales. Puedes ir a Tizne y pedir tu vino de Terruño o sentarte en el bar y pedir que te traigan un taquito del Comal de Ceci. O como quieras, pues. Y esa relación simbiótica es parte de la personalidad del bar, pues entre los tres establecimientos comparten clientes, mesas, meseros y buenas vibras.

Ya instalada en Terruño, un local que se compone de dos mesitas exteriores y una barra que cobra vida con los muros de color rojo y rosa, le seguí con el vino norteño. Probé un Sauvignon Blanc y un Cabernet Merlot de Don Leo, una vinícola ubicada en el Valle del Tunal, en Parras. También tienen etiquetas de los chihuahueños Pinesque, vinos de San Juan de la Vaquería de Saltillo (sí: se producen vinos en Saltillo), Cavall, también de Chihuahua o Bodegas del Viento de Arteaga, Coahuila.

A pesar de su reducido tamaño, en Terruño se arma la fiesta (con sana distancia, por supuesto) en las noches. La música sube de volumen y el bar le pone onda a la calle con los foquitos que tienen colgados en los árboles y, lo que en la tarde hubiera parecido un wine bar para ir a tomar tus videollamadas mientras te echas un vinito, se transforma en el lugar más cool. Y sí, siguen sirviendo vino, además de uno que otro destilado norteño como mezcal, sotol o bacanora.

Es por eso que Terruño me robó el corazón; porque quizá por una década, al menos, muchos lugares han intentado sacar al vino de las mesas de manteles largos. Y el que llegó a lograrlo fue este lugar, que lo puso en la banqueta, en mesas de madera, y armó la fiesta.

Ahora, para los que se pregunten por qué servir solo vino norteño, aquí les va: si algo aman en Terruño, es el vino, pero aquí no hay sommeliers, solo bebedores. Y como los fundadores del lugar son norteños, decidieron darnos a los defeños la lección de que en Chihuahua y Coahuila también se hacen grandes vinos, nos obligaron a voltear a ver otras regiones productoras además de Baja California y Querétaro.

La palabra terruño se usa en vino, café y otros productos agrícolas para designar a una extensión geográfica con características climáticas específicas, mismas que otorgan particularidades a los modos de producción y, por lo tanto, al producto que compramos. Así, en Terruño resaltan lo que va del campo norteño a nuestras copas, y mejor si son en esta banqueta en la calle de Guanajuato, desde hoy, mi banqueta favorita.

Por cierto, te recomendamos estar al pendiente del Instagram de Terruño: ahí anuncian sus eventos especiales, también imperdibles (@terruno_roma).

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  • Bares y cantinas
  • Narvarte

Pocas cosas dan tanta dicha como encontrar bares tan increíbles como Luvina, el nuevo lugar en la Narvarte. Este es un lugar pequeño; solo tres mesas y una barra, y algunas mesas más en la parte de afuera. La barra está decorada con objetos de barro de Oaxaca y, al fondo, se alcanzan a ver todos los destilados que el bar ofrece: mezcales, sotoles, ginebras, whiskeys, pox, pulques y chelas, todos artesanales, hechos en México y veganos.

Los tragos en Luvina son deliciosos; probamos un par de gin tonics que nos sirvieron primero solo con gin y agua tónica, para que pudiéramos apreciar la ginebra, y después con unas gotitas de bitter. Y sí, todas las ginebras son mexicanas y veganas: de Hidalgo, de la CDMX, de Jalisco o de Baja California. También probamos la carta de sotoles; felizmente le entramos al Coyote de Durango, y las opciones de chela artesanal, de las que probamos una IPA de Cyprez y una Lager de Morenos, ambas marcas de la CDMX.

Lo cool de Luvina, además de los tragos y el ambiente, es que son el primer bar vegano de la CDMX. Además, Luvina es socialmente responsable y procuran favorecer el comercio local. También reducen al mínimo sus desperdicios: toda la cerveza es de barril (así se ahorran las botellas o latas); trabajan con marcas que recuperan sus envases y mandan a centros de reciclaje lo que generan de basura.

