Si bien para alcanzar el éxito, la serie Riverdale apostó por los lineamientos de fórmula correspondientes al drama juvenil y el suspenso con aire a telenovela, conservando únicamente los nombres del cómic que toma como base, al menos eso sirvió para que este terminara de consolidar una necesaria reinvención, la cual ya venía empujando desde unos años antes y que no terminaba de llevar hasta sus últimas consecuencias.
De origen, Kaiju era un término usado en el continente asiático para referirse a las películas plagadas de efectos especiales. Fue a partir de mitad del siglo pasado, que éste comenzó a relacionarse directamente con las producciones de monstruos gigantes, sobre todo debido a la llegada del legendario Godzilla, en 1954. A partir de su estreno, comenzó a impulsarse aquello que se conoce como catch fílmico; es decir, cuando se pone frente a frente a dos personajes de distintas franquicias —King Kong vs Godzilla—, algo que también ya ponían en práctica dentro del cine de luchadores —Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos—, en ambos casos con apuntes claros a universos interconectados, como el que hoy ha popularizado Marvel.
Tiempo después, el buen Guillermo del Toro se encargó de conjugar todo y consolidarlo a los ojos del gran público en occidente a través de su Pacific Rim, en la que puso a pelear “Kaijus” contra Jaegers, los cuales no son otra cosa que robots tripulados, o lo que en el anime se conoce como Mechas —dígase Mazinger Z por ejemplo; algo que, por cierto, ya también se había visto en Godzilla vs Mechagodzilla.
En la línea de esta insólita mezcla de conceptos se ubica The Big Guy and Rusty the Boy Robot, un cómic que nos cuenta una vez más cómo la ciudad de Japón se ve asolada por una colosal y prácticamente imparable criatura, que no solo va haciendo pedazos edificios y personas, sino que a muchas de ellas las transforma en pequeñas réplicas de sí mismo, como una especie de retorcido proceso de reproducción.
Aquí están presentes los rasgos tradicionales de este tipo de relatos, el drama humano, la participación de políticos y del ejército, además del consabido grupo de científicos implicados en el desastre. Sin embargo, al tratarse de una obra escrita por el legendario Frank Miller, la propuesta va acompañada de una fuerte dosis de humor negro que raya en lo despiadado, y desarrolla un discurso cínico que se burla de los clichés de las relaciones entre gobiernos y los panfletos que acompañan las pretensiones del ser humano por trasgredir y manipular la creación de vida.
Por otro lado, también se da el lujo de otorgarle al monstruo en cuestión protagonismo durante prácticamente todo el primer capítulo. Esa criatura, mientras avanza, mantiene un soliloquio obsceno en el que menosprecia a la especie humana, haciendo patente su naturaleza primitiva e insignificancia ante el universo. Claro que no todo es oscuro en esta propuesta, para darle equilibro, el también responsable de Sin City y 300 incluye como protectores a un robot norteamericano y otro nipón, reflejo —no exento de cierta sátira— de la nostalgia por las series animadas tipo Astroboy y Tetsujin 28. Las dos figuras integran la clásica pareja dispareja: uno es sobrio, poderoso y algo arrogante, el otro es casi indestructible, aunque no es tan efectivo en el ataque, y posee una personalidad ingenua y servicial.
Pero quizás lo mejor de The Big Guy and Rusty the Boy Robot, es que la trama se convierte en el pretexto ideal para que el ilustrador Geof Dorrow dé rienda suelta a los alcances de su estilo. Éste encuentra la espectacularidad en la enorme cantidad de detalles, contrastando en viñetas que abarcan desde media página, una completa o incluso dos, la enorme figura de la voraz criatura, con masas que bordean lo incomprensible, de ciudadanos que gritan y se retuercen sumergidos en el pánico y la desesperación; también al ir a los planos abiertos con los ataques de helicóptero, al interior de las fauces y entrañas mismas del monstruo, para mostrar cómo son devorados y digeridos.
The Big Guy and Rusty the Boy Robot se trata de un obsesivo ejercicio de estilización que después, dentro de una aventura extra incluida en la edición traída a México por Editorial Panini, explota a través de un peculiar juego de planos: al frente coloca un armado de múltiples acciones de turistas en una playa, que permanecen indiferentes ante la batalla de fondo que sostiene uno de nuestros héroes.
Si duda, The Big Guy and Rusty the Boy Robot es un título plagado de excesos con aire a los cartoons clásicos, el cine serie b y la era de la paranoia atómica, tan absurdo y de mal gusto, cómo interesante y divertido.
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