Definitivamente, este es el lugar para armar la fiesta rica y responsablemente pero, sobre todo, es el bar que te dejará pensando cómo puedes mejorar tus hábitos de consumo, más allá de una modificación en tu dieta, pensando en la responsabilidad con tu entorno.

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  • Bares y cantinas
  • Juárez 

Indiscutiblemente, si quieres impresionar a alguien o tú mismo quedarte sin aliento con la guapura de un lugar, la opción es Taverna. Este nuevo bar en la Juárez, cuyo hogar es una casa preciosa que fue construida en la primera década de 1900, tiene una propuesta de cocina mediterránea, en donde se nota que lo primordial es la calidad de los productos.

El espacio está dividido en tres: primero, un bar con mesas altas y una barra al fondo que se antoja para un par de tapas y una cerveza. Después, hay un espacio en un patio, donde las mesas están montadas con platos y copas, que invitan a una comida más en forma.

Al final, y en un sótano, están algunos salones más privados (que no te espante la palabra sótano, los techos son muy altos y la ventilación y el aforo son muy adecuados). Ahí puedes tomarte un trago después de la cena o esperar tu mesa en el patio.

La comida es rica y versátil: puedes comer bien y abundante –prueba el sándwich de costilla braseada con encurtidos - o pedir algo para picar. Los imprescindibles son el pan tomate, inspirado en la muy hermosa costumbre española de comer pan con su embarradita de salsa de jitomate. El de Taverna es especialmente gozoso: se trata de rebanadas gruesas de pan de masa madre (buenísimo), la salsa de jitomate y, aparte, un aceite de ajo, para que cada quién le ponga a su gusto. Otra delicia son las aceitunas, que vienen variaditas, de distintos tamaños, colores y texturas.

En cuanto a los tragos, tienen lo clásico, pero muy al estilo español, como el Aperol Spritz, que va con su tradicional rodajita de naranja y también con aceitunas de las grandotas, o las recetas de la casa como el Alba Rosa con vermouth casero, jugo de toronja y soda. Además hay mocktails, vinos y chelas.

Taverna se antoja para comer y beber muy bien mientras te echas un taco de ojo con el espacio. Valoramos mucho la labor de mantener y adecuar la casa en donde ahora el bar se aloja y también el elegir productos de calidad, y eso en cada mordida se nota.

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  • Bares y cantinas
  • Condesa

Amantoli significa artesanía en náhuatl. Y quizá no haya nombre más atinado para este lugar, donde todo —las bebidas, la comida, el mobiliario y el servicio— es artesanal.

Amantoli está escondido dentro de una casona en la Roma, misma que está en proceso de recuperación; hoy el lugar se ve un poco vacío, pero dentro de poco tiempo habrá galerías de arte, tiendas de ropa y muchos espacios más. Y la ubicación del tap room dentro de la casa es súper privilegiada: al fondo, en medio de un patio y sumergido detrás de unas paredes tan altas que impiden ver y escuchar el caos citadino, pero que dejan entrar luz y aire para que disfrutes del día. Ahí están 15 llaves de chela artesanal y otros fermentos listos para ti.

Además de chelas independientes mexicanas, en Amantoli encontrarás tepache (piensa en la imagen: tepachito fresco saliendo de una llave), kombuchas, sodas artesanales y, en un futuro cercano, pulques. De hecho, cuando fui, el personal estaba haciendo algunas pruebas: mezclaban cold brew hecho en casa con un poco de tepache artesanal. El resultado era súper refrescante, equilibrado, elegante y original —había que probarlo—.

Aquí le echan ganas para tener muchas chelas de temporada: aun cuando el lugar no tiene ni tres meses de haber abierto, muchos destapes y presentaciones de cervezas ya están ocurriendo aquí. A nosotros nos tocó probar la Berliner Weisse con fresa, guayaba rosa y toronja de Cervecería Itañeñe, ¡pero no duró más que unos días! Así que seguramente cada que vayas te encontrarás con una opción nueva.

El menú para calmar los monchis no se parece al de ningún otro tap room; aquí en vez de tener las típicas alitas de pollo o los aros de cebolla, tienen guacamole con chapulines —que traen directamente de Oaxaca—, totopos con tasajo y crema de rancho y, si hace más hambre, una torta de chamorro en salsa de tres chiles, de la que pronto habrá opción vegana.

Y para una experiencia fuera de lo usual, éntrale a los postres con su respectivo maridaje chelero: pay de mango con una IPA o pay de mora azul con una porter.

Hay que mencionar la atención; aquí puedes ir con una idea súper firme de lo que quieres o dejarte llevar por las recomendaciones de las y los meseros, pero lo que sí es que el personal de servicio está más que capacitado para ayudarte a elegir la mejor bebida para ti y, si nomás no te decides, puedes pedir tu taster en la barra. El personal te acompañará mientras pruebas tu bebida y te la explicará, para que no te quede ni una sola duda y te decidas por la cheve que te haga más feliz.

Definitivamente Amantoli abrirá camino para quienes quieren echarse una chela pero no quieren el bluff que generalmente acompaña a la bebida. Cae bien ver a los encargados mezclando las chelas y buscando las mejores opciones posibles. A fin de cuentas, aquí la onda es pasarla bien y beber aún mejor, siempre privilegiando lo artesanal y lo local.

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  • Vida nocturna
  • Juárez 

Algunos de los lugares en donde se es más feliz se encuentran de manera fortuita. Así fue mi encuentro con Escorpio, una tienda de vinos naturales en la Juárez que encontré caminando por ahí. Entré, curiosa, y de inmediato noté algo que me cautivó: de todas las etiquetas que vi, no reconocí ni una —y no es que me las dé de muy conocedora, pero sí soy una ñoñaza del vino y también, ¿por qué no decirlo?, bebedora—. “¿Todos estos vinos son naturales?”, pregunté, extrañada. “Sí, todos”, me respondió el encargado con una seguridad sorprendente.

¿Por qué tanto alboroto por una tienda de vinos naturales? Para empezar, el concepto se antoja bastante arriesgado; si los mexicanos bebemos poco de este fermentado de uva, del natural —así le llaman los expertos a la bebida hecha con la menor intervención en el proceso; digamos que es el vino sin Photoshop—, todavía menos. Pero parace que Escorpio ya se hizo de su base de fans y éstos le han ayudado a sobrevivir y a trascender.

Al entrar a Escorpio te topas con un refrigerador lleno de botellas listas para ir tomando (ah, no, ¿verdad?) y muchas más exhibidas en los anaqueles, tantas que al ojo se le podrán escapar un par de chocolates artesanales y algunos enlatados. Pero el diferenciador de este lugar es la atención. Aquí puedes ir con una idea súper precisa de lo que quieres (“quiero un vino barato para cenar hamburguesas con mis roommies”), o a curiosear y ver si se te pega algo (“no sé, ¿qué me recomiendas para una ocasión especial?”). En todos los casos, los encargados, Jake y Alonso, los fundadores del lugar, resolverán todas tus dudas y te recomendarán el vino que necesitas.

Y resulta que si alguien tiene credenciales para hacer recomendaciones sobre vinos naturales son precisamente Jake y Alonso. Hace unos cuatro años, Jake abrió Cicatriz —uno de los primeros lugares en aventarse a vender vinos naturales en la CDMX—, y Alonso es importador; ha trabajado con esta bebida desde hace más de cinco años. De hecho, Alonso conoce personalmente a todos los productores, enólogos y agrónomos con los que ahora trabaja en Escorpio, desde México hasta Francia.

Si vas, te encontrarás con que la botella más barata está por ahí de los $500. Pero eso tiene su razón de ser: las producciones son pequeñas, y la cadena de distribución también. Si no has probado un vino natural, pásale a los jueves de cata; abren tres botellas entre 4 y 8pm para que todos los que van las prueben sin costo. Que nadie te cuente, descubre tú mismo las maravillas del vino sin maquillaje.

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